Todos recordamos que la izquierda captaba "clientes" con aquello de los poderes fácticos: Iglesia, Ejército, bancos, etc. Siguiendo el análisis marxista describían el
Gobierno como una junta de accionistas de esos poderes y España como su empresa.
Ahora nos marean con las élites, fase superior de la casta. Ya no hablan de
lucha de clases sino del choque entre el poder oculto y la gente. Sigue en la
onda aquella teoría de Gaetano Mosca, según la cual existen dos clases de
personas: los gobernantes y los gobernados, y ni siquiera mandan del todo los
primeros, porque por encima de ellos hay una oligarquía, un cártel, una banda
que decide.
Los de Unidas Podemos
quieren poner de una puta vez el bullarengue en los sillones del Consejo de
Ministros con un programa común de la izquierda. Han sacado casi cuatro
millones de votos y 42 diputados, y parecen imprescindibles. Pero como ya
conocen a los socialistas, temen que empiecen el juego de tahúres y prefieran
algo improbable, una gran coalición con Ciudadanos. "Será señal -escribe
Juan Carlos Monedero- de que el PSOE vuelve a escuchar a las élites".
Hacen bien en no fiarse de
sus futuros socios aunque Pablo Iglesias, que ha moderado sus opiniones respeto
a los socialistas, teme que sean las élites las que impidan su entrada en el
Gobierno. Está convencido de que sigue ese dominio invisible y tenebroso, un
conjunto de empresas y de medios de comunicación, con tipos que controlan las
puertas giratorias, eléctricas y multinacionales, que mandan más que los diputados
y los ministros. Repite su teoría estos días, cuando el Partido Socialista ha
vuelto a mandar y podría ocurrir, como ha ocurrido siempre que llega a Moncloa:
que gire a la derecha. Ya lo hizo Felipe González cuando sacó 159 diputados y
en vez de pactar con IU llegó a acuerdos con el Pujol de la corrupción.
Que no culpe Pablo Iglesias
a las élites de lo que hagan los políticos. ¿Acaso no ha descubierto aún que
Pedro Sánchez manda en este momento más que Napoleón y más que su propio
partido? Con el BOE en la mano, como un revólver, puede hacer bailar a
banqueros, empresarios del Ibex y a los ejecutivos de las multinacionales como
hacían los pistoleros del Oeste con los que estaban en la barra del salón. ¿No
se ha quedado ya con la copla de que los verdaderos poderes fácticos son hoy
los dirigentes de los partidos políticos? Aquellos personajes en la sombra del
Consejo Empresarial de la Competitividad han terminado dejando billetes Bin
Laden en los cepillos de las iglesias.
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