El asentamiento personal del
presidente de Galicia junto a su cómoda situación económica han provocado una
guerra interna en el PP que tardará tiempo, más tiempo del previsible en que
vuelva a reinar la confianza entre sus votantes. Hoy me paso a Cs, mañana
vuelvo al PP e incluso saldrán fortalecidos partidos que, en principio, no
optan ni a escaño en el congreso, por ejemplo VOX. Si, los 80/100 mil votos que
pueda obtener VOX, para ellos no significa nada, puesto que no optan a
diputado, pero al PP, le supondría 3/5 escaños.
En principio esto era lo que
Mariano Rajoy pretendía evitar, que la pugna interna y silenciada con
dificultad durante seis años entre la vicepresidenta del gobierno y la
secretaria general del PP emergiera como un volcán en plena erupción. Pero no
ha podido evitarlo, entre otras cosas porque él mismo se encargó de que Núñez
Feijóo se afianzará como candidato único..
Alberto Núñez-Feijóo era el
“hombre de consenso”, el favorito al que el aparato estaba dispuesto a apoyar
con todas sus fuerzas para taponar cualquier vía de agua. Cuando el lunes los dirigentes
populares de fuera de Galicia vieron el escenario que había preparado el
presidente de la Xunta para anunciar su decisión, casi como si de una boda se
tratase, pensaron que iba a dar el paso adelante que todos, empezando por
Rajoy, le habían pedido que diese. Pero no. En un discurso farragoso y
autocomplaciente, Ñúñez-Feijóo anunció, a su alambicada manera, que se quedaba
en Galicia, para, argumentó: “No traicionarme a mí mismo”. La dirección popular
está que trina con él.
Al PP le esperan tiempos
difíciles. Ni Santamaría ni Cospedal tienen intención de pactar si consiguen el
triunfo en un Congreso dividido. Mucho me temo que como que en las guerras, siempre pierde como mínimo uno, en este caso pierdan las dos y la victoria sea holgada para Pablo Casado.
La guerra está servida.
Cospedal ha medido sus fuerzas y cree que el militante comprometido, el que
paga sus cuotas, el cargo público o el que aspira a serlo, está con ella porque
representa la esencia de lo que ha sido el PP desde la refundación de Aznar.
Siempre dispuesta a defender a los suyos, implacable con los adversarios, fiel
a Rajoy hasta en los últimos momentos del restaurante Arahy, en el que el
todavía presidente ahogó sus penas en whisky.
La ex vicepresidenta del
gobierno, por su parte, ha esperado también hasta el último momento para
anunciar su candidatura. Sabía que la espantada de Núñez-Feijóo activaba de
forma automática la candidatura de Cospedal y, por ello, decidió lanzarse a la
arena. A primera hora del martes estaba llamando a alguno de sus ex
colaboradores para darles la noticia y, de paso, pedirle ayuda en la dura
campaña que comienza ahora.
Soraya Sáenz de Santamaría
cuenta con una reputación de buena gestora que ha acumulado durante las dos
últimas legislaturas, mucho poder y mucha información. Si el Ibex pudiera votar
en bloque, votaría por ella. Con los presidentes de grandes empresas, bancos y
medios de comunicación, ha compartido mesa, mantel y confidencias que la
convierten en persona fiable para sus intereses. Pero Soraya cayó en la “trampa”
del dinero y eso, en el PP se paga caro. Colocar a su marido en telefónica con
un sueldo estratosférico, aunque el mismo día y a la misma hora los socialistas
colocaron a la mujer de Eduardo Madina y a Trinidad Jiménez, pero esas tropelías
en el PSOE están amortizadas y en el PP son pecados capitales, como, además,
por lógica y sentido común debe ser.
Cospedal tiene a sus
espaldas el legado de la corrupción, tal vez por haberse partido la cara contra
su íntimo enemigo Luis Bárcenas. Y también pesan en su contra los dossiers que
nunca han dejado de circular sobre los negocios de su marido, Ignacio López del
Hierro. Pese a ello, se lanza a la confrontación prometiendo “victoria,
victoria y victoria”.
La ex vicepresidenta conoce
secretos que podría utilizar en caso de emergencia. Mediáticamente le saca
varias cabezas de ventaja a su contrincante, pero sabe que los que votan no
aceptarán una guerra sucia interna por el poder. Estaremos atentos a ver si
vence la sensatez o la venganza.
Aunque si, Pablo Casado, se
cree que puede ser el jefe de la oposición, este será el vencedor de la guerra
fría y presidente del Gobierno de España.
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