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Alfredo Di
Stéfano, la saeta rubia, falleció este
lunes en el hospital Gregorio Marañon de Madrid, a los 88 años. Uno de los
mejores futbolistas de la historia y el mejor que ha pasado por el club Real
Madrid.
Di Stefano, nacido el 4 de julio de
1926 en Buenos Aires, había sido internado tras sufrir un paro cardíaco
mientras almorzaba en un resturante cerca del estadio Santiago Bernabeu, la
sede del club madridista.
Al informar sobre la muerte de su
presidente honorario, el Real Madrid lo calficó en su comunicado como "el
mejor jugador de todos los tiempos".
Los anales del fútbol reconocen a Di
Stéfano como el principal inspirador de la mayor hazaña colectiva realizada a nivel
de clubes.
La llamada "saeta rubia"
logró con el Real Madrid cinco Copa de Clubes Campeones Europeos entre 1956 y
1960, la conocida Copa de Europa que ahora es la Liga de Campeones.
Además de esas cinco finales, en las que siempre marcó goles -tres de ellos en la de 1960-, Di Stéfano jugó otras dos y recibió dos veces como jugador en actividad el Balón de Oro que otorgaba la revista France Football: 1957, 1959; y otro más, honorífico, al cumplirse 30 años de vigencia de la Copa de Europa.
Su carrera es una verdadera reliquia
para el fútbol internacional y en particular para el Real Madrid, del que fue
presidente de honor desde el año 2000. La FIFA lo nombró oficialmente entre los
cinco mejores futbolistas del siglo XX, junto con Pelé, Maradona, Cruyff y
Beckenbauer.
Tenía 27 años cuando llegó a Madrid,
tras pasar por River Plate (1944/45 y 1947-49) y Huracán (1946) en Argentina; y
Millonarios (1949/52) en Colombia.
En el Madrid estuvo entre 1953 y
1964; jugó allí 396 partidos y convirtió 307 goles.
Se retiró como futbolista del Espanyol en 1966, poco antes de cumplir 40 años. En total, contando todas las citas de clubes y equipos nacionales durante su prolongada carrera, jugó 897 partidos, convirtiendo 694 goles.
Tras su retiro como jugador fue
director técnico, entre 1967 y 1991, de diversos equipos españoles y
argentinos, entre ellos Boca Juniors, Valencia, River Plate y Real Madrid.
Su principal contribución como
futbolista fue en el ámbito de clubes, ya que por diversos motivos no pudo
jugar en campeonatos mundiales: Argentina no participó por razones políticas en
los de 1950 y 1954; luego España no se clasificó para el de 1958 y Di Stéfano
estuvo lesionado en 1962.
Se ha señalado su aporte en todos
los sectores del campo de juego. Tenía la elegancia de un artista y la
capacidad de trabajo de un jornalero. Hombre orquesta, podía defender,
organizar, pasar, trasladar, tocar, regatear y golear.
El legendario Bobby Charlton quedó
impresionado tras un Madrid-Manchester United, en 1957: "¿Quién es ese?
Recibe la pelota del portero; les dice qué hacer a los zagueros; vaya donde
vaya está en posición de recibir la pelota; se ve su influencia en todo… Nunca
he visto a un futbolista tan completo. Es tan fuerte como sutil y hábil. Su
combinación de cualidades es hipnótica".
Johan Cruyff ha reconocido que Di
Stéfano hacía un "fútbol total" avant la lettre, cuando
la noción todavía no existía en la imaginación de Rinus Mitchel.
Dice Alfredo Relaño, director del
diario deportivo español As y coautor de "Gracias
Vieja", el libro de memorias de Di Stéfano: "Cuando llegó, el Madrid
no tenía más que dos Ligas, ambas durante la República. Desde entonces ha
ganado tantas como todos los demás equipos juntos (…). La leyenda universal del
Madrid nace de esos años".
Pero no sólo fue el principal
forjador de la grandeza del club que la FIFA considera "el mejor del siglo
XX": también, a juicio del respetado comentarista inglés Tim Vickery, columnista
de la BBC, dio su impronta, directa o indirectamente, a las dos principales
competiciones internacionales de clubes, la Copa de Europa y la Copa
Libertadores sudamericana.
Vickery, corresponsal en Brasil,
considera a Di Stéfano "más grande" que Pelé y Maradona. Dice que
además de animar al Madrid, "también fue el principal responsable del
rápido éxito de la Copa de Campeones Europeos; todos querían ver a ese equipo,
con un nivel jamás visto en el continente."
Esto tuvo como consecuencia la
gestación en Sudamérica de la Copa Libertadores, cuyo impulso inicial cobró
fuerza cuando la UEFA propuso un enfrentamiento entre los campeones de Europa y
Sudamérica. Vickery le reconoce a Di Stéfano una influencia indirecta en este
resultado, debido al entusiasmo popular y deseo de emulación que provocaron sus
actuaciones.
También contribuyó en forma
destacada al desarrollo y consolidación del fútbol colombiano, donde jugó entre
1949 y 1952 para el club Millonarios.
Di Stéfano y otros jugadores
argentinos, entre ellos el gran Adolfo Pedernera, fueron a Colombia debido a
una huelga de futbolistas en Argentina, donde los clubes tenían un poder
dictatorial, absoluto, sobre los jugadores.
Contaba Di Stéfano que él y Néstor
"Pipo" Rossi, otra gran figura de River, fueron a ver al presidente
del club; le dijeron que tenían pasajes para Bogotá y que se irían si no les
mejoraba el contrato. La respuesta del presidente fue tajante: "Se pueden
ir y si se quieren morir allí, se mueren allí." Se fueron.
En una semblanza de Alfredo Di
Stéfano que publicamos en BBC Mundo el 31 de diciembre de 2005, cuando su salud
era precaria, dijimos que su trayectoria era un milagro en el sentido que
George Bernard Shaw daba a esa palabra: "Milagro es cualquier cosa que
engendre fe."
Las hazañas de Di Stefano
engendraron fe en el Real Madrid y en el fútbol alrededor del mundo, una fe
casi religiosa que se consolidó en lugares donde la liturgia no es precisamente
española ni argentina.
Di Stéfano y Pelé fueron los principales
demiurgos del fútbol en todo el mundo, adelantados del espectáculo global, del
deporte universal y más democrático.
El brasileño fue más conocido que el
hispano argentino porque, al ser más joven, la televisión pudo recoger más
imágenes de mejor calidad.
La popularidad universal fue el
factor determinante de uno de los episodios más rocambolescos de su carrera, en
agosto de 1963, cuando fue secuestrado en Caracas por miembros del Frente de
Liberación Nacional de Venezuela, que lo dejaron en libertad tras un cautiverio
de dos días durante los cuales aprovecharon para publicitar su causa, como años
antes, en 1958, había hecho el Movimiento 26 de Julio, al secuestrar en La
Habana a Juan Manuel Fangio.
Durante su juventud en Argentina lo
llamaban La Saeta Rubia y Alemán, por el color de su pelo, que le llegó a
través de su familia materna (Laulhé, el abuelo, y Dick-Guilmont la abuela), de
origen francés e irlandés. Por la rama paterna, los Di Stéfano eran de Capri.
Su bisabuelo, cuenta en sus memorias "Gracias, vieja", fue un general
de Garibaldi: "Me ofrecieron su espadón, me lo querían regalar, porque
estaban orgullosos de lo que yo había hecho. Pero no quise."
A los 15 años dejó de estudiar; ya
era un buen jugador en los potreros del barrio. También iban a los partidos y
Alfredo recuerda en sus memorias que vio con su padre los cuatro goles del
primer partido que el español Isidro Lángara jugó con el San Lorenzo ante el
River Plate: "Metió cuatro goles el vasco, hay una foto del partido en la
que aparezco yo con mi padre."
A los 17 años ingresó en la cuarta
división del River Plate (lo tomó el célebre Carlos Peucelle, maestro de
maestros del fútbol argentino). En esa época el primer equipo era la famosa La
Máquina, con una delantera integrada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y
Loustou, a quienes Di Stéfano solía señalar como los mejores jugadores que vio
en su vida.
Luego, cuando Pedernera se marchó a
Colombia, se formó una nueva delantera, llamada "La Eléctrica":
Reyes, Moreno, Di Stéfano, Labruna y Loustau.
Y esto nos lleva por supuesto a una
famosa formación del Real Madrid: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento.
Durante su tránsito por el fútbol
argentino ganó dos campeonatos con River (1945 y 1947) y el Campeonato
Sudamericano con la selección, en 1947.
Con Millonarios ganó tres
campeonatos, 1949, 1951 y 1952.
Jugando para Millonarios fue cuando
Di Stéfano llamó la atención de Santiago Bernabéu, el legendario presidente del
Real Madrid, en un partido con motivo del 50 aniversario del Real Madrid en el
que el equipo colombiano goleó 4-2.
Su ingreso en el fútbol español
estuvo marcado por una de las controversias más enconadas del fútbol
internacional, ya que fue contratado por el Real Madrid y el Barcelona FC al
mismo tiempo.
El Madrid realizó las gestiones
correspondientes ante el Millonarios, mientras que el Barcelona lo hizo ante el
River Plate. Ambos clubes se consideraban con títulos suficientes, pero la FIFA
favoreció los derechos del club colombiano y por extensión del Real Madrid.
Ante esto, intervino la Real
Federación de Fútbol Española, que dictó un fallo aparentemente
"salomónico": autorizó a Di Stéfano a jugar cuatro temporadas en
España, las dos primeras en el Madrid y las otras dos en el Barcelona.
El Barcelona se consideró agraviado
y renunció a sus derechos sobre el jugador. El Madrid, a su vez, se hizo cargo
del dinero adelantado por el Barcelona a River y del resto de la deuda con el
club argentino.
La pugna entre el Madrid y el Barça
por la firma de Di Stéfano llevó hasta niveles nunca vistos la rivalidad entre
los dos grandes del fútbol español, que a poco de andar terminaron por
desplazar del primer plano al Athletic Club de Bilbao, que había sido el equipo
hegemónico en España.
Con el Real Madrid, Di Stéfano
también ganó ocho campeonatos de Liga y una Copa Intercontinental.
A pesar de haber vivido tantos años
en España, Di Stéfano conservó hasta el fin un fuerte acento de los barrios
porteños donde creció y vivió antes de marcharse al extranjero.
Era un acento petrificado en el
tiempo, ya que no acompañó el desarrollo natural de la lengua en la Argentina:
él era virtualmente el único que hablaba con ese acento añejo. Sus aficiones
también quedaron prendidas en los gustos populares argentinos de los años 40,
con frecuentes citas de tangos, en particular Cambalache, que Enrique Santos
Discépolo escribió en 1935.
La letra de Cambalache reflejó el
repudio popular a la llamada "Década infame", tras el derrocamiento
en 1930 del presidente radical Hipólito Yrigoyen. La amargura del Cambalache
donde, "herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia junto a un
calefón", marcó indeleblemente a la generación de Di Stéfano.
Acostumbraba a citar versos del
Martín Fierro, el poema épico gauchesco de José Hernández: "Me lo leí
cuarenta veces ya". Le gustaban los consejos del Viejo Vizcacha, en
particular que "cada lechón en su teta es el modo de mamar", y
también "hacéte amigo del juez, no le des de qué quejarse…"
El gran mérito de Di Stéfano, más
allá de sus triunfos deportivos, consistió en dar placer a millones de personas
y de inspirarles una nueva fe, una pasión por un juego que antes de su
esplendor personal todavía no era universal.
D.E.P
ResponderEliminarFelicidades por el articulo y que ese gran deportista descanse en paz.
ResponderEliminarCon su genio en ambos sentidos...........
ResponderEliminarSe fue el soñado, nunca le gustó el fútbol
ResponderEliminarComo no mi mas sincero pesame a la familia y ha todo el madridismo se fue el mejor de todos los tiempos descanse en paz
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