Que Mariano Rajoy está a
punto de convocar elecciones no lo dudan ni los podemitas –claros perdedores. Aunque
con un margen de error de más menos 3,50%, la encuesta de Sigma 2 que publica
el diario El Mundo permitiría al Partido Popular gobernar en solitario o en
alianza con Ciudadanos para instalarse en la mayoría absoluta. Rajoy descarta
una alianza con Ciudadanos, posiblemente, se quede a 4/5 diputados de la mayoría
absoluta.
Decía Rajoy de 2016 que ha
sido el año «de las incertidumbres y los sobresaltos políticos». El presidente
lo ha despedido con un suspiro de alivio. A fuerza de resistir y aguardar, el
PP ha sorteado los embates.
Ocupa La Moncloa, cierto que sin mayoría absoluta,
pero lejos de amilanarse recompone la figura, imprime un giro claro a su
estrategia e inicia la remontada. Los populares emprenden 2017 con una
intención de voto del 34,8%, casi dos puntos superior al resultado que
obtuvieron en las urnas el pasado 26-J.En el envés de la hoja, el PSOE. Para el
partido centenario, el año que acaba de finalizar ha sido poco menos que un
tormento. Golpeados por los votantes, acosados desde la izquierda por Podemos,
humillados por la derecha y amotinados en su interior, los socialistas no han
salido aún de la tempestad. Viven malos tiempos, sin liderazgo definitivo y sin
proyecto, al albur de las olas y braceando contracorriente en busca de un
salvavidas. Hoy ni siquiera llegarían al 20% en intención de voto (19,4%). En
apenas seis meses, desde las elecciones de junio, se han dejado en el camino
más de tres puntos (3,3). Y no sólo: además han perdido, y en esta ocasión con
claridad, la segunda posición del tablero político.
Unidos Podemos ha dado el
salto y toma la delantera con meridiana claridad. Pese a su caótica vida
interna y sus luchas fratricidas entre pablistas y errejonistas; pese a no
haber encontrado aún una posición equilibrada entre la calle y las
instituciones; pese a su falta de experiencia parlamentaria que les hace
malgastar ideas y perder banderas, los del partido morado ganan empuje.
Lo hacen a costa de la
debilidad extrema de los socialistas y, si bien no obtienen todos los réditos
que pudieran, han conseguido colocarse, según la encuesta, como segunda fuerza
política. Sus enfrentamientos por el poder no parecen pasarles de momento
factura, aunque la resistencia del vínculo entre dirigentes que compiten como
púgiles y votantes -«la gente», para Podemos- tiene siempre un límite que no
conviene forzar. Hoy obtienen una intención de voto del 22,5%, punto y medio
(1,4) por encima de los resultados que consiguieron en las elecciones generales
del pasado mes de junio. Ya están tres puntos por delante del PSOE, un partido
atenazado desde ambos flancos y que pierde votos a favor tanto de Unidos
Podemos como del Partido Popular.
Rajoy, a distancia de sus
perseguidores. En este escenario, Rajoy comienza 2017 a 12 puntos de la
formación morada, ahora la segunda en liza, y a 15 del PSOE, ya en tercera
posición. Se trata, en ambos casos, de ventajas muy considerables que a medio
plazo parece imposible atajar. Probablemente las distancias finales dependerían
de la marcha de la legislatura que acaba de comenzar, de la habilidad de unos y
otros para figurar como actores imprescindibles en el avance de un país cada
vez más polifónico, de la capacidad de hacerse oír en la nueva etapa que se
pretende de diálogo. Los populares, además, prácticamente triplican en
porcentaje de apoyos a Ciudadanos, el «socio preferente» que apostó en primer
lugar por allanarle a Rajoy el camino de la investidura. La formación naranja
liderada por Albert Rivera pierde sólo medio punto respecto al 26-J. Ahora
consigue una intención de voto del 12,6%.Para ellos, quizá más que para ningún
otro, resulta necesario demostrar que marcan huella, que inclinan la balanza.
Es la única forma de no caer en la irrelevancia.
No lo tienen fácil porque en
un Parlamento en el que las dos fuerzas del bipartidismo suman todavía más de
200 diputados, el PP tiende a centrar su mirada en la bancada del PSOE, eterno
rival pero viejo conocido.La inminente negociación de los Presupuestos
Generales del Estado se presenta como ocasión propicia para que unos y otros
impriman carácter. Máxime cuando un 43% de los españoles sigue pensando que la
situación del país es mala o muy mala y un 46% la califica sólo de regular.
Hasta el momento, en los dos meses de vida de la legislatura, populares y
socialistas han capitalizado los cambios. Pero esto no ha hecho más que
empezar. La labor del PSOE se presenta difícil porque aún tiene que encontrar
la senda adecuada entre el «no es no» tozudo de su ex secretario general Pedro
Sánchez, y el dejarse arrastrar, exangüe, por el empuje del partido en el
Gobierno.
Mariano Rajoy y Javier Fernández, el líder de
la Gestora socialista, mantienen una buena relación. Y eso en política no es
poco. De que Fernández ha entrado con buen pie en La Moncloa y en las casas de
muchos españoles da fe el sondeo. El socialista se sitúa de una tacada como el
tercer líder mejor valorado por los ciudadanos en general con 4,13 puntos, por
detrás del presidente, a quien se otorga una nota de 4,34, y de Albert Rivera,
que logra la mayor calificación con un 4,5.
La vuelta del Sánchez
descuartizado tiene escasas probabilidades de producirse pero en política es
necesario calibrar hasta los mayores despropósitos. Sin embargo, lo lógico es
que el próximo Congreso del PSOE lance a la vida nacional a un candidato o a
una candidata con capacidad para recuperar el terreno perdido. Si el PSOE se
robustece de nuevo, que es lo que le conviene a España, no continuará cediendo
ante Rajoy y la política discurrirá por otros cauces. Ahora no les queda otro
remedio a los socialistas, sorpassados por Podemos en las encuestas, que ganar
tiempo flirteando con el PP y cediendo lo menos posible ante Rajoy, pero
cediendo.
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