¿Para qué han servido las
elecciones? Si en menos 48 horas después seguimos estando igual o peor que
antes. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han descifrado en apenas unas horas los
obstáculos insalvables que hicieron imposible un gobierno de coalición hace
apenas cuatro meses.
Pedro Sánchez, la misma
noche electoral, dio órdenes a Adriana Lastra y a Carmen Calvo para que
negociasen a cualquier precio la alianza con el dueño de Podemos. Como había
que dar un golpe de efecto rápido, el presidente accedió sin condiciones
previas a que Iglesias hiciera efectiva su recurrente petición de ocupar la
vicepresidencia del gobierno.
El programa
político a aplicar, ya se verá. La composición del gobierno, también. Los
números no cuadran. Solo es cuestión de esperar el siguiente tropiezo.
El documento firmado hoy con
toda solemnidad, a falta de cantos gregorianos y sin preguntas en el Congreso
es una lista de 10 puntos que nada aclaran lo hasta la fecha oculto.
Allí se apuntan cosas tan
peregrinas como controlar la extensión de las casas de apuestas o el trato
digno a los animales. Pero sobre lo que ha sido el eje de la campaña
electoral y lo que constituye, de facto, el principal problema político de
España, la ruptura de la legalidad por parte de los independentistas catalanes,
apenas se dice nada. Y lo poco que se dice es más que preocupante: Se
fomentará el diálogo en Cataluña, buscando fórmulas de entendimiento y
encuentro, siempre dentro de la Constitución. Justo todo lo que entusiasma a
Pablo Iglesias.
El acuerdo para un gobierno
de coalición es la prueba de que los principios se supeditan a los intereses.
Iglesias ha ganado el pulso y los independentistas se frotan las manos. Para
eso ha servido la repetición electoral. Para eso y para que Vox tenga 52 escaños con
la ayuda del PSOE.
La elección de Adriana Lastra
en el equipo negociador era lógica. Todos recordamos aquella frase que le lanzó
Irene Montero -que, en principio, se queda sin una vicepresidencia que cede a
su compañero y secretario general, todo un símbolo para una de las más
conspicuas defensoras de la igualdad- : «Yo sé que tú defiendes esas
políticas». Sí Irene, se vio que Adriana y tú erais confidentes.
La presencia de Redondo era
necesaria. Era la mejor forma de que las instrucciones del presidente se
siguieran al pie de la letra, además de la garantía de su supervivencia. Los
que querían cortarle la cabeza por haber sido el responsable de la táctica de
repetir las elecciones para que el PSOE se disparara en escaños ahora tendrán
que enfundar sus dagas y guardar silencio. Él ha sido el muñidor del acuerdo.
Un presidente sin
principios necesita un asesor casi tonto, que no le ponga pegas a la hora de
pasar a la acción.
Pedro Sánchez logra con este
pacto lo que quería: seguir en Moncloa. Pero a un precio altísimo. Le ha tenido
que dar a Iglesias lo que este le pidió tras las elecciones de abril y que el
presidente le negó utilizando mil y una excusas. El presidente que no podía
dormir tranquilo con el líder de Podemos en el gobierno ahora no tendrá
problemas en conciliar el sueño.
¿Acaso alguien le va a pedir
cuentas en su propio partido? ¿Acaso algún dirigente le recordará que se ha
presentado a las elecciones defendiendo «un gobierno fuerte» y en solitario?
¿Es que ya todos han olvidado lo que dijo en las innumerables entrevistas que
concedió durante la campaña electoral y en el debate del 4 de noviembre?
Iglesias se convierte con el
acuerdo firmado -tras el que se fundió en un abrazo con aquel de quien dijo que
uno se podía fiar- en el gran triunfador del 10-N. Además de Santiago Abascal,
pero por razones diferentes.
¡Qué razón tenía Camilo José
Cela cuando dijo aquello de que en España el que resiste gana! Iglesias se ha
salido con la suya y no había más que mirarle a la cara en su comparecencia
para ver la felicidad que rebosaba. Muy distinta a la de su socio, cuya sonrisa
era tan forzada como su pose.
El nuevo escenario con el
que nos encontramos es peor que el que ya teníamos con la incorporación de la
extrema derecha. Según VOX hay que derogar las autonomías –cosa que todos vemos
con buenos ojos- pero resulta que el mismo recorrido constitucional que debe
seguir la Ley del Independentismo debería seguir la quitar las autonomías.
Desconocemos cómo va a
conciliar Pedro Sánchez las políticas de una ministra como Nadia Calviño -a
quien le prometió la vicepresidencia económica en el debate del día 4 de
noviembre- con las medidas de un vicepresidente defensor a ultranza del gasto
público como Pablo Iglesias.
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