De vez en cuando es
bueno hacer un alto y reflexionar sobre lo que hacemos porque hay cosas que no
tienen sentido a los que nos somete la sociedad que, por ejemplo, nos dice que
no tiene sentido querer tener políticos honestos y luego votar a gentes imputadas
e incluso condenadas por la Justicia, normalmente por asuntos de corrupción en
el desempeño de sus cargos. Que los partidos políticos los mantengan en sus
listas o puestos puede indignarnos pero no debe extrañar porque los partidos
son cada día más autistas y sus listas cerradas son el coto de los miembros del
aparato que se protegen unos a otros, hoy por mi y mañana por ti. Eso es
desmoralizador porque muestra que los partidos están más centrados en sus
intereses que en los del país y por eso se distancian cada vez más de los
ciudadanos, pero que esos mismos ciudadanos les den luego su voto no tiene
sentido.
Es una incoherencia querer tener seguridad y privacidad al mismo
tiempo cuando ambas se están demostrando incompatibles. Las matanzas de México,
los terribles crímenes de menores que llenan minutos y minutos de nuestros
telediarios nos muestran cómo las cámaras de vigilancia instaladas en un
parque, en una gasolinera o en la puerta de una óptica proporcionan a los
investigadores datos que desmienten las versiones de los imputados y demuestran
que los menores les acompañaban o no estaban donde ellos decían en los momentos
anteriores a su muerte. Todos nosotros somos igualmente filmados cuando menos
lo sospechamos por esas mismas cámaras que ya no están solo dentro de los
bancos sino en las calles captando todos nuestros movimientos, cómo vestimos,
por dónde vamos, a qué hora y con quién lo hacemos. Lo que debemos exigir es
equilibrio entre seguridad y privacidad y controles sobre las limitaciones de
esta última.
Del mismo modo es irrazonable escandalizarse por el espionaje de occidente
y oriente, era, es y será otro mundo diferente al nuestro, otras personas, otra
galaxia cargada de instinto asesino. Aquello de piensa, piensa que si no
piensas lo que yo pienso de nada vale lo que tu pienses, o sea, o haces lo que
ellos piensen o te matan. No es dictadura, solo es exceso de tolerancia al
terrorismo islámico que está vinculado a nuestra seguridad. Lo que nos debe
escandalizar no es que las agencias de Inteligencia espíen e intercambien
Gigadatos, de gran utilidad en la lucha contra el terrorismo o el crimen
organizado, sino que no respeten los límites al interferir teléfonos de líderes
amigos o cuando obtienen informaciones de las posiciones de aliados en
negociaciones comerciales. El escándalo no es que se espíe, que es algo que
siempre se ha hecho y que justifica la existencia de servicios secretos, sino
su escala masiva, pretender farisaicamente que no se sabía y que no se respeten
ciertas reglas entre amigos. Es incoherente dar entrevistas o escribir libros
de memorias y falsificar el pasado para echar la culpa a otros de los propios
errores. Ni siquiera hace falta mentir pues basta con contar medias verdades
ocultando lo que a uno no le conviene para que el resultado se asemeje muy poco
a lo realmente acontecido. A esas personas no les importa lo que pasó sino lo
que les pasó a ellos y en lugar de reconocer con honradez las equivocaciones
buscan esconder su responsabilidad descargándola sobre otros. Se ve que la
memoria es selectiva y algunos llegan a engañarse a sí mismos para luego tratar
de engañar a los demás. Pero es muy difícil escurrir el bulto.
A la vez que nos sobran problemas me parece contraproducente discutir sobre
la Monarquía, que sigue siendo la mayor fuerza integradora en un país de
fuertes tendencias centrífugas. De igual forma me cuesta entender que un
español europeo quiera convertirse en un albanés sin paraguas. Los sentimientos,
por definición, son irracionales pero quiero creer que la gente, cuando se para
a pensar, acaba actuando con inteligencia y permite que el buen sentido se
imponga a la rabia y a las frustraciones reales, imaginarias o en verso.
Es ridículo pretender que creamos que todo un señor abogado puede firmar un
recibí por una importante suma de dinero que luego dice que no le dieron y que
actuó así por miedo a su jefe. Me parece una falta de respeto a jueces y
ciudadanos que solo se explica por la soberbia y la sensación de impunidad con
la que actúan los políticos. O es un sinvergüenza o es un memo. Casos como éste
explican que la corrupción figure en las encuestas como una de las mayores
preocupaciones de los españoles. Preocupa tanto la corrupción como
provocativa es la desfachatez de los corruptos a pleno rendimiento.
Tampoco es serio afirmar que España debe aprovechar la crisis económica
para cambiar un modelo de crecimiento basado en el ladrillo, un modelo que nos estalló en la cara al hacerlo la burbuja inmobiliaria y al mismo tiempo
recortar los fondos que se destinan a sanidad, educación y a investigación que podrían
preparar a nuestra sociedad para redirigir sus energías hacia actividades
diferentes. No se puede cambiar sin educar y por eso también es absurdo
modificar la ley de Educación cada vez que cambia el signo político del
gobierno. A los responsables pasados y presentes del ramo se les debería caer
la cara de vergüenza por no lograr acordar con la oposición un modelo educativo
perdurable y por tener, como consecuencia, los alumnos peor preparados y los
maestros menos estimulados de Europa. Ninguna universidad española está hoy entre
las 100 mejores del mundo. Una vergüenza asistida.
Hay más incoherencias y estoy seguro que a vosotros, se les ocurren muchas
otras. Identificarlas es el primer paso para dar un poco más de coherencia a
nuestras vidas que no es poco.
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