Ya es inaplazable, el
prometido, acuerdo/nacional que impida
el uso partidista de las autonomías. Por ejemplo la andaluza era y es de las peores,
bien, para 2016 estará estrangulada y,
además, cumpliendo con la gilipollez de la estabilidad que no es más que gastar
de acuerdo con los ingresos –eso ya me lo decía mi abuela-
No hay ni un solo país
que podamos considerar de los más avanzados del mundo —a los que hemos de
parecernos para poder vivir los “mejores años” que nos prometió Susana Díaz (a
está mujer le deberían dar un toque de atención rápidamente) nada más ganar las
elecciones— que haya llegado a serlo sin una administración pública eficaz,
transparente y al servicio efectivo de los intereses generales. Algo que no
tenemos en Andalucía como acaba de poner de relieve el audio que delata su
vergonzoso uso clientelar por parte de la ex delegada de Empleo de la Junta de
Andalucía en Jaén, candidata del PSOE el pasado 22-M y en las próximas
municipales, o la carta a los funcionarios de la delegada de Educación en Córdoba.
Los andaluces no
viviremos tiempos mejores sino que volveremos a las peores épocas del
caciquismo si no se extirpan de raíz esas conductas y si sus responsables no
pagan el daño que están produciendo. Y lo cierto es que con Susana Díaz no se
ha avanzado lo suficiente en ese sentido. Ni en su calidad de secretaria
general ha impuesto en su partido mecanismos de selección que eviten la
promoción de personas que actúen de modo tan bochornoso, ni como presidenta ha
reformado nuestra administración pública para evitar ese tipo de cosas. Más
bien lo contrario, como lamentablemente demuestran bastantes de sus
nombramientos.
Viendo los datos que
aporta la presindenta, parece imprescindible que Susana Díaz muestre algo más
que buenas palabras para que no solo los dirigentes políticos sino el conjunto
de la ciudadanía puedan confiar en que tiene algo más que propósitos a la hora
de combatir las malas prácticas y los brotes podridos que es evidente que hay
en su partido (PSOE)
Es ya impostergable el
acuerdo entre todas las fuerzas políticas (porque a todas les afecta y para que
no haya vuelta atrás) que impida el uso partidista de las administraciones. Hay
que profesionalizar la función pública y dimensionarla en virtud de su utilidad
social y no de la de los partidos. Hay que poner en su sitio el sector público
instrumental (fundaciones, consorcios...) para hacerlo “eficiente y coherente”,
como en su anterior investidura prometió hacer la presidenta pero no ha hecho.
Hay que hacerla transparente, pero no solo un poco, y someterla a un constante
control ciudadano e independiente y no de empleados de los propios partidos que
la usan para sus intereses, como ocurre con la Cámara de Cuentas.
A la farsa de Susana le
llega la hora de la verdad, en la que ha de ofrecer hechos y no solo humo. Debe
poner sobre la mesa algo grande y realmente convincente si quiere que podamos
creer que lucha de veras contra la corrupción que ha brotado y brota tan cerca
de ella.
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