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La Princesa Jésica, la virreina Yoly, la duquesa de Galapagar y la sultana andaluza (las moteros) por amor platónico al NOVIO de Ayuso....¡¡ARREMETEN¡¡.

 Caso Ábalos: Jessica Rodríguez contradice las evidencias policiales por  corrupción

Jésica Rodríguez y el Sultán Ábalos paseando por las calles de la República Dominicana.

El escándalo del 'caso Koldo' ha salpicado a varias personas desde que se salió a la luz. Entre estas, una de las figuras más polémicas ha sido la "amiga íntima" del exministro José Luis Ábalos, Jéssica Rodríguez García

La joven, supuestamente, acompañaba a Ábalos en viajes oficiales y vivir en el lujoso piso que, según la Unidad Operativa de la UCO, se pagaba con dinero de 'la trama'. Asimismo, antes de gozar de los beneficios de su relación cercana con el exministro de Pedro Sánchez, la joven  tenía un estilo de vida  completamente diferente.

El novio de Ayuso es el hombre sin nombre, como Feijóo es el hombre sin gafas y Mazón es el hombre sin futuro. Algo de hombres sin atributos, como la famosa novela, tienen los hombres del PP, e incluyo al novio de Ayuso porque, junto a Mazón, es lo más PP que tiene ahora Sánchez para ir tirando. El novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, no ha llegado al corazón ni al santoral de la gente, como sí ha llegado la Jesi de Ábalos, auténtica musa de lo español, como una piconerita de Romero de Torres. A la Jesi la tenemos ya en el relicario de las morenas rubias, en el altar de las falsas primas y las falsas estudiantes, en la lista del marqués de Leguineche y colocada en el presupuesto público como en una taquilla de taller mecánico. Pero el novio de Ayuso, aunque siga p'alante en los juzgados con sus cosas oscurillas o ambiguas, no nos termina de cuajar como icono. Quizá porque ningún icono cuaja al lado del icono que ya es Ayuso, o quizá porque la Jesi es una princesa, una entre millones, como la Dulcinea de Madrid, y el novio de Ayuso sólo parece un empresariete de Pantomima Full, o sea todos, cualquiera y ninguno.

 La pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Alberto González Amador, saliendo de declarar ayer de los juzgados de Plaza de Castilla. | EP

El novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, va a ser investigado por la Audiencia Provincial de Madrid por más delitos, aparte de los que tienen que ver con Hacienda y, añado yo, aparte del delito de ser confundible o accesorio, como un broche de salamandra o un gorrito con pluma que se pusiera Ayuso a juego con sus ojos color pluma de ave verde. El novio de Ayuso revoluciona la Fiscalía, la Prensa del Movimiento y nuestro Despacho Oval, que no existe pero debería existir sólo para que Sánchez lo llenara de espejos y le pusiera bola de discoteca, como un picadero. Y sin embargo, no nos termina de llenar la vista, ni la conversación, ni la columna, y eso me parece injusto. Yo creo que el novio de Ayuso debería estar en ese podio nacional, como de vuelta ciclista, donde están los políticos con vicio de poder o de Lolita, los enchufados en todos los escalafones y los empresarios aventureros o sospechosos.

El novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, es tan español y tan folclórico como la Jesi, alguien que ha trazado su camino al éxito a pesar de o gracias a toparse con una oportunidad, una triquiñuela, una perita, un sapo o un entramado de empresas (hay gente que nunca en su vida se ha topado con un entramado de empresas y a mí me parecen no ya pardillos sino antiespañoles, como si nunca se hubieran topado con el camión del butano). Uno no va a juzgar ni prejuzgar delitos ni inocencias, pero igual que parece antiespañol no irse con un ministro a Segovia, que para eso están los ministros, me parece antiespañol ser perito agrónomo o funcionario de correos o poeta de buhardilla pudiendo ser uno de esos empresarios que están entre Hacienda y la Audiencia Provincial como entre Pinto y Valdemoro. Quiero decir que el riesgo de comer con Ábalos o el riesgo de que tu audacia empresarial se convierta en delito, además de ser riesgos equiparables en romanticismo y en ganancia, son riesgos asumibles, son riesgos deseables, son riesgos como de torero o bandolero español.

El novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, quizá no tiene una iconografía tan potente como la Jesi, entre española de Mérimée y querida de estanco, entre musa goyesca y musa del pelotazo. El novio de Ayuso quizá es más indistinguible que representativo, porque cualquiera de ésos que se baja del coche apepinado con llantazo podría ser financiero o aparcacoches, concejal de urbanismo o gigoló de Benidorm, directivo de la Federación de Fútbol o ex Gran Hermano. Pero aún es paradigmático, y no tanto por estar con un político por amor o por gravedad sino, ya digo, por esa elección tan española del riesgo. Una ponía el muslo como la taleguilla y el otro ponía sus números en los negocios como jeroglíficos, los dos con revolera y santiguada. Terminar en los juzgados quizá es necesario para el verdadero éxito, porque estar ahí y salir inocente es la mejor prueba de que has jugado al límite, hasta el arañazo en el muslo o el arañazo en el Lamborghini.

Otra cosa es lo que pueda pasar con Ayuso si el empresario, además de macarra, resulta un delincuente, no porque lo digan los ministros con hisopo sino porque lo diga un tribunal"

El novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, en realidad no tenía ni Lamborghini, o sea que al pobre le iban encasquetando delitos, confesiones y hasta coches de hortera que no eran suyos. La verdad es que su coche era un Maserati, que es igual de hortera y de español (el haiga es lo primero que se compran aquí los tiesos, sean maletillas, concejales, futbolistas o raperos, y por eso hay ciertos lujos que huelen a tieso, y a veces a pelotazo). Pero esto nos demuestra que al novio de Ayuso no le respetan la personalidad, le cambian la condición procesal, le cambian el coche, le cambian los atributos y le cambiamos hasta la cara, que a ver quién lo reconoce en el Madrid de un millón de empresarios de éxito y acelerón y otro millón de fracasados que lo fingen. Sólo cuando va con Ayuso nos fijamos en él y hasta se fija Sánchez, claro.

Al novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, lo van a investigar por más delitos, y aquí eso es triunfo seguro, porque si ganas triunfas por temerario y si pierdes triunfas casi más por sinvergüenza. Claro que aquí los temerarios y los sinvergüenzas abundan, y por eso no termina de cuajarnos el personaje como singularidad, porque no se sale del cliché, que hasta la Jesi se sale un poco del cliché con su encantadora odontología de Cenicienta odontóloga. Otra cosa es lo que pueda pasar con Ayuso si el empresario, además de macarra, resulta un delincuente, no porque lo digan los ministros con hisopo sino porque lo diga un tribunal. Supongo que veríamos a Ayuso un poco viuda de sí misma, excusándose con la ceguera o con la ignorancia, como una infanta. Pero ése es otro asunto. Al novio de Ayuso, que ahora miro el nombre, yo sólo quería darle el espacio que merece, junto con el resto de tópicos de amores y dineros españoles y junto con el resto de hombres sin atributos o sin futuro del PP.

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