TV3, posiblemente, la peor televisión española,
la más grosera y malvada, se hace hoy en Cataluña. Durante años, y por un
elemental sentido de la higiene, el pan y circo se lo hemos facturado al resto
de televisiones españolas. Sabrá de qué hablo todo el que haya aterrizado la
vista durante un solo minuto de su vida en Salvados, Operación Triunfo o
Crónicas Marcianas, esa caja de Pandora de la que surgió toda la telebasura
posterior.
Cataluña no sólo se ha
embrutecido a sí misma con nacionalismo, ha embrutecido al resto de España con
televisión. La empresa ha sido metódica y tenaz, y ha gozado del favor de las
audiencias españolas. Hoy, los catalanes no facturamos ya el verdadero pan y
circo. La mandanga de la buena nos la quedamos para nosotros. Paga el 155.
La televisión independentista es regional teledirigida a una audiencia muy concreta: niños, barcelonistas y tietes.
Precisamente los grupos sociales que han ejercido como motores callejeros del
procés. Desde su nacimiento en 1984, TV3 ha medrado gracias a unos presupuestos
hipertrofiados, envidia de las televisiones privadas del resto del Estado, y
unas cifras de audiencia pomposas y resultado de la peculiar distribución de
los medidores de audiencia de la empresa Kantar. El 81,3% de esos medidores ha
sido instalado en hogares catalanohablantes cuando el catalán apenas es la
lengua principal del 32,6% de las familias de la comunidad. Este último es un
dato oficial de la propia Generalidad.
En TV3 un tal Otegi,
condenado por terrorismo en 2011 y santo súbito del nacionalismo catalán desde
que salió de la cárcel, ha bromeado con la desaparición física de Albert Rivera
y ha sido vuelto a entrevistar después de ello, por si repetía el graznido. Se
le notaba en su salsa, a Otegi. En su pueblo echa el día cebando con pan mojado
a las palomas, excluido por sus paisanos, y aquí le piden opinión sobre
jurisprudencia constitucional. Le han dado una segunda juventud.
Oriol Barnils, tertuliano
habitual de la cadena, quiso el sábado pasado echarle en cara a Inés Arrimadas
el pasado de su padre, un simple funcionario policial cuya relación con el
franquismo es nula. Menor, en cualquier caso y según dicen aquí, que la del
abuelo de Puigdemont con la Falange. O la del abuelo de Marta Rovira, alcalde
franquista de Sant Pere de Torelló entre 1956 y 1965, con el régimen. O la de
los antepasados de Artur Mas con el esclavismo, cuya prohibición se saltaron
durante el siglo XIX.
"¿Qué opina su padre,
que como policía franquista tiene experiencia en operaciones policiales, del
operativo del 1-O?", le dijo Barnils. La presentadora del programa le
reprochó también a Inés Arrimadas que no hablara más en catalán. Pocos días
antes, en la misma cadena, le habían reprochado que no cantara a voz en grito
el himno bélico de los partidos nacionalistas catalanes y que por aquí llaman
Els Segadors. Pronto le exigirán la prueba del pañuelo y ay de ella si no sale
cuatribarrado.
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