Estúpido sabotaje de VOX en Murcia. Reitero, VOX es un partido financiado por el PSOE, para restar votos al PP.
Todos los murcianos pagan la inmadurez emocional de un
partido que se conduce por las instituciones entre el insulto y la amenaza.
En un alarde histórico de irresponsabilidad y amateurismo, el
partido Vox saboteó este jueves la investidura de Fernando López-Miras que
habría puesto en marcha un Gobierno liberal para Murcia. Ni siquiera tras
avenirse Cs a sentarse durante cinco horas con los de Abascal en una misma mesa
con el PP, conformando la estampa a tres que exigía, la derecha populista fue
capaz de desbloquear la situación en beneficio de los ciudadanos. Todos los
murcianos pagan así la inmadurez emocional de un partido que se conduce por las
instituciones entre el exabrupto, la descalificación grosera, un programa
ideológico de máximos que amenaza consensos irrenunciables y un resentimiento
que parece incapaz de superar.
Vox irrumpió con fuerza en Andalucía y posibilitó un cambio
histórico. No pidió entonces sillones sino que asumió la correlación de fuerzas
y negoció condiciones asumibles para unos buenos Presupuestos que han dado
estabilidad a la comunidad más poblada de España. Sin embargo, aquello a la
cúpula de Vox no le bastaba y cambió su estrategia: pasó a pedir cargos en
proporción directa a sus votos, algo que no hizo Cs cuando irrumpió en la
escena nacional con mucha mayor representación. Después chocó con el PP y
eligió pasar a la oposición para influir desde allí en el rumbo político de
ayuntamientos y autonomías, algo razonable. Pero de nuevo ha vuelto a cambiar
de idea: ahora prefiere dinamitar gobiernos de PP y Cs para hacerse respetar,
demostrando que concibe el respeto como intimidación. No está mal para un
partido que acusaba a otros de veletas y que presumía de anteponer los
principios.
Llegados a este punto, cabe preguntarse por la utilidad
política de Vox. Se puede entender su sentimiento de frustración al concitar en
las urnas un apoyo mucho más modesto que aquel al que aspiraba; pero otros han
pasado antes por la misma experiencia sin empeñarse a continuación en el
bloqueo como forma de venganza, no se sabe muy bien contra quién. O sí: contra
todos los ciudadanos de centroderecha que asisten con estupor al espectáculo.
Es posible que un reducido núcleo de votantes de Vox, los más fanatizados,
aplaudan su airado obstruccionismo; pero el tiempo atempera los ánimos más
exaltados y descubre el efecto contraproducente de los afanes megalómanos, como
lo descubrió Iglesias tras tumbar la investidura de Sánchez en 2016. El hecho
es que este jueves Vox votó en compañía de PSOE y Podemos contra un Gobierno de
PP y Cs por puro despecho partidista. Y el despecho es una categoría demasiado
infantil para no ser castigada por los electores en el futuro.
La estupidez es la capacidad de causar daño a otros sin obtener el causante ganancia alguna, e
incluso provocándose daño a sí mismo en el proceso. Hay que lamentar de veras
que el comportamiento de Vox en este trance se ajuste tanto a tal definición.
Comentarios
Publicar un comentario