Desde un tiempo a este
parte los beligerantes del PSOE no cejan en la idea de volar el muy lindo y
hermoso Valle de los caídos, auspiciados por la inmoble e inmoral comisión de
expertos que se en su día, nombró a dedo
el no menos rencoroso Zapatero. Esta comisión, no es ni más, ni menos que la que, en su día, arruino España.
Dado la gravedad que
están tomando los hechos y que como traca final de la era zapatero, no estaría
demás una estrecha vigilancia para estos día de corroída despedida de la banda
Zapatera. Una cosa es el antifranquismo y otra la
cordura de las personas de bien. Cuando de dijo que Zapatero ponía la comisión.
Los expertos el informe y los beligerantes la dinamita; ahí, en ese preciso
momento, se debería haber sitiado la
Moncloa e incluso haber forzado la salida del inquilino.
Poco o ninguna gracia
tienen las palabras del vejestorio por inapropiada, María Dolores Torres
Manzanera, "Una sana voladura pública dejaría, al menos, un
buen recuerdo en gran parte de la población. Tendría que ser una cosa rápida y
limpia, realizada a la luz del día, a ser posible en un día con mucha luz. Un
mensaje claro a la población: aquí lo tenéis, décadas de oscurantismo y
opresión, mareas de sufrimiento encarnadas en la más infame categoría del
granito, a tomar por saco en un santiamén.
En 40 años, no tuvieron huevos de vencer a
Franco, ahora muerto y con una losa de 5.000 Kilos encima no solo quieren profanar
su tumba, también la quieren volar con los daños que produciría.
Yo me pregunto ¿Habría
que volar todos los símbolos marxistas que ni el más benévolo cuestionaría de
represores y dictatoriales? No, de ninguna de las manes, se puede obviar solo
lo “poco interesante” para tus intereses.
Esta es la realidad y quien quiera e libre de tener su propia opinión. Pero quiera volarlo, mejor que haga otro en su casa y lo vuele. Digamos, es más cívico y los daños colaterales son propios.
Abril de 1959. Franco pronunciaba el discurso de inauguración del Valle de los Caídos. En sus palabras no cabía la menor duda acerca de quiénes eran los representados en aquel gigantesco sepulcro. Tras referirse a la necesidad de impetrar la "protección divina para nuestros Caídos", mencionó la "presencia de las madres y esposas de nuestros Caídos" y se refirió a la "inspiración… precisa para cantar las heroicas gestas de nuestros Caídos". Por si cupiera alguna duda sobre la identificación ideológica de los sepultados, Franco insistió igualmente en que "en todo el desarrollo de nuestra Cruzada hay mucho de providencial y milagroso" o en que "la principal virtualidad de nuestra Cruzada de Liberac.fue el habernos devuelto a nuestro ser, que España se haya encontrado si misma.
A dos décadas de la peor guerra civil sufrida por los españoles, era obvio que el Régimen estaba especialmente preocupado por mantener una dialéctica de vencedores -protegidos por
El 1 de abril de 1940, justo al año de concluir el conflicto, se promulgó un decreto para levantar "el templo grandioso de nuestros muertos, en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de
Franco deseaba que las obras de la cripta hubieran concluido en el plazo de un año para inaugurarlas en abril de 1941 y que en cinco se terminaran todas las demás edificaciones incluidos los jardines. Los deseos del Caudillo podían ser vehementes pero, como algunas otras de sus concepciones de entonces, no tenían punto de contacto con la realidad. Hasta dos décadas más tarde no se podría inaugurar el monumento. No fue por falta de medios ni de talento.
Tampoco
puede decirse que la obra se caracterizara por un centralismo regional. El
arquitecto era un vasco, llamado Pedro Muguruza Otaño, que ya en 1935 había
declarado que la arquitectura del futuro desconocería las calles, los patios y
las ventanas, iba a ser el cerebro de la construcción. Por su parte, el trazado
de la carretera de acceso fue entregado a los hijos de un contratista catalán
llamado Banús.
Finalmente, de la perforación de la cripta, con la extracción de millones de metros cúbicos del risco dela Nava , se encargó la empresa
San Román, de Madrid, una filial de Agromán, y de la construcción del
monasterio, la empresa Molán. La mano de obra -en el sentido más literal- vino
proporcionada, en primer lugar, por gente empujada por la desesperante
necesidad de la posguerra. Acuciados por la necesidad de sobrevivir, por el
Valle pasaron, por ejemplo, los Rabal ya fueran padres, hijos o nietas sin
excluir a Paquito, el que luego sería actor. También lo harían trabajadores a
los que Juan Banús miraba la boca y tanteaba los músculos para asegurarse de
que podrían cumplir con su deber. A éstos se sumaron presos republicanos -la
población penitenciaria a inicios de 1940 superaba las 270.000 personas- a los
que se había prometido una reducción de condena por jugarse la vida en la
construcción del monumento dedicado a los Caídos de la Cruzada.
Como señalaría el padre José María López Riocerezo, "la obra de redención de penas por el trabajo es el mejor exponente del espíritu en que se inspiróla Cruzada española". Mientras las condenas a
muerte se pronunciaban por millares sobre los vencidos, no pocos contemplaron
el trabajo en aquel faraónico monumento como una tabla de salvación. Gregorio
Peces-Barba, padre del que luego sería presidente del Congreso, fue uno de esos
penados que, a finales de 1943, alcanzaban una cifra cercana a los seiscientos.
Trabajaron bien. De hecho, Muguruza estaba tan satisfecho que el 20 de
noviembre de aquel año les comunicó que solicitaría del Patronato la redención
extra de un mes de condena y autorizó una visita extraordinaria de familiares.
Las fugas fueron raras pero no faltaron. A un mexicano y un argentino, miembros
de las Brigadas internacionales, se sumaron, por ejemplo, Nicolás Sánchez
Albornoz o Manuel Lamana y en una de ellas colaboraron Norman Mailer y Barbara
Probst Salomon.
La muerte de Muguruza provocó su sucesión por Diego Méndez que duplicó las dimensiones de la cripta. En 1950, Huarte se hacía con la concesión de las obras de la gigantesca Cruz. Al año siguiente, el escultor Juan de Ávalos firmaba el contrato para la realización de las estatuas, nueve en total, que representarían ala Piedad , los cuatro
evangelistas y las cuatro virtudes teologales. En 1957 se creó la Fundación de la Santa Cruz del Valle de
los Caídos y en 1958 se llegaba a un acuerdo con los benedictinos para que
establecieran una abadía en el lugar en cuestión.
La inauguración se produciría finalmente al siguiente año convirtiéndose en una apoteosis de los vencedores. Al monumento se trasladaron de manera casi inmediata los restos de José Antonio Primo de Rivera que habían reposado hasta entonces en El Escorial. La obra había costado la cifra exacta de 1.086.460.331,89 pesetas de aquel entonces así como la vida de una docena de trabajadores en accidentes y la muerte lenta de otra cincuentena que contrajo en su construcción la silicosis. Sería visitada por unas 70 mil personas hasta la muerte de Franco, su segundo huésped ilustre.
A partir de entonces entraría en un período de decadencia que no ha logrado superar en la actualidad quizá porque desde el principio quedó marcada por la mácula del enfrentamiento entre españoles.
Finalmente, de la perforación de la cripta, con la extracción de millones de metros cúbicos del risco de
Como señalaría el padre José María López Riocerezo, "la obra de redención de penas por el trabajo es el mejor exponente del espíritu en que se inspiró
La muerte de Muguruza provocó su sucesión por Diego Méndez que duplicó las dimensiones de la cripta. En 1950, Huarte se hacía con la concesión de las obras de la gigantesca Cruz. Al año siguiente, el escultor Juan de Ávalos firmaba el contrato para la realización de las estatuas, nueve en total, que representarían a
La inauguración se produciría finalmente al siguiente año convirtiéndose en una apoteosis de los vencedores. Al monumento se trasladaron de manera casi inmediata los restos de José Antonio Primo de Rivera que habían reposado hasta entonces en El Escorial. La obra había costado la cifra exacta de 1.086.460.331,89 pesetas de aquel entonces así como la vida de una docena de trabajadores en accidentes y la muerte lenta de otra cincuentena que contrajo en su construcción la silicosis. Sería visitada por unas 70 mil personas hasta la muerte de Franco, su segundo huésped ilustre.
A partir de entonces entraría en un período de decadencia que no ha logrado superar en la actualidad quizá porque desde el principio quedó marcada por la mácula del enfrentamiento entre españoles.
Ni
soy franquista, ni socialista, ni borrego de Rajoy, solo soy un español que
sabe distinguir entre el bien y el mal. Pero, a veces, me pregunto: ¿Por qué no
voláis los pantanos que hizo Franco? A mi, me gusta más la cerveza que el agua.
Debería de ser abandonado a su suerte. Sin monjes (que vergüenza para el Vaticano) y sin guardias, que los turistas pudieran hacer lo que quisieran, pintadas, arrancar piedras, refugio de mendigos y yonkis...etc.
ResponderEliminarQue se vaya a la ruina cuanto antes mejor.
co/wZRHPU18
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, "Viva el vandalismo" Anda que.... Así nos va!!!!
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