Ciudadanos y Podemos son la gran mentira de la política del siglo.XXI, PSOE, también, la del siglo pasado

Nadie me obliga a escribir de política, pero resulta casi inevitable hacerlo en esta España como en el mundo en qué vivimos. No hay forma de ponerse de perfil cuando casi todos han sacado a pasear su lengua interesada y a veces también viperina. El descaro argumental se ha convertido en el gran protagonista de la escena. Sin salir de España, escuchen a nuestros líderes estatales y autonómicos y traten de comprender sus mensajes. No creo que lo consigan. Porque ya no hablan de lo que es o sucede, sino de lo quieren que usted ingiera, como si fuesen píldoras de una verdad milagrosa. Creo que con ello se están desprestigiando, pero ni siquiera de esto estoy seguro. Porque no son tontos y, si viesen tal merma, no insistirían una y otra vez.

Si tomamos como referencia  algunos de los casos más llamativos. Mariano Rajoy ya sólo habla de lo que le interesa, cuando le interesa y contra quien le interesa. El socialista Pedro Sánchez se dedica a sacudirles codazos al PP y a Podemos para hacerle hueco a su PSOE. Pablo Iglesias inventa argumentos contra todos -excepto contra su jefe y dueño,  Nicolás Maduro-, convencido de que hay que pasar página de un pasado que él considera abominable ¿Y qué decir de Artur Mas? Lo he visto en un programa de TV y he creído estar oyendo en directo a un extraterrestre. Incluso tuve la sensación de no haber estado nunca en su país, a pesar de que he frecuentado Cataluña. Ciudadanos parecen una mosca cojonera, cuando en   realidad es la gran mentira de la política, al   menos, todos sabemos la meta de Pablo y su secta, pero de éste ni eso.  Cosas que pasan en esta España.

Es verdad que todas las campañas electorales, con sus inevitables preámbulos temporales, conllevan siempre una exhibición vomitiva de argumentos interesados y tergiversados, cuyo objetivo final es obtener los mejores resultados que sea posible. Siempre ha sido así y no reside en este punto la novedad actual. La verdadera novedad de las próximas elecciones es que, además de no saber quién va a ganar, no sabemos tampoco cuáles serán las verdaderas consecuencias de un resultado u otro. Porque, por lo visto hasta ahora, nadie está dispuesto a decir más que lo que cree conveniente. Y no creo que nada los saque de ahí. Parece que en esto todos han adoptado el mismo patrón