Tras varias encuestas
del CIS y privadas, todas tienen un detalle en común. Más menos dos o tres escaños dan prácticamente
los mismos resultados. Si las intenciones de voto confesadas se mantienen hasta
las urnas del día 27, hemos de contar con lo peor: la pareja Mas-Junqueras,
empujada por las asociaciones ANC y Fórum, procederá a iniciar los trámites de
la «desconexión». Y no será en una aburrida sesión parlamentaria; será en un
gran espectáculo para el mundo. Tampoco será un acto anecdótico; será la
consolidación del mayor problema político de este país de los últimos 40 años.
Será la visualización de un doloroso desgarro y, además, consentido.
¿Cabe alguna esperanza
de que eso no se llegue a producir? Solo una, y no es que el Gobierno invoque
las leyes, los empresarios avisen de graves consecuencias económicas y tantos
analistas califiquen el proceso como una locura. Es que se den estas circunstancias:
que acuda a votar lo que se llama «mayoría silenciosa españolista» a la que se
priva de voz, pero no se le puede quitar el voto; que haya un voto oculto que
no se atreve a confesar que está contra la independencia, y que la campaña
consiga movilizar a los votantes que se abstienen en todas las elecciones
autonómicas, porque los soberanistas están movilizados.
Como todo eso puede
ocurrir, este cronista toma las encuestas como lo que son: la fotografía de un
momento. Tienen un aire provisional como pocas. Todos los políticos catalanes
que he consultado coinciden en ese diagnóstico, lo cual nos aboca a una campaña
dura y de alto voltaje en la pasión y seguramente en la manipulación. Desde esa
provisionalidad, entiendo que las grandes lecciones que se desprenden del
sondeo CIS son:
Se anuncia una batalla
de legitimidad, porque sigue siendo discutible que se pueda organizar la
independencia de un país con el 44 por ciento de los votos; es decir, contra
una mayoría del 56 por ciento del censo electoral calculado.
Alguien tendrá que
estudiar por qué los partidos constitucionalistas no consiguen transformar en
votos la mayoría que la unidad de España tiene en otros estudios de opinión
sobre el independentismo.
Es muy interesante que
Unió no consiga entrar en el Parlament. Significa que la gente no quiere vías
intermedias. La gente está en los extremos, la desconexión o la continuidad,
sin matices.
Y es inquietante, por
no decir alarmante, que el partido que gobierna España no llegue en Cataluña al
10 por 100 y su alternativa socialista esté en el 12 por 100. Que los partidos
de gobierno de España ganen espacio en Cataluña no es solo una cuestión
electoral. Es una cuestión de Estado. La auténtica cuestión de Estado de este
momento crucial.
Comentarios
Se conmemora la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas al mando del duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión Española el 11 de septiembre de 1714, tras catorce meses de sitio. Esta victoria conllevó la abolición de las instituciones catalanas tras la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, en 1716.
El Parlamento de Cataluña declaró el día Fiesta Nacional catalana en su primera ley tras su restablecimiento, en 1980.6 El artículo 8.1 del Estatuto de Autonomía de 2006 declara: «Cataluña, definida como nacionalidad en el artículo primero, tiene como símbolos nacionales la bandera, la fiesta y el himno».7 El artículo 8.3 establece: «La fiesta de Cataluña es el Día Once de Septiembre». Por lo tanto no es una fiesta de pedir nada es fiesta solamente despues me parece bien que decidan su futuro ,ese problema no es mio