El PP, nunca debe "parlamentear" con partidos independentistas de 7 diputados. Vendrá y pronto la próxima trampa PSOE/JUNTS.
Una parte de la derecha española padece desde hace un tiempo un extraño síndrome que no le beneficia. Afecta a sus cuadros de mando, pero también a sus simpatizantes y, sobre todo, a ese grupo selecto de intelectuales que tanta experiencia acumula en el arte de firmar manifiestos. Su comportamiento es difícil de definir. Hay quien piensa que tiene un origen patológico, dado que les arrastra hasta el borde del ataque de ansiedad a cada mínima amenaza que detectan a su alrededor. También hay quien sospecha que estos ilustres aprovechan las incursiones que detectan en su territorio para significarse, de modo que la gente no se olvide de que existen, respiran y piensan. Harían bien en calmarse o en exigirse cierta contención porque su actitud alimenta a 'el enemigo'.
Entiéndase por enemigo Pedro Sánchez, quien, en su afán por convertir la política española en un juego siniestro, plantó ante la oposición hace unos días una trampa parlamentaria -el decreto ómnibus- que tenía un fin claro: erigir al Gobierno como el único defensor de los pensionistas, de los valencianos y de los precarios, frente a una derecha insolidaria.
El PP primero se opuso, pero cambió de opinión cuando el Gobierno recompuso el texto, lo que provocó que la derecha de sofoco fácil pusiera el grito en el cielo. Personalmente, creo que debería ponerse el foco, en este caso, en lo más relevante, es decir, en el motivo por el cual la legislación española permite concentrar en un solo real decreto las ayudas a las víctimas de una catástrofe natural, las medidas de protección para los inquilinos, las subvenciones al transporte público o la cesión de un palacete al PNV.
Sorprendentemente, la Escuela de Atenas contemporánea, conformada por nuestros políticos a izquierda y derecha, periodistas, tertulianos y firmantes de manifiestos ha optado por pasar de largo sobre lo importante y ha hablado más de un edificio parisino que de la bochornosa forma de lanzar un cubo de orina matutina sobre el legislativo para demostrar fortaleza ante la oposición. ¿Y quién han contribuido a desviar la vista sobre lo relevante? Entre ellos, el PP.
Ataque desactivado
La estrategia empleada con la norma ómnibus tiene más miga porque el Ejecutivo pretendía blandirla como un arma para lanzar su primer gran ataque del año a la oposición. Iba a utilizar a los pensionistas en su propio beneficio y a esperar a que recibieran la paga de febrero, de menor importe, para intentar ganar apoyos entre los 9,3 millones de ciudadanos que pertenecen a esa clase pasiva. Quería ganarse su corazón a través del bolsillo e iniciar una campaña de acoso y derribo similar a la que efectuó cuando desenterró al franquismo, cuando avivó el terror a la ultraderecha y cuando alertó sobre la conspiración de los periodistas y los jueces contra él y su familia.
Lo iba a hacer, además, con el apoyo de una armada mediática gigantesca. Habrá quien no haya tenido en cuenta este punto, pero este mismo miércoles, lo más granado de las principales televisiones del país demostraba su ‘espíritu crítico’ y firmaba una declaración contra la desinformación que, en realidad, era todo un guiño hacia el Gobierno y una muestra evidente de la poca vergüenza que conservan algunos. Esos medios de comunicación tradicionales tienen todavía una ascendencia importante sobre los mayores. Los pensionistas ven cada día una media de 325 minutos la televisión comercial, frente a los 171 minutos de media (Kantar Media). El oyente de radio generalista -la más política- es de 52,9 años (EGM).
Basta recordar lo que sucedió en 2018, cuando las tertulias televisivas -donde la izquierda está muy bien representada- y las radiofónicas comenzaron a martillear día y noche con las reivindicaciones de los yayoflautas -que querían el ajuste del IPC-... para deducir a lo que se exponía el PP al arriesgarse a que Paco, jubilado, 71 años, se encontrara en la cuenta del banco de febrero una cantidad menor a la del mes anterior “por culpa de Feijóo”. Ni que decir tiene que sindicatos, asociaciones de inquilinos y derivados ya habían anunciado movilizaciones por si las moscas; y que los papagayos periodísticos de Moncloa y sus portavoces habían pasado al ataque.
Frente a esa ‘pseudo-Partida de la porra’ contemporánea, el PP ha decidido apoyar un real decreto que iba a salir adelante con el voto de Junts, conocido antes que el de los populares. De esa forma, ha neutralizado el chantaje emocional a los pensionistas del enemigo y de sus mariachis. Es una jugada estratégica bastante básica, pero necesaria, aunque criticada y por supuesto criticable por la derecha que todavía aspira a que este país se distancia del populismo que nos constriñe y condiciona.
Lo que le ha sucedido al PP es que ha sido inconsistente, cosa que tampoco es novedosa. Para explicar su primer voto contrario al real decreto creó un hilo argumental incomprensible. En lugar de concentrar sus ataques en el vergonzoso filibusterismo del PSOE -al recurrir a la fórmula del ‘ómnibus’-, comenzó a presentar propuestas alternativas de forma -diríase- ridícula y deslavazada; y a atacar la cesión del palacio al PNV, lo cual se le ha vuelto en contra (los vascos se han reído de ellos). Lo hizo, además, con rodeos, dado que las cabezas pensantes de Génova 13 iniciaron al principio del curso un giro hacia el centro - izquierda que les ha llevado a lanzar guiños hacia posiciones sociales y laborales que son abiertamente socialistas, amén de innecesarias. Así que para no contradecirse… han hecho el canelo.
Ése es el gran drama de la derecha. Parece que en lugar de proponer y de tener iniciativa busca que no le insulten e incluso exhibe como un valioso logro los ‘gestos positivos’ que recibe desde la izquierda
Ése es el gran drama de la derecha. Parece que en lugar de proponer y de tener iniciativa busca que no le insulten e incluso exhibe como un valioso logro los ‘gestos positivos’ que recibe desde la izquierda. ¿Por qué tiene el PP que hablar de la reducción de la semana laboral o de ayudas y subvenciones? ¿Cree acaso Núñez Feijóo que Pepe Álvarez va a ser iluminado con una Epifanía al escuchar su discurso y a votarle y defenderle con la fe del converso? En un país tan polarizado, aspirar a que te apoye quien en realidad te odia es absurdo. Máxime si con eso desmoralizas a tu parroquia, que es a lo que se dedican últimamente en Génova. Últimamente…, me refiero a los últimos 15 años.
España necesita una derecha liberal que transmita a los ciudadanos esperanza a partir de posiciones responsables. Los españoles están despertando del sueño del socialismo -basta ver la encuesta del pasado domingo de ABC- y eso sucede porque no les garantiza prosperidad y porque sus medidas ideológicas tampoco consiguen la concordia. Una derecha centrada hablaría de esfuerzo diario, de recortar el déficit, de reducir deuda, de ajustar impuestos y de hacer sacrificios necesarios para que nuestros hijos no caminen sobre el ‘conurbano bonaerense’ en la Madrid de 2035.
Fomentaría el ahorro, abordaría el problema real de las pensiones -insostenibles a la larga, con la política actual-, realizaría una política de vivienda ambiciosa -y eso debería implicar una reducción de burocracia e impuestos, no sólo medidas contra los okupas, como la anunciada este jueves- y transmitiría al español que llega fatigado a casa al final del día que lo público, sin un sector privado fuerte, ni funciona, ni es eficiente ni te da cita antes para una operación.
Para eso haría falta valentía. No un grupo de dirigentes que -debería ser consciente- parece estar más pendiente de que el tiempo pase rápido hasta 2027, de las batallas intestinas o de las filípicas de Esteban González Pons que de hacer una oposición activa y, sobre todo, de demostrar a sus votantes que tiene más interés en ellos que en el socialista crítico y otras criaturas en peligro de extinción... o mitológicas.
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