Con Pedro Sánchez, el PSOE, siempre queda peor de lo que estaba. Ocho meses lleva de primarias….y las pierde.
Después de bajar la barrera
de los 100 diputados, haberse convertido en un partido irrelevante, soso,
amuermado y haberse aliado compulsivamente con los populismos y etarras para amarrar algún poder y a cualquier precio,
alentado por las continuas elecciones primarias, ocho meses lleva de primarias
y, al final ha perdido. El PSOE es, sin
matices ni paliativos, un partido pírrico Que ocasiona grave daño al
vencedor y casi equivale a una derrota. Porque en todas sus frecuentes
contiendas -internas o externas, gane o pierda, y se compacte o fragmente-
siempre queda peor de lo que estaba. Hoy está peor que ayer, pero mejor que
mañana.
Y en tales circunstancias se
puede comprender que, siendo pírrico el partido, también sean pírricas las
primarias, donde lo más probable es que Susana Díaz pierda más de lo que gana,
mientras Pedro Sánchez gane más de lo que pierda. O viceversa, claro. Por eso
cabe adelantar un diagnóstico casi infalible de esta guerra fratricida que
absorbe todas las fuerzas y pensamientos de los socialistas españoles, mientras
el resto del mundo -la UE, Donald Trump, el papa Francisco, Rajoy, Angela Merkel,
May, Maduro, Le Pen, Putin, Kim Jong? un y Carles Puigdemont- se juegan su futuro
en retos y debates escalofriantes.
Ese diagnóstico es que el
candidato que gane no tendrá fuerza ni legitimidad para evitar la ruptura del
partido y para definir un programa y una estrategia aceptados por todos;
mientras que el perdedor no tendrá más remedio que echarse al monte, para
lamerse las heridas y, en nombre de la militancia, jurarle odio eterno al
tramposo que ganó las primarias vendiéndole al diablo el alma del PSOE. Carece
de sentido que, para sortear los efectos de una indignación magmática y
obcecada, se obligue a la militancia -también indignados- a tomar decisiones de
calado estratégico insondable.
Tampoco se puede entender
que la persona llamada por «los históricos» a devolver al PSOE su condición de
alternativa, haya llegado tarde, mantenga un discurso anodino y tópico y
permita que, mientras ella predica un partido ganador, el PSOE oficial siga
haciendo maniobras -en el Parlamento y en la calle- para ensayar la voladura
del sistema, para poner en crisis la poca gobernabilidad que nos queda y para
forzar el adelanto de las elecciones que deben certificar su derrumbe. La
crisis política de la España actual es, en realidad, la crisis del PSOE, de su
desorientación estratégica y de su caos organizativo.
Todo indica que esta deriva
no va a detenerse hasta que un desastre prolongado del sistema y de la gestión
democrática fuerce una catarsis de enormes costes e inciertos pronósticos.
Porque buena parte de la militancia socialista ya ha caído en la trampa de
identificar la solución con la ruptura y la honradez con el revuelto de setas y
gambas. Y, cuando la sal se vuelve insípida, nada sirve ya para salarla.
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