Un día sí y otro también, siguen
llegando inmigrantes por oleadas, saltando o intentando saltar vallas dobles
con pinchos / concertinas imposibles y presuntamente infranqueables,
aventurándose en pateras o en botes neumáticos casi de juguete. Cientos,
miles de subsaharianos, los más fuertes y preparados de cada casa que
salieron de su país y atravesaron el Sáhara quizás hace cinco años, incluso más
y que tras una penosa espera llena de privaciones en el Un día sí y otro
también, siguen llegando inmigrantes por oleadas, saltando o intentando saltar
vallas dobles con pinchos / concertinas imposibles y presuntamente
infranqueables, aventurándose en pateras o en botes neumáticos casi
de juguete. Cientos, miles de subsaharianos, los más fuertes y preparados
de cada casa que salieron de su país y atravesaron el Sáhara quizás hace cinco
años, incluso más y que tras una penosa espera llena de privaciones en el Monte
Gurugú sin apenas nada, egresarán del mismo tratarán de llegar a una
decadente pero ciertamente atractiva Europa. Llegan heridos, ateridos de frío,
pero casi todos, una vez en suelo europeo muestran su alegría sin ambages,
algunos hasta se inclinan y lo besan mientras, alegres como si hubiesen batido
el récord de los cien metros, hacen señales de victoria ante cualquier
presente con los dedos índice y corazón.
El fenómeno se agudiza
cíclicamente cuando los países del Norte de África relajan los controles,
obviamente de forma premeditada, para obtener ventajas de Europa a cambio de
controlar desde el origen la presión migratoria y sin demasiada delicadeza en
el trato. Tanto el Monarca Alauita actual como su padre han manejado con
maestría siempre estas situaciones “Si queréis control, soltar la pasta”
Realmente es aquí donde se puede plantear el problema
de la razón de estado y la razón moral, como tal, individual. La razón de
estado es un concepto ya proveniente de El Príncipe de Maquiavelo
(que se dice que escribió la obra sobre el modelo de Fernando el Católico). La
idea filosófico-política es que la moral de las acciones de Estado es distinta
de las razones morales individuales. El Estado tiende a proteger el
interés colectivo de la población bajo la premisa de que sus dirigentes,
además, desean perpetuarse en el poder.
O sea, una acción violenta, que
desde el punto de vista individual será probablemente inmoral si no es que se
trata legítima defensa, será moral y legal si es una decisión que adopta el
Estado en determinadas ocasiones. La razón de estado mueve pues a los
gobernantes a tomar decisiones de interés público general pasando por encima de
objeciones morales, razones que suelen basarse en la seguridad pública tanto
interna como externa, el bienestar social o, simplemente, el deseo del
gobernante de mantenerse en el poder.
De modo que la razón de estado plantea a
menudo una seria controversia entre actividad estatal y principios morales
individuales y se tratan de establecer parámetros justificativos distintos
intentando separar nítidamente una y otras, argumentando que los
principios morales individuales no son válidos como criterios de quien
gobierna. Se independiza la razón de estado de la razón moral, convirtiéndose
en conceptos autónomos de tal modo que el político se despreocupa.
Si admitimos que es una realidad y que
probablemente puede existir cierta justificación, el límite de la razón de
estado es muy delicado. ¿Hasta qué punto el Estado puede llevar a cabo acciones
cuasi delictuosas? Así, es muy fina la línea entre la justificación de una
intervención en una guerra, en la existencia de organizaciones como los GAL, en
la existencia de servicios secretos con carta blanca, en perseverar en la
existencia de “Guantánamos” (que el “nobelizado” de la Paz
preventivamente, Obama, dijo que iba a suprimir y aún está ahí), en
sistemas integrales de interceptación de comunicaciones de millones de
ciudadanos, en que existan fondos reservados de libre disposición para acciones
poco confesables o para que los servicios secretos de cualquier país occidental
decidan “prescindir” de algunos elementos peligrosos. O, por lo que viene al
caso, a establecer todo tipo de barreras a la inmigración.
Se genera a partir de ahí una suerte de
esquizofrenia que necesariamente surge confrontando la razón de estado, basada
en la preservación del sistema europeo de bienestar, con la ayuda humanitaria a
dispensar a los desposeídos. El Estado por una parte pues, trata de evitar por
todos los medios que entren inmigrantes en Europa colocando vallas infranqueables,
controlando fronteras y vigilando el mar bajo la razón de estado de mantener el
estado de bienestar europeo, que no podría soportar una inmoderada
avalancha migratoria si se abren totalmente las fronteras, que supondría, sin
duda una quiebra del sistema de bienestar social. Y por otra parte las
personas, llevadas por razones morales individuales desarrollan la compasión y
ayudan a los recién llegados como voluntarios de diversas ONGs.
Conflicto moral irresoluble, se da
traslado a los propios individuos. Así, un ciudadano puede pensar que hay que
acotar la entrada de inmigrantes y justificará vallas y controles y
mientras, tratará de ayudar como ser sufriente al subsahariano ilegal que
tiene al lado en su barrio.
Conviene por lo tanto no hacer demasiada
demagogia al respecto, salvo asumir y aceptar que pudiera venir cualquiera de
cualquier parte y que los recursos europeos los compartiremos todos los que
estemos, aunque todos seamos, todos, mucho más pobres y tengamos muchos peores
servicios. Si bien es lo que aconsejaría la moral individual de cualquier
persona, dudo que esto sea asumible por la inmensa mayoría de europeos
salvo para un mínimo porcentaje de personas. Leo en el Programa del partido
político español, neocomunista y probolivariano, lo siguiente:
Derecho a tener derechos. Reconocimiento
del derecho de los y las emigrantes. Prohibición de los CIES.
Anulación de los programas contra la inmigración FRONTEX y EUROSUR. Fin de la
llamada “Directiva de la vergüenza”. Eliminación de las vallas
fronterizas anti-persona y del SIVE. Fin de la política de externalización de
fronteras. Fin a los vuelos o barcos de deportación de inmigrantes. Red de
acogida integral que atienda a las víctimas de “trata” de seres humanos,
especialmente en los sectores en los que son especialmente explotados
(cuidados, prostitución): redes transnacionales de cuidados y sus especiales
sufrimientos en la frontera sur. Luchar contra particulares y empresas que se
aprovechen de la condición de los inmigrantes para ofrecer peores condiciones
laborales…”
Un último inciso que me venía a la mente
y no debo dejar de hacer a propósito de las avalanchas migratorias en forma de
pateras: son los Ayuntamientos quienes dan una primera atención
humanitaria a todos estos inmigrantes, alojándoles en polideportivos
municipales y poniendo en funcionamiento sus propios recursos locales de todo
tipo. Me pregunto si es esta una competencia de las enumeradas en
la Ley de Bases en la reciente reforma operada por la LRSAL. Me temo que no
existe ningún tipo competencial tipo “atención de inmigrantes llegados en
pateras” y no por ello se debe ni se puede dejar de hacer. Sr. Montoro,
debería usted pensar un poco mejor algunas decisiones. O firmar convenios
con los Ayuntamientos, con dineros por delante, para compensar estos
gastos.
Esto si que es muy serio y sin aparente solución
Una vez que los desheredados se encaminan a la frontera está servido un conflicto moral de difícil solución, pero la cuestión es bastante más compleja...........Los países "civilizados" están arruinando las economías africanas y enzarzando a los pueblos para obtener materias primas....Los ciudadanos europeos vivimos tranquilitos, criticando hipócritamente las barbaridades de las fronteras, pero no hacemos lo que nos correspondería como seres humanos medianamente solidarios y conscientes de que nada de lo que suceda en cualquier esquina del mundo nos es ajeno.....Y el capital sigue haciendo de las suyas, diseñando un mundo donde las mercancías transitan libremente, mientras cada vez se erigen más fronteras para las personas......O nos depertamos pronto, o dentro de poco, todos esclavos del capital.
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