El Gobierno nacionalista obliga a los niños refugiados a
la «inmersión» en un idioma que el 93 % de los alaveses y el 82,4 % de los
vizcaínos no emplean a diario
Recuerdo una grata cena de hace seis años en la pequeña
Chinatown de Londres. Y no por la calidad del condumio, pues en la mayoría de
los restaurantes de esas calles abigarradas se come discretamente, sino por la
siguiente anécdota:
Dos familias vascas, niños residentes en Bilbao y
escolarizados –obligatoriamente– en vasco (idioma en el que no vuelven a decir
palabra en cuanto salen del cole) el camarero vascuence. En un momento, le
pregunta a modo de prueba a uno de niños, ± diez u once años: «¿Cómo me
pedirías en vasco por favor te puede
traer una jarra de agua?». Ante aquel desafío, el chaval frunció el ceño con
cara de esfuerzo mental y tras medio minuto logró por fin soltar una amago de
frase. Por supuesto, si tuviese que decir en español algo tan sencillo como
«por favor, ¿me puede traer una jarra de agua?», aquel niño no tendría ni que
pensarlo, le saldría de modo automático, pues el castellano es su idioma real.
Y sin embargo, por motivos políticos, estaba obligado a estudiar en una lengua
que manejaba malamente. ¿Qué conclusión extraje de aquello? Pues la evidente:
desde hace más de tres décadas, el Gobierno nacionalista del PNV mantiene un
injusto y carísimo programa de ingeniería social para imponer en la escuela un
idioma que en realidad es minoritario en la calle.
La horrorosa invasión de Ucrania está provocando el mayor
éxodo en Europa desde la II Guerra Mundial, con muestras de caridad
extraordinaria hacia quienes huyen por parte de países europeos vecinos, con
Polonia destacando por su generosidad. Algunos refugiados comienzan a llegar
ahora también a las diversas regiones de España. Así que el Gobierno
nacionalista del País Vasco ya lo ha preparado todo para acogerlos como es
debido: los niños ucranianos, que llegan traumatizados por la guerra y el largo
viaje, serán «euskaldunizados» de inmediato. Se los someterá a una «inmersión»
obligatoria. Dedicarán la mitad de su horario lectivo a esa tarea, en unas
«aulas de inmersión» preparadas para ellos, mientras los demás alumnos
estudiarán otras materias.
¿Tiene esto alguna lógica? Pues no, claro. Supone una
perfecta bobería, porque la verdad es que la primera lengua en las calles del
País Vasco es de largo el español, idioma cotidiano del 76,4 % de su población,
frente a un 17 % que hablan en vasco y un 6 % que son bilingües. Por puro
fanatismo nacionalista se proscribe un idioma oficial, y que además es el más
hablado allí. Se hurta así a los niños ucranianos la posibilidad de aprender
una lengua franca, que los comunicaría con 585 millones de personas y que les
permitirá moverse cómodamente por toda España, para imponerles una que como
mucho manejan con competencia plena 395.000 hablantes en todo el planeta.
Esos chavales ucranianos «euskaldunizados» por el Gran
Hermano peneuvista irán de cráneo si caen en la provincia de Álava: allí solo
habla en vasco de manera cotidiana un 3,8 % de la población. En Vizcaya el
porcentaje sube al 11,9 %, pero en la ciudad más grande de la provincia y de la
región, Bilbao, se calcula que los hablantes diarios en euskera son solo un 3
%.
Se puede vestir con corbata y un traje bien cortado,
gozar de formación universitaria, hablar calmo… y sin embargo ser un
nacionalista cerril. Tal es el caso de Urkullu y los santones del PNV, que
enmascarados tras unas maneras educadas practican la intransigencia
nacionalista con un solo objetivo: desespañolizar a toda costa el País Vasco
(aunque el peso de España es tan secular, espontáneo y omnipresente que hasta
ahora no hay manera, pese a las toneladas de dinero público que entierran con
esa meta).
Espero que en las «aulas de inmersión», el PNV y el PSE
aprovechen para explicar a los niños ucranianos que el País Vasco goza de un
modelo fiscal privilegiado, por pervivencia de un anacronismo del pasado. Un
cuponazo que supone una auténtica bicoca para la región y una manifiesta
discriminación para el resto de los españoles. Pero me da que eso no va a caer
en el temario lectivo, sino más bien todo lo contrario.
No debemos cansarnos nunca de denunciar toda esta
impostura. Permitir que lo absurdo pase por razonable supone una injusticia
hacia quienes sufren la arbitrariedad.
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