Hay que buscar las
razones de la degeneración intelectual de parte de la clase política. La defensa de lo
público hace vivir la democracia. Hay que buscar las razones de la degeneración intelectual de parte de la clase política. Siempre hay algunas razones, opiniones en contra que
parecen apoyarse en ese latiguillo de la libertad individual para fomentar la
riqueza; de la libertad de emprender, de crear, que se oculta bajo la
oscurecida palabra de liberalismo. No se puede negar la importancia de los
llamados bienes de consumo que, al parecer, la economía y los economistas
administran. Pero el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva
tan importante como la vida de la naturaleza, es la educación, la cultura, la
ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral, material.
La democracia que nació
como lucha hacia la igualdad por medio de la reflexión sobre las palabras y por
el establecimiento de unos ideales de justicia y verdad, no puede rendirse a
las “privatizaciones” mentales de paradójicos libertadores. Sin embargo, apenas
se insiste en el hecho de que la crisis que padecemos es una crisis que tantos
“competentes” expertos, siguiendo el principio de la libertad y la
competitividad, no han sabido evitar, ni tampoco las diversas burbujas —sobre
todo las propias burbujas mentales— que inflaban y aireaban. Burbujas que,
parece ser, les han permitido construir sin que nadie les pida
responsabilidades, sus “liberadas” y productivas ganancias.
No es, sin embargo, una
discusión sobre problemas económicos cuyos entresijos y burbujeos desconocemos,
a los que voy a referirme, aunque haya siempre un principio de honradez y
verdad en el que, seguro, todos nos entenderíamos. Aludiré únicamente a una de
esas frases vacías que hincha las palabras de ciertas oligarquías. Desde hace
años, de nuevo en estos días, como manifestación del menosprecio por la
enseñanza pública y por sus profesores, se habla de la libertad de los padres para
elegir el centro en el que educar a sus hijos. Esa defensa “libertaria”, no
tiene que ver con el deseo de que se practique en la educación una verdadera
libertad: la libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar,
de sentir. Libertad que, por encima de todas las sectas, debería fomentar la
combatida Educación para la Ciudadanía y la “identidad democrática”. Una
libertad que enseñase algo más que la obsesión por el dinero y por el solapado
cultivo de la avaricia. A lo mejor, esa educación les obligaba a dimitir a
algunos personajes de la vida pública, por vergüenza del engaño que arrastran y
contaminan. Mejor dicho: haría imposible que se dieran semejantes individuos.
Aquí tendríamos que preguntarnos: ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Qué palabras
huecas, convertidas en grumos pegajosos aplastan los cerebros de los que van a
administrar lo público, o sea lo de todos, si la corrupción mental ha comenzado
por deteriorar esas neuronas que fluyen siempre hacia la ganancia privada? No
se entiende bien cómo a esos destructores de la idea de lo público les votan
aquellos que perderían lo poco que tienen en manos de tales personajes. A no
ser que la mente de esos súbditos haya sido manipulada y, en la miserable sordidez
de la propia ignorancia, esperen alguna migaja, algún botón del traje que viste
el supuesto partido político que les arrastra.
Un pueblo “maravillosamente dotado para la sabiduría” como decía
Machado y al que hay que dar ejemplo para que no pierda el sentido de la
justicia, de la honradez. Es importante conocer en los defensores de la libre
empresa, en los apóstoles de la privatización, qué empresa, ideología,
fanatismo, les ha privatizado a ellos. Porque se trata de evitar que la
patología individual de esos sujetos, se convierta en patología, donde se hunde
la vida colectiva.
La sociedad tiene que investigar y descubrir las razones ocultas de las privatizaciones.
Parece que la raíz de todas ellas, con independencia de determinadas claves genéticas,
brota también de la educación, de los ideales que, al abrirnos al mundo del
saber y la cultura, hayan acertado a enseñarnos aquellos en cuyas manos está
alumbrar la inteligencia y la sensibilidad. Las opiniones que se clavan en las
neuronas y que determinan la forma de actuar sobre las palabras y sobre aquello
a que esas palabras nos empujan, proviene de esos reflejos condicionados que,
desde la infancia, han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo
Podemos intuir que la
degeneración intelectual de buena parte de la clase política, y de los llamados
emprendedores —los que, por ejemplo, “emprendieron” la destrucción de nuestras
costas—, procede de esos conglomerados ideológicos en los que se mezclan, con
la indecencia, alguno de los males a que se ha aludido. ¿Quién privatiza a los
políticos? ¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes
públicos, que nos están robando?
El pueblo elige políticos para que obedezcan a los que mandan y ordenen lo que les pidan los que mandan que no son los políticos.
ResponderEliminarSi...se creen eruditos...jo¡¡
ResponderEliminar¿El Perez dice eso?....¡Fantasma Orgulloso!. Ya iran devolviendo de dos formas 1-Poco a poco 2- No serán muchos los que roben....pero tardará en hacerse...empecemos cada uno de nosotros, ni un lápiz, ni un colarse en el transporte, ni 100 grs menos en un kilo....ahí está el inicio¡¡, cada uno limpio..total.
ResponderEliminarYo estoy de acuerdo. Disfrazarse una noche, quitarle el ocultismo sombrío, ese respeto severo con el que se ha tratado durante tanto tiempo a la muerte, me parece bien, sobre todo de cara a los niños. No me parece honesto marcar excesivamente el trance y menos aún asustar a los niños. Pero profanarla, ridiculizarla o convertirla en lo que no es, ninguneándola, olvidándola y marginándola, me parece totalmente absurdo y una gran idiotez que no se hace con otras etapas determinantes de la vida: con el hecho de nacer, por ejemplo. Si bien, las etapas de la vida, la vida, tiende a trivializarse, a consumirse, a violentarse. No entro en ese juego de idiotas en el que la imbecilidad parece haberse convertido en icono de moda.
ResponderEliminarPor fin alguien aporta cordura al movimiento anti~halloween
ResponderEliminarNo celebro esta tontada pero me temo que he perdido la batalla ante mis hijos.
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