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Para que
el sistema sanitario y la educación puedan mejorar o, simplemente, no perder
comba, el ciudadano tiene que aportar recursos en lo necesario para su
financiación. De todo es conocido que desde un tiempo a esta parte los
políticos que conforman el parlamento de la nación, todo lo hacen MAL con
arrogancia, saqueo y alevosía. ¿Por qué este apartado lo iban a hacer bien?
Vamos a
tomar como referencia un supuesto en el que a diez individuos se les da una cierta suma de
dinero y se les ofrece la posibilidad de utilizarla para uso privado o bien
destinar la cantidad que estimen oportuna a un fondo común del que obtendrán
beneficios conjuntos. Imaginen también que el resultado, para cualquier
individuo, es tal que si no aporta nada al fondo común -y ninguno de los demás
tampoco contribuye con nada-, mantiene su dinero, mientras que si todos y cada
uno de los individuos destinan todo su dinero al fondo común, cada uno consigue
un beneficio mayor que el que obtiene del dinero que inicialmente tenía. Pues
bien, aunque parece lógico que todo el mundo asigne todo el dinero al fondo
común, esta conducta no es, sin embargo, la mejor para los individuos. Lo mejor
que puede hacer cada uno es no contribuir y esperar a que sean los demás los
que aporten todo su dinero, en cuyo caso obtiene el beneficio máximo posible.
La mejor estrategia para cada individuo es comportarse como
un parásito o chupóptero de la sociedad “el listillo”. Aquí, en este tipo de
comportamiento se encuadra a todos los que no colaboran a la provisión y el
mantenimiento de los mismos. Ahora bien, con ser esto deplorable, es más
deplorable aún cuando es el Estado el que hace de “listillo/bigardo” en su
comportamiento frente a aspectos de la sociedad del bienestar como la lucha
contra la pobreza o la desnutrición infantil, que está dejando en manos de la
buena intencionalidad de los ciudadanos. En efecto, mientras que desde las ONGs
se apela a que los ciudadanos faciliten recursos para estos fines, el gobierno
recorta prestaciones y reduce su participación en aras de unos ajustes que
aplica a los más débiles, pero no a los más fuertes y que no necesitan, por
cierto, del Estado del bienestar.
Así, el gobierno actúa como rémora desligándose de la solución de
problemas de bienestar común y dejándola en manos de los ciudadanos. Y lo que
debería suceder es justo lo contrario: que fuese la actuación del Estado y no
la caridad de los particulares la que mantuviese los pilares de la sociedad del
bienestar como el más preciado de
los bienes públicos y pienso que único.
Un artículo muy directo y apasionado.
ResponderEliminarUn artículo muy directo y apasionado.
ResponderEliminarSolo se trata de un artículo de crítica política -lo fácil. Gracias, Eva.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs de nota, Juan
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