Puigdemont, definitivamente, no será presidente de la Generalitat, si a jefe de estrategia política de Maduro,
La central de control y seguimiento
del Gobierno Belga ha dado el visto bueno a monseñor Puigdemont para que cuando estime
oportuno se dé a la fuga. Primero viajará a Irán y, posteriormente, podrá volar a Caracas desde donde no podrá ser extraditado
bajo ningún concepto.
Para hacerse una pequeña idea del grado de
degeneración política al que han llegado los independentistas catalanes, basta
comprobar que una semana después de las elecciones no sabemos si el
expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont regresará a Cataluña para
tomar posesión de su escaño y presentarse a la investidura, si a la indignidad
de su cobarde fuga de la Justicia sumará la desvergüenza de traicionar a los
ciudadanos que le han votado renunciando a su acta de diputado, o si se va a
mudar de Bélgica a Rumanía para seguir tomando el pelo a los catalanes. El problema de hacer campaña recurriendo a la
mentira, el victimismo y la irrealidad para justificar su gallinácea deserción,
es que llega un momento en el que se celebran las elecciones y alguien tiene
que ocuparse de esa cosa molesta que se llama gobernar.
Pero eso, trabajar para
solucionar los problemas reales de los catalanes, es algo que a Puigdemont no
le roba un minuto, porque a lo que él y los suyos dedican su tiempo es a urdir
trampas para llegar a la presidencia burlando la ley y de paso a su exsocio
Junqueras. Como el reglamento del Parlamento catalán exige la presencia física
del candidato en la investidura, la última ocurrencia de su factoría de
inmundicia política es la de hacerse primero con la presidencia de la cámara y
modificar luego el reglamento para que Puigdemont pueda ser investido de forma
telemática. Es decir, convertir a Cataluña en una república bananera derogando
al más puro estilo chavista todas las leyes que no les son favorables para
cambiarlas por otras hechas a su medida y hacer así lo que les venga en gana.
Hay quien piensa que ni
siquiera un granuja como Puigdemont sería capaz de hacer de Cataluña el
hazmerreír del mundo tratando de hacerse investir por Skype y de gobernar desde
Bruselas, convirtiendo en peleles a su servicio a los diputados de Junts per
Catalunya, ERC y la CUP, sin descartar que los comunes de Colau e Iglesias se
presten a semejante mamarrachada. Pero conviene no confiarse, porque hablamos
de gente que en reuniones internas, sin necesidad de mentir para engañar a sus
votantes, planteaba, sin que a nadie le diera la risa, sandeces como que tras
declarar la independencia Cataluña ocuparía de inmediato un asiento en la ONU,
el Fondo Monetario Internacional, la Agencia Espacial Europea y hasta la
Comisión Ballenera Internacional (sic). Algo que, más que risa, da miedo. Sería
deseable, por tanto, que Ciudadanos, el PSC y el PP abandonaran de inmediato la
peligrosa dinámica de descalificación mutua en la que han entrado tras las
elecciones -poniendo así también sus propios problemas por encima de los
intereses de los catalanes-, e hicieran causa común para tratar de impedir un
nuevo atropello a la Constitución. Porque mientras los demócratas nos quitamos
las penas del fracaso en Cataluña riéndonos mucho con el chiste de Tabarnia, a
lo que ellos dedican sus esfuerzos es a perpetrar un nuevo golpe de Estado a
cámara lenta delante de nuestras narices. Y entonces, el chiste ya no va a
tener tanta gracia
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