El resultado de las
elecciones Paso en Argentina siguen abriendo debates en otras partes del mundo.
Y es la prensa internacional la encargada de llevar adelante análisis sobre
cómo se ve la victoria del kirchnerismo en las votaciones del pasado domingo 11
de agosto.
En una nota titulada
"Cuando los pueblos aman a sus propios ladrones", Rosell habló de
"masas ideologizadas indulgentes con la corrupcción peronista" en
Argentina, y las compartó con la "cleptocracia organizada tantos años por
el 'virrey Jordi Pujol" en Cataluña.
"Ciertamente,
Argentina, siendo un país pródigo en recursos, se ha entregado de hoz y coz a
un peronismo que ha obrado un sistema clientela y corrupto que no sólo la ha
depauperado lastimosamente, sino que la ha hecho tan solipsista como para no
percatarse de la naturaleza y de la gravedad de sus males",
"La atinada ponderación
de Borges sobre la incorregibilidad peronista cabe extenderla a buena parte de
los argentinos, aunque no se adscriban a este movimiento, si bien se comportan
como tales".
Y no ahorra calificativos
para Mauricio Macri. "En el combate que libra en pos de su pervivencia
política, Macri enciende la chimenea del gasto electoral haciendo fuego con los
pesos de los Presupuestos del Estado".
"En su agonía, ha
claudicado a la tentación populista vendiendo su alma al diablo y ya se sabe
cómo se cobra éste sus deudas de juego"
Cuando los pueblos aman a
sus propios ladrones
La atinada apreciación del
maestro Borges de que el peronismo era incorregible no ha sido enmendada por el
tiempo; al contrario, se ha visto reforzada y revaluada hasta resultar una
moneda común más solvente que el cíclicamente depreciado peso argentino. Tal
ponderación hizo fortuna nada más salir de labios del genio. Ello dio pie a una
festejada anécdota. Con su vista ya irreversiblemente perdida, un gentil
paseante se ofreció a ayudarle a cruzar una confluida avenida bonaerense.
Avisado su inesperado lazarillo sobre lo que la celebridad opinaba de los
peronistas, se sintió obligado a prevenirle de su condición de tal:
"Disculpe maestro, pero le tengo que advertir que soy peronista". Con
una sonrisa bienhumorada, éste repuso: "¡No se preocupe, joven! Yo también
soy ciego".
Ciertamente, Argentina,
siendo un país pródigo en recursos, se ha entregado de hoz y coz a un peronismo
que ha obrado un sistema clientelar y corrupto que no sólo la ha depauperado
lastimosamente, sino que la ha hecho tan solipsista como para no percatarse de
la naturaleza y de la gravedad de sus males. Empero, la atinada ponderación de
Borges sobre la incorregibilidad peronista cabe extenderla a buena parte de los
argentinos, aunque no se adscriban a este movimiento, si bien se comportan como
tales.
Siendo peronistas sin
saberlo, le dan la razón al general Perón, a tenor de la contestación que le
dio a un periodista extranjero que le inquirió sobre las querencias políticas
de sus compatriotas. Tras pormenorizarle la existencia de radicales,
socialistas, comunistas, fascistas..., su entrevistador le objetó: "Pero, general,
¿dónde se deja usted a los peronistas?", a lo que el caudillo refutó:
"Ah, no, peronistas somos todos".
Así lo parece atendiendo a
la historia del país desde los años 40 cuando Perón prohijó una causa populista
en la que Podemos tiene una fuente de inspiración por medio del filósofo
postmarxista bonaerense Ernesto Laclau, autor de La razón populista, y a la
amplia victoria cosechada por su candidato, Alberto Fernández, en las
elecciones primarias de hace una semana, lo que aventura el retorno peronista a
la Casa Rosada tras los comicios decisorios de octubre.
De refrendarse las
expectativas, el liberal Mauricio Macri supondría un nuevo paréntesis en el
cuasi monopolio del poder por parte del movimiento auspiciado por quien
entendía que "nosotros proclamamos los derechos sociales" y "las
cuestiones actuariales que las arreglen los que vengan dentro de 50 años".
En justa correspondencia, la primera dama, Evita Perón, enardecía a las masas
al grito de "¡ustedes tienen el deber de pedir!", mientras cavaba la
ruina argentina y ponía su fortuna al buen recaudo suizo, sin merma de la
confianza de un pueblo enfebrecido con sus mentiras alzadas en verdad oficial.
Ya el retórico Gorgias confió a Sócrates su experiencia de que cada vez que
arribaba a una ciudad con su hermano para que les confiasen su salud, siempre
escogían a él, un sofista, y no a su consanguíneo, médico. Acumuló una fortuna
tal como para autoerigirse una estatua de oro. Invariablemente, curanderos y
milagreros siempre prosperan en épocas de turbación.
Ante este estado de cosas,
el ingeniero Macri tendría, eso sí, el honor de ser el primer gobernante no
peronista que culmina su mandato desde 1928 tras heredar una situación límite
con un Estado plagado de clientelismo, despilfarro y corrupción, como si fuera
la forma de ser de los argentinos. Aparecían entonces las calles bonaerenses
cubiertas de graffitis con Cristina Kirchner interpelando a los viandantes con
el dedo índice junto a la leyenda La culpa es tuya... vos me votaste. Incluso
para el peronismo más recalcitrante entrañaba una gran incomodidad adherirse a
la diarquía multimillonaria del matrimonio Kirchner hablando del hambre para
abanderar a los desheredados que ellos producían con su nefanda política y sus
mangancias al por mayor. Por más que los argentinos tengan asumido que nadie se
hizo rico allí con su trabajo desde la eclosión del peronismo, incluso el abuso
tiene un límite.
Olvidando su historia y
condenados impenitentemente a repetirla como Sísifo a arrastrar la roca
pendiente arriba, la artífice de aquel "país sensacional"
-"sensación de inseguridad, sensación de crisis, sensación de recesión, sensación
de incertidumbre"-, al tiempo que es juzgada por sus latrocinios, retorna
a la vida pública al cabo de cuatro años de dejar la Casa Rosada por la puerta
trasera. Lo hace como vicepresidenta en la candidatura que ha derrotado sin
paliativos a un perplejo Macri, quien además puede verse tragado por la ola
gigantesca que ha desatado el tsunami electoral. Paradójicamente, a la hora del
adiós, intenta atajar contrarreloj con medidas de corte claramente peronista
que desmienten su trayectoria liberal, lo que refrendaría la generalizada
impresión de que todos los partidos argentinos son, en esencia, peronistas. En
el combate que libra en pos de su pervivencia política, Macri enciende la
chimenea del gasto electoral haciendo fuego con los pesos de los Presupuestos
del Estado. En su agonía, ha claudicado a la tentación populista vendiendo su
alma al diablo y ya se sabe cómo cobra éste sus deudas de juego.
Es tal la omnipresencia del
peronismo que, durante la Guerra de las Islas Malvinas, hubo argentinos que, al
modo de los afrancesados de la España napoleónica, ironizaron con que había
sido una buena idea desafiar al Reino Unido para ver si, en represalia, los
invadía y erradicaba la corrupción institucional de un país acostumbrado a
robarse a sí mismo. Pero, claro, ya ni siquiera la Inglaterra del Brexit
liderada por el populismo ramplón de Boris Johnson, buen biógrafo de Churchill
pero pésimo heredero de sus enseñanzas, tiene nada que ver con aquella otra de
Margaret Thatcher que sí fue, por contra, epígono del estadista británico por
excelencia.
En este sentido, se diría
que, al cabo de 40 años de aquel conflicto destinado a enmascarar los problemas
de la Dictadura, ambos países confluyen en parejos populismos que eluden las
consecuencias de sus acciones echándolas a rodar por tejados ajenos. [Por ello,
fue gratificante escuchar un discurso de investidura tan en las antípodas de la
nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, pregonando la bajada de impuestos y
el impulso a la libertad económica. Bases de la autonomía del espectacular
desarrollo frente al declive de la Cataluña fuertemente intervenida por el
nacionalismo o de otras regiones en manos de la asfixia fiscal de la izquierda
estatalista. No obstante lo cual, a nadie se le escapa de lo hercúleo de la tarea
de la novel Ayuso timoneando una coalición frágil y remando a contracorriente
de un eventual Gobierno de la nación de izquierdas supeditado a podemitas e
independentistas.
No cabe duda de que
Argentina es una catástrofe de la mala política. Pero el peronismo no se
circunscribe allende los mares, sino que se manifiesta aquende al registrarse
igualmente lo que el gran intelectual mexicano Gabriel Zaid denomina
"verdad por afiliación" y que, traducido en parámetros ideológicos,
supone "tengo razón por declararme de izquierdas, en vez de serlo por
tener razón". Ello origina masas ideologizadas comprensivas e indulgentes
con los corruptos hasta extremos groseros.
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