José Blanco López es eurodiputado
socialista, para blog de Juan Pardo
Las revelaciones
del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, según las cuales
el Gobierno de Luxemburgo habría firmado acuerdos con cientos de
multinacionales para que se beneficiaran de un régimen fiscal reducido a la
mínima expresión, revisten la mayor gravedad. Por los hechos en sí, por sus
repercusiones en el resto de socios europeos y por quién estaba al frente del
Gobierno de Luxemburgo.
Los hechos en sí
son de extrema gravedad, ya que cientos de empresas que operan en distintos
países de la Unión Europea habrían aligerado su carga fiscal al firmar acuerdos
secretos con el Gobierno de Luxemburgo por los que, a través de complejos
mecanismos de ingeniería fiscal, concentrarían sus beneficios en ese país y
solo pagarían un máximo del 2 % del impuesto de sociedades -o incluso menos-,
cuando el tipo general en el principado se eleva al 28 %. Con ser grave, dado
que se establecerían diferencias entre las propias empresas de Luxemburgo y las
multinacionales, no lo es tanto como por sus implicaciones en el resto de
socios europeos. Porque lo que habría hecho Luxemburgo habría sido drenar los
recursos que deberían haber ido a alimentar las arcas públicas de los países en
que se generaron los beneficios empresariales mediante una competencia fiscal
desleal con los demás socios y ya veremos si, además, ilegal. Porque suena a
dumping fiscal en toda regla.
¿Y quién estaba al
frente del Gobierno de Luxemburgo cuando tales prácticas se llevaron a cabo? La
misma persona que entonces estaba al frente del Eurogrupo y que hoy está al
frente de la Comisión Europea: Jean Claude Juncker.
La misma persona
que, mientras permitía este tipo de prácticas fiscales a su Gobierno, apretaba
a los países en más dificultades para hacer recortes sociales y reformas
económicas que han provocado que Europa se haya convertido en la zona económica
del mundo donde la crisis ha sido más persistente y ha tenido un mayor impacto
en el empleo, provocando un crecimiento de la pobreza y la desigualdad sin
parangón en las últimas décadas. Mientras con una mano apretaba el cuello de
los países más vulnerables, con la otra drenaba recursos absolutamente
necesarios para intentar alcanzar las exigentes cifras de déficit público
impuestas desde la Comisión y el Eurogrupo. Desleal. Incluso, mezquino.
A la vista de
estos hechos, cobra aún más valor la decisión que los europarlamentarios
socialistas españoles tomamos en julio de votar en contra de Jean Claude
Juncker como presidente de la Comisión Europea. Y fueron muchas las presiones
que hubimos de salvar para emitir ese voto. Muchas.
Lo hicimos por
coherencia, porque los socialistas nos habíamos presentado a las elecciones
llamando a un cambio de prioridades y de políticas en Europa. Y aunque es
cierto que las dinámicas en Europa son distintas que en los parlamentos
nacionales y que el proceso de construcción europea siempre ha exigido -y
seguirá exigiendo- el acuerdo de distintas familias ideológicas, no lo es menos
que no se puede aspirar a un cambio real si al frente de la Comisión se situaba
a un persona que había sido motor de la austeridad. Y tras conocer las
revelaciones sobre las desleales prácticas fiscales luxemburguesas, aquellas
prevenciones cobran aún si cabe más sentido.
Que en su
comparecencia ante el Parlamento Europeo Juncker haya tratado de ampararse en
que estas prácticas no son exclusivas de su país y que haya defendido un mayor
avance en armonización fiscal a nivel europeo solo pone de manifiesto el
cinismo de los Gobiernos, especialmente de aquel que él dirigió, ante la
ingeniería fiscal practicada en Europa.
Que se haya
comprometido a inhibirse en la investigación abierta por la Comisión Europea a
su país por este caso no es digno de elogio, es lo mínimo imprescindible. Los
hechos probarán o no el cumplimiento de tal promesa.
Pero lo que no
puede posponerse más, en lo que sobran palabras y faltan hechos, es el combate
contra los paraísos fiscales. Europa debe liderar esa lucha, para lo que urge
dotarse de normas claras para revocar las licencias de aquellos bancos que
faciliten la evasión fiscal y vetar el acceso a las ayudas europeas a las
empresas que la practiquen; urge obligar a las empresas multinacionales a
suministrar información desglosada por países sobre los impuestos pagados, los
beneficios obtenidos y el personal empleado en cada país; y urge imponer a las
empresas el pago de impuestos allí donde se generan sus beneficios.
Es en estos
compromisos, y no en las declaraciones, donde Juncker, la Comisión y Europa se
juegan su credibilidad ante los ciudadanos.
Qué fue del "Campeon"?
ResponderEliminarAhí está el hombre escribiendo sus opiniones. Todas son respetables. Gracias, Marisa.
ResponderEliminarBueno si, el miter x , tambien da conferencias de democracia.. en fin... jaja...besiños Juan .
ResponderEliminarSepúlveda, Rato, Camps, Toxo, Monago, Menédez, Lenin, Aznar, ....también daban o dan lecciones de democracia.
ResponderEliminarAznar?... no es demócrata... por que no lo es?
ResponderEliminarPara mi Aznar, si fue demócrata.Y cuando gobernó yo le critique todo lo criticable, pero para mi es el único que se salva , me demostró que le importaba España y los españoles.Es mi opinión.
ResponderEliminarEs que yo no puedo presuponer las cosas si pretendo ser objetiva, no se si me entiendes.. o yo me explico.
ResponderEliminarBueno, lo que se es que la UE, exigió que no hubiese monopolios... lo otro ya no lo se, si regalo o no, de felipe si recuerdo como expropio por toda la cara Rumasa y se la repartieron entre los amigachos.
ResponderEliminarAdemas ese dinero deberemos pagarlo todos los españoles , cuando nosotros no nos lo hemos quedado.... no tengo ni idea de donde esta ese documento.
ResponderEliminarPor cierto , si hay corrupcion en las Vascongadas........http://ccaa.elpais.com/.../paisvasco/1414588593_682261.html
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