Vox se autodenomina contrario a las autonomías, eroescética.... pero se presenta a las elecciones. A la pregunta de si va a
continuar en Andalucía, Macarena Olona ha dicho que es una soldado y que su
designio lo marca Dios. No está mal que una política tenga fe, incluso que la
profese públicamente. El asunto es que Vox está adquiriendo un tono integrista,
propio del mesianismo político, que asusta.
Mucho hemos hablado del
complejo de superioridad moral de la izquierda, dedicada a darnos lecciones
sobre nuestro pensamiento y comportamiento, acerca del pasado, la mezquindad
del presente, y el futuro maravilloso si seguimos su dictado. Es esa izquierda que
se cree mejor que el resto de partidos y que la sociedad entera, que sueña con
una ingeniería colosal que cambie todo. Son los que aspiran a una legislación
sin fin y a un Estado omnipresente para ahormar al pueblo a «la verdad».
No hay diferencia con Vox,
al menos con la parte que ahora hemos visto en la campaña andaluza y su resaca.
Cada vez es más evidente ese poso de supremacismo: son mejores personas y
españoles, más patriotas, sabios y trabajadores, y, por supuesto, guardianes de
la moral. Son cristianos de los que no ofrecen la otra mejilla, ni muestran
caridad, ni amor fraternal o tolerancia, sino todo lo contrario. Son los
entorchados de la Reconquista, que consideran que quien no aporta, estorba.
juanpardo15@gmail.com
Es de diagnóstico clínico
asegurar que se los margina porque luchan contra «el mal», al cual identifican
con la interrupción del embarazo, las autonomías, el globalismo, el feminismo,
la educación sexual en los colegios, la homosexualidad y el ecologismo. Dicen
que dan la «batalla cultural», confundiendo el grito y la sobreactuación con el
debate.
Lo peor está en que
identifican como transmisores del «mal» a un 90% de la población. Ellos son el
bien y vienen a corregirnos. ¿Cómo quieren hacerlo? Lo dice Francisco J.
Contreras, diputado de Vox, en su libro Una defensa del liberalismo
conservador. La solución que da es propia del comunitarismo estatista: más
Estado y más legislación para hacer ingeniería social de derechas. Se trata de
reconstruir la sociedad hecha añicos por los liberales y los progresistas, dice
el diputado, que han demolido la moral a través de la educación y los medios de
comunicación.
Estos de Vox creen que son
los guardianes de la moral social, catalogada por ellos, claro, y fundamentada
en su visión del cristianismo. De esta manera, el régimen político debe tener
como fundamento, casi como carta fundacional e inspiradora, la moral cristiana
interpretada por Vox. Por tanto, están en una cruzada, porque liberales y
progresistas, ese resto despreciable, han sustituido la moral social por la
moral individual y la conciencia propia, por el relativismo y la búsqueda del
placer.
¿Cómo no sentir una
superioridad moral? Los demás somos chusma porque ejercemos nuestra libertad,
que es algo personal, no colectivo, y mucho menos al dictado de unos mesías.
En este delirio de
ingeniería social integrista cabe cualquier intensidad estatal y legislativa,
incluso llegando a la tiranía, para deshacer el presente. Aspiran a dictar toda
la legislación y el Estado coactivo que sean necesarios para crear un hombre y
una sociedad nuevos que reconstruyan sobre una moral social oficial lo que
nunca debió perderse por obra y maldad de liberales y progresistas.
Si por el camino se pisotean
las libertades y los derechos de los demás, se siente, incluso se justifica
porque son servidores del «mal». La verdad es que es el mismo mecanismo mental
de Irene Montero, por ejemplo, o de Pablo Iglesias y el resto de podemitas.
La consecuencia lógica de su
planteamiento da más miedo. Si la libertad que defiende Vox está marcada por la
moral social que procede de Dios, ese partido es la voz de Dios en la Tierra.
¿En serio? ¿Hemos vuelto a Pío IX, a lo más ruín del siglo XIX? De esta manera,
sus políticos se creen investidos de una misión tan patriótica como divina:
reconstruir España y restablecer la moral de Dios.
Como cristiano siempre he
pensado que el laicismo, la separación de la Iglesia y el Estado, de la fe y de
lo público, es el fundamento de la libertad. Lo contrario me parece un
argumento autoritario. El mesianismo político es muy mala compañía de la
libertad, y nunca depara una democracia. En su mentalidad, la libertad solo se
entiende si tiene un función social para un bien común que debe dictar un Gobierno
patriótico, no progre ni liberal. Esa es su misión: salvarnos de nosotros
mismos.
Con tal alta misión no
acaban de comprender el motivo de su batacazo en Andalucía. Esperaban 25
escaños y mandar en la Junta andaluza, y resulta que han subido solo dos y no
pintan nada. ¿A qué lo achacan? A los andaluces, que no han entendido nada, y a
una gran conspiración mediática para que Vox no ganara.
Olvidan un detalle, y es
que, siguiendo su razonamiento pueden no haber ganado las elecciones por un
designio divino, que es el criterio que seguirá Olona para decidir su futuro
político. Quizá Dios, en su infinita sabiduría, ha preferido para esta
maltrecha España que ganara una opción moderada y tranquila, que ha hecho en
Andalucía una auténtica Transición sin sobresaltos. Es posible que Dios haya
querido que los españoles nos libremos ya de tanto grito y trazo grueso, y haya
impulsado a los electores a despreciar a los populistas de ambos extremos.
Por concluir. Vox y España
necesitan un poco de cordura y moderación, y que sus políticos se bajen del
pódium moral en el que ellos solos se han subido. Es ridículo, por ejemplo,
hablar contra las autonomías y presentarse a las elecciones autonómicas con el
propósito de gobernar. Es patético combatir a la izquierda en nombre de la
libertad predicando la intolerancia. Es insultante hablar en nombre de Dios
para excluir a los demás. No nos hacen falta salvadores, porque un liberal se
salva solo. A ver cuando se enteran.
juanpardo15@gmail.com
Y eso que vox ha obtenido dos diputados más.. que si los llega a perder a saber que diría vd. Saludos crack.
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