Leo, detenidamente, la carta que hace meses me envió un español, de origen sirio y médico de profesión, que durante nueve años y pico ha sufrido la insoportable lentitud de la justicia. Detenido y acusado a finales de marzo del año 2006 por la acusación, junto a otras personas, de un delito de depósito de arma de guerra y que desde el primer día negó, ahora, finalmente, tras un largo calvario judicial, el tribunal le ha absuelto con todos los pronunciamientos favorables.
De sus palabras destaco
éstas: ¿Quién me repara tanto dolor, tanta angustia, tanto sufrimiento? ¡La
injusticia de tan extensa espera me ha consumido el valor, agotado la confianza
en la Justicia, destrozado el corazón! ¡Estos años han tenido para mí más horas
de desesperación que minutos de esperanza!.
El mismo día que recibo
este gemido, leo que más de 8.000 juristas, entre ellos jueces, fiscales y sobre
todo abogados, bajo el lema de “Justicia tardía no es Justicia”, han inundado
Twitter con mensajes e imágenes en las que se denuncia esa lentitud de la
justicia y hablan de juicios y vistas para 2017, 2018, 2019 e incluso 2020.
Cualquier democracia debería
perder el nombre si no es capaz de juzgar a su debido tiempo. Las insoportables
demoras de la justicia convierten al Estado de Derecho en algo meramente
retórico, sin que valgan excusas de sobrecargas de trabajo o falta de medios
materiales y personales. Como el Tribunal Constitucional ha declarado en la
reciente sentencia 87/2015, de 11 de mayo, “por más que los retrasos
experimentados en el procedimiento hubiesen sido consecuencia de deficiencias
estructurales u organizativas de los órganos judiciales o del abrumador trabajo
que sobre ellos pesa, esta hipotética situación orgánica (…) de ningún modo
altera el carácter injustificado del retraso. (…) El elevado número de asuntos
de que conozca el órgano jurisdiccional ante el que se tramita el pleito no
legitima el retraso en resolver, ni todo ello limita el derecho fundamental de
los ciudadanos para reaccionar frente a tal retraso, puesto que no es posible
restringir el alcance y contenido de ese derecho dado el lugar que la recta y
eficaz Administración de Justicia ocupa en una sociedad democrática (…)”.
Éste es también el
criterio reiterado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y así en la
sentencia Lenaerts contra Bélgica, de 11 de marzo de 2004, la Corte de
Estrasburgo razona que el artículo 6.1 del Convenio para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales “obliga a los Estados
contratantes a organizar su sistema judicial de tal forma que sus tribunales
puedan cumplir cada una de sus exigencias, en particular la del derecho a
obtener una decisión definitiva dentro de un plazo razonable”.
O sea, que no es
posible aceptar que se vive en democracia con una administración de la Justicia
donde la respuesta judicial al reconocimiento de un derecho o la determinación
de quien es inocente o culpable, duerma años y años en los estantes judiciales,
con métodos arcaicos, tortuosidades y dilaciones inhumanas. Con horror hemos de
contemplar los daños que causan las excesivas e indebidas dilaciones y
procedimientos hay que duran tanto como las cuatro etapas del hombre; es decir,
toda una vida.
En Bleak House o Casa
desolada, Charles Dickens escribe del famoso caso Jarndyce/Jarndyce como “este
pleito de espantapájaros se ha ido complicando tanto con el tiempo que ya nadie
recuerda de qué se trata (…); durante la causa han nacido innumerables niños;
innumerables jóvenes se han casado; innumerables ancianos han muerto. Docenas
de personas se han encontrado delirantemente convertidas en partes (…), sin
saber cómo ni por qué; familias enteras han heredado odios legendarios junto
con el pleito. El pequeño demandante, o demandado, al que prometieron un
caballito de madera cuando se fallara el pleito, ha crecido, ha poseído un
caballo de verdad y se ha ido al trote al otro mundo. Las jovencitas pupilas
del tribunal han ido marchitándose al hacerse madres y abuelas; se ha ido
sucediendo una larga procesión de cancilleres que han ido desapareciendo a su
vez; la legión de certificados para el pleito se ha transformado en meros
certificados de defunción; quizá ya no queden en el mundo más de tres Jarndyce
desde que el viejo Tom Jarndyce, desesperado, se voló la tapa de los sesos en
un café de Chancery Lane (…)”.
No sé si algún día el
hombre al que me he referido y que justifica estas líneas será indemnizado por
el Estado ante un patente “funcionamiento anormal de la Administración de
Justicia” y en aplicación de los artículos 292 y siguientes de la Ley Orgánica del
Poder Judicial. De tener éxito en la pretensión, se me ocurre que con el dinero
que reciba podría comprarse un reloj suizo, con todos los adelantos y hasta con
números fluorescentes para la noche. Un reloj con mucha vida que le haga
superar el amargo, bárbaro y desalmado tiempo de esos casi diez años de espera
judicial. Camilo José Cela hubiera escrito unas páginas memorables –algo hizo
con mano maestra en El asesinato del perdedor– dedicadas a las víctimas de la
desidia de la Justicia, esa institución por la que Cronos, el anciano dios del
tiempo, llora de impotencia y rabia al verla con tanta galbana.
Para los casos de corrupcion,muy lentos y dando lugar a que prescriban.Para ROBAR a los ciudadanos sus casas por el Banco,por no poder pagar la hipoteca,que con los intereses han pagado tres veces,para eso,la Justicia es,superrapida y diligente.Asi va este Pais,con su poco justa justicia.
ResponderEliminarNo, mas injusto es que no "haiga" justicia. Pero desde luego, la lentitud no contribuye a su equidad
ResponderEliminarMuy requetebueno, Pardo
ResponderEliminarMuy bueno estas fino eso es lo que le tendría que preocupar al Español de nuestro país
ResponderEliminarAun asi la queja es a los subvencionados, no con mi dinero
ResponderEliminarEs que no creemos en "ellos" !!!
ResponderEliminarAhora nadie es culpable y los platos rotos los paga el ciudadano de a pie !!!
Por fin comparto algo contigo
ResponderEliminarNo interesa que funcione. Así hay tiempo para que los delitos prescriban. No se dota a la justicia de personal ni de medios porque no hay interés político alguno, así pueden seguir con sus desmanes a costa del erario público.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo Juan Pardo. A saber lo que hará ´Mas, hasta que sea sentenciado. Hoy se ha demostrado que hay dos baras de medir en el proceso de Mas.....¡¡¡ INAUDITO !!!
ResponderEliminarSi nos detuvieramos todos a cuestionar la lentitud y la impunidad que existe en nuestros países no iriamos construyendo Juan, tú lo sabes muy bien, los liberales tenemos propuestas claras y reales para la solución de la problemática del Sistema estatista de nuestras naciones, divulguemos todos juntos y construyamos la República digna y rica para todos!!! Gobiernos limitados, mercados libres y respeto a la propiedad privada, derogación de las Malas Leyes a traves del Parlamento y las Cinco Reformas liberales!!! Un abrazo!!!
ResponderEliminar!!! Si, claro que la hay !!!
ResponderEliminar!!! La que no tiene la venda en los ojos y mira hacia un lado !!!
En España los ricos siguen impunes...
ResponderEliminarJuan lo has bordado. Muchas gracias
ResponderEliminarAsi es
ResponderEliminarLA JUSTICIA LENTA ES PARA TAPARSE LAS TRAMPAS...ES CORRUPCION
ResponderEliminarlos del pp. los del psoe, etc. etc. cada uno habrá hecho lo que pueda cuando han tenido la sartén por el mango
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