La crueldad, solo es objetiva cuando se vicia al
vínculo de la ira contenida. Ana_Julia, rompe esta teoría (también se le relaciona con el
asesinato de otra hija en Burgos 1.996)
confunde el amor ajeno por odio produciendo un congelamiento
emocional que arranca cualquier tipo de Fe en la Verdad, o en la vida. En este sentido, decimos que la Crueldad
despoja, arranca al odio su capa ética, su estría moral. Sea quizás por eso que
es una emoción aniquiladora, ominosa y dañina.
Ana Julia se mantuvo durante doce días al frente de algunas
cuadrillas que buscaron inútilmente al niño Gabriel. Las mismas crónicas nos
relatan sus mimos y consuelos hacia el padre desolado por las duras
circunstancias que estaba atravesando, sus llantos en las concentraciones
populares que pedían su aparición y el ruego a los medios para que respetasen
su intimidad.
Esos medios que a mediodía de ayer sobresaltaron y
entristecieron a todo un país al dar cuenta de que Ana Julia había sido
sorprendida llevando el cadáver del niño Gabriel en el maletero de su coche,
según se cree para trasladarlo del lugar en el que lo escondía a otro más
recóndito. Llevamos días hablando del niño Gabriel y lo seguiremos haciendo en
las próximas semanas y meses porque el caso no ha hecho más que empezar.
Probablemente nos depare más de una sorpresa, como ocurre siempre con este tipo de sucesos. Pero el protagonismo del repugnante episodio no debemos situarlo en el niño asesinado, cuya desaparición apenó y alertó a toda España. El pequeño Gabriel poco más hizo que ser un niño feliz y responsable, a decir de quienes le conocían. Hay que situar el foco sobre quien fue capaz de cometer un acto tan miserable y ruin. Ana Julia es la protagonista del salvaje suceso, la que lo provoca, la que decide y la que, en definitiva, lo posibilita. Y aun así, Ana Julia fue capaz de mostrar durante días su otra cara; la maternal. Resulta difícil de asumir y menos comprender que quien mostraba devoción enfermiza por los niños, la madre de una adolescente, y la misma que pidió «por favor, por favor devolvernos a nuestro pescaito» haya sido capaz de comportarse de forma tan salvaje e irracional.
Probablemente nos depare más de una sorpresa, como ocurre siempre con este tipo de sucesos. Pero el protagonismo del repugnante episodio no debemos situarlo en el niño asesinado, cuya desaparición apenó y alertó a toda España. El pequeño Gabriel poco más hizo que ser un niño feliz y responsable, a decir de quienes le conocían. Hay que situar el foco sobre quien fue capaz de cometer un acto tan miserable y ruin. Ana Julia es la protagonista del salvaje suceso, la que lo provoca, la que decide y la que, en definitiva, lo posibilita. Y aun así, Ana Julia fue capaz de mostrar durante días su otra cara; la maternal. Resulta difícil de asumir y menos comprender que quien mostraba devoción enfermiza por los niños, la madre de una adolescente, y la misma que pidió «por favor, por favor devolvernos a nuestro pescaito» haya sido capaz de comportarse de forma tan salvaje e irracional.
Decía, Saramago, que es hombre quien inventó la crueldad y
George Eliot aseguraba que la crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere
ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad. Aun desconociendo los
motivos reales que llevaron a Ana Julia a ser tan cruel, parece ser que
mantenía malas relaciones con el pequeño Gabriel, el atroz suceso de Almería
nos debe hacer reflexionar sobre cómo un ser humano es capaz de matar a un
inocente niño, hijo de su pareja, para inmediatamente llorar desconsoladamente
su pérdida y erigirse en protagonista de las labores de búsqueda. Pocos
comportamientos hay más inhumanos que este que nos asombra. Y, sobre todo, nada
puede reflejar tan nítidamente la crueldad humana. José Saramago sostenía que
el hombre es el inventor de la crueldad y Eliot aseguraba que la crueldad, como
cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada-
Etiquetas: Saramago, Pescaito, Ana Julia, las Hortichuelas,
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