Ya, mañana o pasado mañana es San Valentín que, para mí, termina el año que viene por estas fechas, justo donde empieza el siguiente. El que aún no tenga novio es problema mío, no de San Valentín. Este año que coincide con el carnaval pensaba que me iba a enamorar y nada. Creo que tengo gustos de otra galaxia pero no me gusta que lleven alas. En realidad, me gustan los hombres con pasado, presente y futuro ¿es posible? Creo que quedan pocos y los pocos que quedaban se los han llevado mis amigas, el caso es que los devuelven.
Para el próximo San Valentín seguro que tengo UN novio y habré dejado a otro, así esperan lo mismo que
he esperado yo. El otro día, de paso, escuche como me llamaban “moza vieja”
La poesía, la poesía………ME encanta:
He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.
Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida.
Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.
Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.
Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.
Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.
Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.
Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos,
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.
Pero claro este poema es de Miguel Hernández que estaba
casado, ahora muerto, era de izquierdas y yo de una derecha que llaman “rancia”.
Mejor dejo esto del amor para el próximo año y mientras, soñando, veo muchos
príncipes azules, aunque no sean de mi alma. La misma afrodita no era la diosa
como tal de nuestro amor cristiano sino del eros, de la atracción física o
sexual. Para eso prefiero ser afrodita en paro.
Princesa de mis sueños.
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Juan Manuel Serrat
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