Si Puigdemont no demuestra tener contrato remunerado de trabajo en Bélgica –antes del 30 de Enero -sin trampas- será repatriado.
El ridículo que está
haciendo Puigdemont y sus lacayos en Bélgica parece ser que está tocando su
fin. “Los mismos derechos y los mismos deberes que cualquier ciudadano
europeo”, prometió a Carles Puigdemont el primer ministro belga, Charles
Michel, al día siguiente de que el político catalán dejara pasmado al mundo
plantándose en Bruselas 48 horas después de proclamar la república catalana.
Han pasado casi 90 días desde su llegada y, salvo que decida volver a Catalunya
antes del 30 de enero, el expresident va a tener pronto que hacer frente a sus
obligaciones administrativas como ciudadano de la Unión Europea: registrarse
como residente. En el caso de Bélgica, un trámite administrativo de tintes tan
kafkianos como surrealistas que a menudo deja una marca indeleble en quienes
pasan por él.
La fecha coincide con el
plazo del Parlament de Catalunya para elegir presidente, cargo para el que
Junts Per Catalunya sigue decidido a presentar a Puigdemont. La regularización
de su situación como residente en Bélgica “no se contempla” porque “la idea es
que para esa fecha [el 30 de enero] él ya esté ejerciendo de presidente en
Catalunya”, dicen fuentes de su entorno, que consideran que en cualquier caso
se trata de una “cuestión personal”. Puigdemont puede tener un problema de
overbooking, porque ese mismo día se ha comprometido a estar en un acto de la
N-VA en Lovaina . Otra cosa sería que finalmente Junts per Catalunya desistiera
del plan de investirle president y decidiera quedarse en Bruselas. Ya se
barajan diferentes posibles empleos futuros para él, llegado el caso: candidato
a las elecciones al Parlamento Europeo del 2019 en una lista soberanista
amplia, representante permanente del Govern ante la Unión Europea o algún otro
cargo de representación de Catalunya en el exterior
El reloj, en cualquier caso,
avanza. La legislación europea reconoce el derecho a la libre circulación de
personas a los ciudadanos de la Unión durante un periodo máximo de tres meses,
pero pasados diez días de la llegada, la normativa belga exige “declarar” la
presencia en el país a todas las personas salvo que estén “en un hotel, en
prisión o en el hospital”. No consta que Puigdemont realizara este poco
conocido trámite, pero, en cualquier caso, pasados los 90 días desde su
llegada, si desea quedarse más tiempo en el país, está obligado a pasar por la
Comuna (el Ayuntamiento, en la jerga local) donde vaya a residir.
En primer lugar, el
interesado debe demostrar que tiene un domicilio fijo. No basta con presentar
un contrato de alquiler: la policía pasa personalmente por la dirección para
comprobar que la persona vive allí y tiene su nombre anunciado en el timbre o
el buzón de la casa. (Los hay que tiran la toalla en esta fase, hartos del
esperar al agente del barrio o por temor a las consecuencias fiscales).
Resuelto este punto, el
interesado debe demostrar que su caso se corresponde con alguna de las
categorías previstas por la ley: ser un trabajador asalariado o autónomo, ser
solicitante de empleo, estar estudiando en el país o ser una persona “con
recursos suficientes” para vivir por su cuenta en el país, con seguro médico
propio. En los tres primeros casos, se trataría de un trámite puramente
administrativo, y sólo en el cuarto, que implica convencer a las autoridades de
que la persona no se va a “convertir en una carga para el sistema de ayudas
sociales belgas”, “la decisión final está en manos del Ministerio del
Interior”, explica una empleada del Ayuntamiento de Lovaina, una de las
ciudades alrededor de las cuales ha residido Puigdemont estos meses.
Hay varias posibilidades:
tener ingresos por un trabajo en el extranjero o por alquilar alguna propiedad
inmobiliaria, haber construido un capital importante de activos bancarios (“los
umbrales son muy elevados”, advierten desde la administración belga) o que una
persona fuera de Bélgica le avale mediante sus ingresos y activos, algo que
puede hacer por ejemplo la pareja o un familiar. Una vez iniciada la solicitud,
el caso debe resolverse en 90 días.
Puigdemont no tiene ningún
sueldo del PDECat al no ostentar ningún cargo en el partido, y el año pasado
renunció a su salario como expresident tras la aplicación del artículo 155.
Pero desde ayer tiene una vía de ingresos asegurada que le puede permitir
regularizar su situación en Bélgica sin problemas y sin intermediarios: su
sueldo de 2.871 euros mensuales como diputado raso del Parlament.
La situación es peculiar,
porque las autoridades belgas saben cuándo llegó y dónde se encuentra
Puigdemont (cuenta con protección oficial, como otros políticos de visita en el
país), pero “le corresponde a él dar los pasos administrativos”, afirman
fuentes del Gobierno belga. Más allá de eso, aseguran no tener contacto directo
con Puigdemont y se van haciendo a la idea de que pueda quedarse en el país y,
quizás, intentar dirigir Catalunya desde allí.
“Es un ciudadano más y aquí
ya no tiene causas pendientes con la justicia”, destacó el ministro de
Exteriores, el liberal francófono Didier Reynders, en conversación con algunos
periodistas hace unos días. “Cualquier que crea que puede gobernar desde
Bruselas es bienvenido”, añadió quitando hierro a la situación, que ha creado
no pocas tensiones en el seno del Ejecutivo belga. Otros políticos europeos se
muestran más duros: “Los ciudadanos, ya sean catalanes o de otra parte de
España, están sometidos y protegidos por la ley. Si la violan, deben afrontar
las consecuencias”, afirmó ayer el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans
Timmermans. Enfrentarse a la justicia y/o a la administración belga.
Carles Puigdemont será el
invitado estrella de la recepción de Año Nuevo que la sección local del partido
N-VA en Lovaina ofrecerá el próximo 30 de enero, casualmente un día antes de la
fecha en la que el Parlament de Catalunya podría elegirle presidente de la
Generalitat. Acudirá no tanto en calidad de expresident como de exalcalde de
Girona. “Va a venir a hablarnos de cómo rompió la hegemonía socialista” en la
ciudad, nos explica el responsable de la convocatoria, Lorin Parys, diputado
flamenco de la N-VA. Parys es también cabeza de lista del partido por Lovaina
de cara a las elecciones locales de octubre y aspira a hacer lo mismo que
Puigdemont hizo en Girona en el 2011, cuando arrebató al PSC la alcaldía de la
ciudad después de 32 años de hegemonía socialista. El expresident contó la
historia de la conquista de Girona a Parys en noviembre, cuando fue a cenar a
su casa junto con los exconsellers y le pareció que sería “interesante escuchar
su historia”. Aparte de que los socialistas gobiernan Lovaina desde hace 22
años, “hay algunos paralelismos entre las dos son ciudades: tienen un tamaño
parecido, tienen universidad...”, destaca el aspirante.
juanpardo15@gmail.com
https://blogdejuanpardo.blogspot.com.es/
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