La LEY 11.1983 ORGÁNICA DE REFORMA UNIVERSITARIA (LRU) (Ley Orgánica, 11.1983, de 25 de agosto. B.O.E. de 1 de septiembre), de 1983 y la Ley Orgánica 6.2001, de 21 de diciembre, de Universidades. LOU), del
2001, modificada a peor en 2007. El cambio estructural más
trascendente, vino de fuera. Nacía en el 2003, con la integración del
sistema universitario español en el espacio europeo de la educación
superior, en desarrollo de la Declaración de Bolonia, firmada en 1999
por 29 países. Con estas reformas se ha avanzado mucho en aspectos como
la democratización o la igualdad de oportunidades. Nos hemos estancado
en otros, como el proceso de enseñanza y aprendizaje. Salvo excepciones,
que las hay, el profesor continúa dando las clases como siempre y el
alumno no acaba de ser el protagonista de su propia formación
permanente. Las tutorías no funcionan, sea por el elevado número de
alumnos o por el desinterés de estos o del profesor. Es el primer pilar
del plan Bolonia que se está desmoronando.
Nunca se tiene en cuenta la
función docente. La dedicación del profesorado al alumno continúa
infravalorada. El prestigio y reconocimiento académico siguen estando en
la investigación. Ahí se encuentran la promoción profesional y los tan
ansiados sexenios o dineros extras. Por eso, muchos profesores escapan
del aula y de la cercanía a sus discípulos. Escucharlos, ayudarlos o
corregir sus trabajos no resulta rentable. Lo más grave es que tienen el
terreno abonado para hacerlo y con la mayor de las impunidades. A los
docentes que se entregan a las clases y a la orientación de sus alumnos
les queda, a lo sumo, el agradecimiento de estos.
El
cambio más drástico del plan Bolonia ha sido la reestructuración de las
titulaciones y la nueva planificación del curso escolar. La reducción
de un año para obtener el primer título universitario, el grado, y la
división del año académico en dos cuatrimestres está resultando un
absoluto fracaso.
Trimestralmente se
imparten cinco o más asignaturas, pasando por el aula otros tantos
profesores, a los que les resulta muy difícil coordinarse. Los
conocimientos se fraccionan excesivamente y el tiempo se convierte en un
gran problema. El reposo y la reflexión que necesita el aprendizaje
brillan por su ausencia. Los alumnos no consiguen madurar, ni personal
ni, por descontado, en el plano académico.
Y
para como puntilla al mal, se programa un calendario de exámenes
absurdo. Pruebas finales en enero y mayo, con posibilidad de
recuperación en julio. Con este galimatías, tiene que resultar muy
difícil, por no decir imposible, impartir una enseñanza universitaria
con el rigor que le corresponde. Este no puede ser el precio que
tengamos que pagar por integrarnos en el marco de la enseñanza superior
europea. Urge un cambio
estructural en la política de gestión universitaria, antes de que el
daño sea irreparable. El estancamiento del discente ya está asegurado
para varias décadas.
Totalmente de acuerdo. Además que lo estoy padeciendo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Además que lo estoy padeciendo.
ResponderEliminarPara reducir el grado a 4 años, han introducido asiganaturas anuales en cuatrimestrales, que en verdad son trimestrales. Y muchas cosas más.
ResponderEliminarLo seria en parte porque los politicos buscaran el lucro y poder propio antes que dar la mejor educacion posible
ResponderEliminarLOS POLÍTICOS SE ENTROMENTEN EN TODO Y POR ESO LAS COSAS VAN COMO VAN
ResponderEliminarDONDE HAY COCO SE NOTA Y DONDE NO LO HAY TAMBIÉN
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