La tradicional fiesta de
Navidad de la empresa química Millward's, en Gorton (un suburbio al sureste de
Manchester), el 22 de diciembre de 1961, propició que dos de sus trabajadores
(Ian Brady y Myra Hindley) intercambiaran por primera vez unas palabras y
surgiera una relación sentimental.
Ian Brady, de 23 años,
llevaba tres trabajando allí como administrativo y todo parecía indicar que
estaba reconduciendo la desordenada vida que había tenido tiempo atrás, después
de un largo historial de delincuencia juvenil (que incluía robos, maltrato
animal y algunos abusos sexuales) que lo había llevado a reformatorios y la
prisión durante algunos periodos de su corta vida.
Por su parte, Myra Hindley,
de 19 años, era una muchacha tímida, acomplejada y algo traumatizada (víctima
de maltrato familiar por parte de su violento padre y atormentada desde que,
cuatro años antes, su mejor amigo muriese ahogado tras negarse ella a
acompañarlo a nadar). Había entrado a trabajar como operaria en la empresa
química a mediados de aquel mismo año y aunque nunca había intercambiado una
palabra con Ian, según explican las crónicas, se sentía enormemente atraída por
él, aunque éste no había mostrado ningún signo de interés por ella.
Pero en aquella fiesta
navideña hizo que intercambiaran unas palabras, viendo rápidamente él en la
muchacha alguien fácilmente manipulable, a quien influenciar y poder llevar a
cabo sus sádicas perversiones sexuales, recuperando de ese modo su pasada vida
como delincuente. Ella llevaba varios meses secretamente enamorada de Ian, lo
que resultó relativamente fácil convencerla para iniciar una relación e irse a
vivir juntos.
Pocas semanas después Myra
había cambiado completamente su aspecto físico, cortándose el cabello y
tiñéndoselo de un llamativo rubio, además de vestir minifalda y altas botas
negras (hasta hacía poco tiempo la muchacha había sido una devota católica,
religión a la que se había acogido a consecuencia de la traumática experiencia
tras la muerte de su amigo).
Ian y Myra comenzaron una
vida de excesos, perversiones y delincuencia (cometiendo pequeños robos para subsistir,
tras haber abandonados sus respectivos puestos de trabajo). Él la introdujo en
el mundo del sadomasoquismo, además de inculcarle la ideología
nacionalsocialista de la que era un gran admirador.
El carácter pervertido y
sociópata del joven conquistaron a la muchacha, quien se prestó voluntariamente
a participar en todas las siniestras y retorcidas propuestas que le hacía su
novio.
Dos años después, Ian
parecía necesitar algo más de acción. Ya no se conformaba con practicar sexo
sadomasoquista con Myra o realizar encuentros pornográficos y grabarlos con una
cámara de Super-8, por lo que decidió dar un paso más a sus perversiones y
pidiéndole su colaboración para secuestrar y violar a menores, torturarlos y
acabar con sus vidas de una forma sádica, como si de un perverso juego se
tratara.
El 12 de julio de 1963, Myra
conoce a una chica de 16 años, llamada Pauline Reade, y la convence para que la
acompañe hasta un páramo cercano en Saddleworth (a las afueras de Manchester)
con el fin de buscar un guante que había perdido. La adolescente accede
acompañarla y ambas son seguidas de cerca por Ian. Una vez en aquel retirado
lugar, él la viola, acaba con su vida y entierra allí mismo el cadáver.
Aquel fue el primero de
otros cuatro asesinatos que la pareja cometió a lo largo de dos años (hasta
octubre de 1965). Sus siguientes víctimas fueron John Kilbride, de 12 años, el
23 de noviembre de 1963 y Keith Bennet, de la misma edad, el 16 de junio de
1964, ambos también conducidos hasta el mismo páramo. A Lesley Ann Downey, de
10 años, se la llevaron de un parque de atracciones el 26 de diciembre de 1964
y, el 6 de octubre de 1965, fue un adolescente de 17 años llamado Edward Evans.
Fue precisamente este último
asesinato el que provocó el descubrimiento de dichos crímenes y posterior
detención de la sádica pareja, debido a que condujeron al joven hasta el
domicilio de ellos y, mientras se encontraban torturándolo y abusando de él, recibieron
la inesperada visita de David Smith, el cuñado de Myra, quien fue testigo de
cómo Ian acababa con la vida del adolescente de un hachazo en la cabeza.
David Smith supo reaccionar
a tiempo y dijo a su cuñada y la pareja de esta que se iba un momento y que
volvería para ayudarles a deshacerse del cuerpo. No se sabe por qué, pero la
pareja creyó esas palabras y allí lo esperaron. Evidentemente, donde se dirigió
fue a la comisaría de policía y explicó lo sucedido. Cuando llegaron los
agentes al domicilio allí los encontraron, pudiéndolos detener y llevándolos a
juicio.
La casualidad hizo que, tan
solo dos meses antes, el Parlamento Británico suprimiera la pena de muerte, por
lo que tras haberlos declarado culpables en el juicio se les condenó a cadena perpetua,
que era la máxima pena que, a partir de entonces, se podía cumplir por aquel
tipo de crímenes.
Según se ha podido saber con
el tiempo, ella llegó a tener un mayor protagonismo y participación en los
asesinatos y abusos sexuales de las víctimas de los que en un principio se
creyó.
Ian Brady y Myra Hindley
pasaron el resto de sus días encerrados, él murió en 2017 y ella había
fallecido quince años antes. Nunca se arrepintieron de sus crímenes y durante
muchas décadas fueron conocidos como ‘la pareja más perversa y sádica del Reino
Unido’.
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