El ancestro de los hijos de los independentistas viene determinado por su índice de criminalidad. No es que todos los catalanes "maten" d frustración, lo hacen por lecciones mal aprendidas, ira y gozo.
El desafío independentista ha sido una deslealtad
constitucional que ha causado un daño grave al interés general de España y ha
justificado sobradamente la aplicación del 155. Fue un proceso deliberado, por
lo que no son fácilmente asumibles las retractaciones de tres protagonistas en
el Tribunal Supremo realizadas para obtener la libertad. Bienvenidos sean los
pronunciamientos de dirigentes de organizaciones sociales que alimentaron la
marcha hacia una declaración de independencia al reconocer ahora que el único
referendo válido para la independencia es el que convoque el Gobierno de España
y que en todo caso la secesión solo se puede conseguir dentro de la ley; o que
el exconsejero de Interior prometa renunciar al escaño para el que ha sido
elegido si el futuro Govern mantiene la vía de la unilateralidad. Nulo crédito
merece sostener que la declarada por el anterior era simbólica; además de
inconstitucional es burlarse del Estado.
Todo eso deberían decírselo a los ciudadanos que animaban a respaldar el
procés en la calle y en las fraudulentas urnas. Y no solo ellos; también
Puigdemont y Oriol Junqueras. En el menos malo de los supuestos, deberían
reconocer el importante error de cálculo de creer que el Estado accedería a una
transacción que ningún gobierno puede respaldar. Por eso los promotores han de
estar a lo que les corresponda; no por defender una idea -no todo es cuestión
de pasta- sino por vulnerar la legalidad que justifica los procesos judiciales.
Aunque no sea necesario acudir a fuente alguna de autoridad, lo expresó de un
modo rotundo un padre de la Constitución, Miguel Herrero, en la comisión sobre
su posible reforma. No hay vías al margen de la Constitución salvo su reforma,
corroboró Miquel Roca.
La intentona separatista ha dividido a la sociedad en
Cataluña en perjuicio de la convivencia diaria y, lo que es una sardónica
paradoja, ha tenido un efecto devastador para el propio nacionalismo y el
catalanismo. Un enorme retroceso. Nada más revelador que la presencia en la
citada comisión del que fue fundador y representante en el Congreso de la
extinguida Convergencia y Unió. Puedo testimoniar su influyente participación
para que Cataluña tuviera un cómodo lugar en la Constitución, aprobada allí por
el 91,09 % de votos con una participación del 67,91 %. La singularidad,
recordó, no genera privilegios; hace respetar al diferente.
El posible encaje
del problema catalán se retrasa. Herrero lo expresó con crudeza: no se puede
premiar a los delincuentes; la acción criminal no puede ampararse en que la
otra parte haya cometido errores. Los gestos de proximidad, comprensión y
sensibilidad, ámbito propio de la política como complemento aconsejable de la
necesaria aplicación de la ley, aludidos gráficamente por Roca para reorientar
el problema, quedan también lastrados por el devastador procés, con
independencia de lo que ocurra en el nuevo Parlamento.
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