Pedro Sánchez se atrinchera en el búnker de Moncloa, mientras el Gobierno se derrumba sin rendirse.

 


Pedro Sánchez se refugia en el búnker de La Moncloa, mientras el Gobierno se derrumba por las sacudidas de los escándalos de corrupción, de las prácticas mafiosas de los fontaneros de Ferraz, las imputaciones de los tribunales a su familia, amigos, compañeros de partido y ministros. No hay un día de tregua. Se suceden y salen a la luz las fechorías del entorno del presidente que se inmolan en la plaza pública para salvarle el pellejo. La degradación de la política es máxima, mientras la supervivencia de la democracia está en juego.

¿Qué tiene que ocurrir para que Pedro Sánchez se vaya? ¿Cuánta basura queda por aparecer? ¿Cuántas trampas, maniobras encubiertas, atentados a la democracia, a la decencia y al Estado de Derecho siguen bajo las alfombras de La Moncloa?

Y todo, para que Sánchez pueda aguantar hasta 2027, para ganar tiempo y voltear las urnas hasta que aparezcan repletas de papeletas del PSOE. Mientras, la democracia española se agrieta por las continuas sacudidas del Gobierno, por el terremoto de los tribunales repletos de imputados del entorno del presidente.

En apariencia, sin embargo, Sánchez insiste que no “hay nada de nada”. Según él y sus voceros, todo es fruto de los bulos de la ultraderecha, de los jueces prevaricadores, de la UCO antidemocrática y perversa, de los pseudomedios fascistas, del PP, de Trump o de Israel. Todo es mentira. Mientas el Gobierno se desmorona, el presidente alardea de los falsos éxitos económicos, de su liderazgo en energía verde que provoca los apagones, de la mejor red ferroviaria del mundo que se atasca en todas las estaciones, de su mayoría parlamentaria que no pasa de ser una minoría absoluta y la consiguiente parálisis legislativa. El Gobierno no gobierna. Sólo aguanta a la desesperada para que se despeje el panorama. Pero el panorama se llena de nubarrones cada vez más negros y amenazantes. La tormenta perfecta acecha. Y no quedará piedra sobre piedra. Hasta ahora España y los españoles con su trabajo, su esfuerzo y hasta su optimismo han aguantado las estructuras del país para que no se venga abajo. Pero no deja de ser un espejismo. Pues las Instituciones que sostienen el Estado están siendo minadas hasta los cimientos. En efecto, no hay un día de tregua. Y, en efecto, a este paso, Sánchez no dejará piedra sobre piedra. Pero, algún día, terminará sepultado bajo la basura, la corrupción, las mentiras y los atentados a la democracia.

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