Se Acaba de dar el pistoletazo de salida a esto que llaman elecciones catalanas. Estas elecciones nunca terminarán. En la jornada del 27-S no se pondrá a votación la
secesión de Cataluña sino que se elegirá un Parlamento autonómico. El ciudadano
medio no quiere confrontación; ve con preocupación el desprecio a la legalidad
que propugna Junts per al sí.
El 27-S no pone a votación la secesión de Cataluña.
El 27-S elige un Parlamento autónomo. No es un referéndum para decidir qué
vamos a hacer, sino unas elecciones parlamentarias para determinar quién nos
gobernará en los próximos cuatro años. No elegimos entre opciones de acción,
sino entre candidaturas formadas por personas, con nombre y apellidos. En un
referéndum, lo importante es la acción sustantiva que se somete a votación; las
personas que nos gobiernan ocupan un segundo plano porque quien sea que nos
gobierne hará lo que salga del referéndum. Un referéndum es una forma poco
operativa de tomar decisiones colectivas complejas por la dificultad de
convertir esta complejidad en una disyuntiva entendible; más que para gobernar,
se utiliza para sancionar lo ya gobernado.
En unas elecciones parlamentarias, en cambio, los
candidatos son la parte esencial; su actuación sustantiva una vez elegidos pasa
a un segundo plano porque, queramos o no, para entonces ya les habremos dado el
poder. Esta amplísima delegación, esta gran confianza, por sorprendente que
pueda parecer, es la esencia de la democracia parlamentaria. Una forma de gobernar
que ha funcionado bien y que todos los países civilizados siguen.
La candidatura Junts per al Sí (JS) pretende
interpretar los resultados del 27-S como un referéndum. Según esta
interpretación, la obtención de 68 escaños por parte de esta candidatura
significaría que el electorado catalán quiere escindir Cataluña del resto de
España y otorga el mandato a Artur Mas, el cuarto candidato, como presidente de
la Generalitat. Una monumental burla a la ley que, sin embargo, tiene su
lógica. JS está diciéndole al elector: si usted está a favor de la
independencia de Cataluña, siendo el 27-S como es un referéndum, no se detenga
demasiado en los candidatos que componen nuestra candidatura; concéntrese en lo
esencial, en la independencia de Cataluña, y vótenos; si ganamos, le
garantizamos que en nueve meses Cataluña será independiente.
Que la burla tenga su lógica no quiere decir que
debamos aceptarla. JS está en su perfecto derecho de proponer la independencia
de Cataluña y los electores, incluidos los independentistas, de examinar con
especial atención el historial político de Mas. Su labor de gobierno no pasará
a la historia como ejemplo de buena gestión. ¿Quién puede entender que frente a
la mayor crisis económica jamás experimentada, las preocupaciones del Gobierno
catalán, más que a paliar las graves consecuencias de la misma sobre los
ciudadanos, se hayan dirigido casi de forma exclusiva a promover la
independencia? El paro ha afectado a segmentos amplios de la población y ha
expulsado del mundo laboral a la juventud. La pobreza ha llegado a la clase
media y la volatilidad financiera e inmobiliaria ha generado más desigualdad.
La sanidad pública se ha deteriorado y la educación no rinde lo que debiera
¿Por qué Cataluña es una de las comunidades más endeudadas, cuando recibe los
mismos recursos por unidad de necesidad que la media? ¿Por qué la Generalitat
lanzó un proyecto de la envergadura de la Línea 9, necesario pero que supera
con mucho su capacidad financiera, sin recabar el apoyo financiero de otras
Administraciones, y en particular del Estado, a diferencia de lo que en el
pasado se hizo con los Juegos Olímpicos y con la desviación del delta del
Llobregat? ¿Por qué cuando quiere negociar con el Gobierno central lo primero
que hace es amenazar y demonizarlo? ¿Por qué socava la Constitución española,
bajo la cual nuestro país —y Cataluña— ha experimentado su periodo más largo de
prosperidad?
El Gobierno de Mas no se ha preocupado por los
efectos de la crisis, sino solo por la independencia
No todo son pasivos. Entre los activos de Mas
destaca su capacidad táctica. Prueba de ello es la relativa facilidad con que
ha logrado enrolar en su proyecto, que no es otro que el de mantener el poder,
a Esquerra Republicana de Catalunya. Si a pesar del deseo de disfrazarlo de
referéndum, el 27-S acaba siendo visto por el electorado como una elección
parlamentaria, el señor Junqueras habrá tomado un riesgo considerable porque el
resultado vendrá determinado no tanto por la secesión de Cataluña como por el
carácter de los políticos que se presentan. Junqueras, como líder de la
oposición, en una rara combinación de papeles, ha sido el soporte fundamental
de Mas en sus tareas de gobierno y es por tanto corresponsable de las mismas. A
pesar de ello, inevitablemente, será Mas quien atraiga la mayor atención; la
valoración que de él haga el electorado condicionará el destino de la
candidatura JS.
Artur Mas, hoy, no inspira la confianza que en el pasado
le encumbró a la presidencia de la Generalitat. La crisis económica le ha
pasado factura, como lo ha hecho con todos los gobernantes que han tenido que
gestionarla. Sigue gobernando, pero a un coste cada vez más alto para él y la
ciudadanía. El coste que aquí nos interesa es el segundo: el creciente
desasosiego que las manifestaciones del independentismo provocan entre la
población. Un coste social tan real como cualquier otro, y más cruel que muchos
por su absurdidad; un coste que cercena nuestro bienestar y que ningún político
nos puede exigir.
El ciudadano medio no quiere confrontación y ve con
extrema preocupación el desprecio a la legalidad que esta candidatura propugna.
Es nuestra legalidad, la que libremente nos hemos dado y la que nos permite
vivir de forma civilizada. Una legalidad homologable con las más avanzadas de
nuestro entorno y que incorpora los procedimientos necesarios para su propia
reforma. Una legalidad que es la base de la democracia en la que vivimos. ¿Qué
queda si prescindimos de ella? ¿Al arbitrio de quién vamos a ordenar nuestras
vidas?
Las manifestaciones de soberanismo provocan un
fuerte desasosiego
entre la población
Así piensan los que no desean la independencia de
Cataluña y quiero creer que también muchos que se sienten independentistas,
pero no conciben una transición traumática y fuera de la ley. Tiene que haber
ciudadanos de estas características entre la militancia y el entorno
conservador de Convergència Democràtica de Catalunya, y entre quienes creyeron
las antiguas manifestaciones de Mas de que la transición sería acordada y él en
ningún caso actuaría de forma ilegal. La transición, si la hay, no será acordada
porque así lo dice el Gobierno central, y el respeto a la legalidad que Mas
aparentaba se ha desmoronado con estrépito ante los pronunciamientos de sus
colaboradores más cercanos.
Con un Mas que no inspira confianza, la candidatura
JS tiene por fuerza que acusar el desafecto de sus electores naturales en favor
de Unió Democràtica de Catalunya, por la derecha, y de la CUP y Catalunya Sí
que es Pot, por la izquierda. El 28 de septiembre tendremos un Parlamento del
que saldrá un Gobierno autonómico. Pero el 27-S seremos contados y es
importante que quienes defendemos la Constitución, quienes estamos en contra de
la confrontación y quienes deseamos dejar atrás esta pesadilla acudamos a las
urnas y manifestemos nuestra posición. Las acciones de los nuevos Parlamento y
Gobierno dependerán de cómo salga esta cuenta.
Antoni Zabalza es
catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y fue
secretario de Estado de Hacienda
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