Los 750 millones que costaron los parlamentos autonómicos sin ponerse de acuerdo en nada, cuestionan el Estado de las Autonomíass
Con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, futuro Gobierno bicéfalo de
España, tendremos muchas naciones de naciones y solo dos capitales, Teherán y
Caracas.
El hartazgo ciudadano ante
el despilfarro del sector público no ha sido suficiente para que el Estado de
las autonomías racionalice el colosal gasto y tamaño que ha adquirido en los
últimos casi 40 años. España se ha convertido en un país que soporta una pesada
estructura compuesta por 17 mini Estados, que se suman al Gobierno central y
los más de 8.000 Ayuntamientos que financian los contribuyentes -66.000
concejales con sueldo-. El coste del funcionamiento de esta maquinaria no sólo
es desmesurado sino que, además, no está fiscalizado al detalle en todos sus
apartados.
Esto ha permitido a muchos
gobernantes convertirse en regentes de reinos de taifas con un complejo
entramado de empresas públicas, parlamentos y órganos administrativos al
servicio de sus intereses y de los de sus afines. Una situación insostenible
por más que los políticos traten de aparcar el debate. No es la primera vez que
pedimos una racionalización del gasto de las Administraciones Públicas. Pero
las conclusiones del informe de Convivencia Cívica Catalana bajo el título
¿Cuánto nos cuestan los parlamentos autonómicos? merecen retomar la reflexión
sobre a dónde nos ha llevado la descentralización alocada del Estado español.
Más allá de los 336 millones de euros que los parlamentos autonómicos costaron
a los contribuyentes en 2016, lo que llama la atención de este estudio es cómo
refleja la arbitrariedad con la que se elaboran los presupuestos de las Cámaras
regionales en algunos puntos y el descontrol que hay sobre las subvenciones a
partidos políticos a nivel autonómico.Un ejemplo.
El coste de la Asamblea de
Extremadura, un territorio con 1,1 millones de habitantes, es próximo a 13,6 millones
de euros. Es llamativo que esta cifra sea un tercio superior a la que manejan
las Cortes de Castilla-La Mancha con 9,7 millones de euros para atender a una
población próxima a los 2,1 millones de ciudadanos. Pero el caso más escabroso
es el de Cataluña, donde el Parlament tuvo un coste en 2016 superior a los 51,9
millones. Se trata de una cuantía que casi dobla a la que manejó en ese periodo
la Asamblea de Madrid. Aún hay más. El informe pone de relieve que un
parlamentario de la cámara catalana tiene un coste medio casi similar a la suma
de uno del Congreso más otro del Senado. Sin embargo, lo más sorprendente de
las cuentas del Parlament es el apartado que atañe al reparto de subvenciones
entre sus grupos políticos.
El pasado año, la cámara
catalana concedió a los partidos 15,8 millones de euros en subvenciones para
actividades parlamentarias. Esta cifra equivale a lo que repartieron a nivel
nacional Congreso (9,3 millones) y Senado (6,8 millones)juntos, según el citado
documento. De esa cantidad, Junts Pel Sí recibió más de siete millones, cifra
que supera lo que ingresaron en conjunto PP, PSOE y Podemos en el Congreso de
los Diputados. La discrecionalidad con la que se manejan estos presupuestos
confirma, una vez más, lo que tantas veces hemos denunciado. El gasto de la
mastodóntica Administración española no responde a racionalidad alguna y debe
ser ajustado. Máxime cuando España cuenta ya con una deuda pública que
prácticamente equivale a su PIB y sigue sin cumplir con el déficit. De hecho,
este año tendrá que reducir el déficit del 4,6%al 3,1% si el Gobierno cumple
con sus objetivos. Esto equivale a un ajuste próximo a 15.000 millones de
euros, lo que exigirá un mayor esfuerzo fiscal y más recorte de gasto. Antes de
subir impuestos o continuar con la austeridad en la inversión pública -que
tiene un impacto directo en el empleo-, lo lógico sería acabar con el
despilfarro de los mini Estados autonómicos.
El Estado de las autonomías
se concibió para reconocer la pluralidad de España y dotar a los ciudadanos de
una Administración más eficaz y cercana. Pero el derroche y ambición de algunos
gobernantes ha derivado en un complejo entramado de pequeños Estados repletos
de duplicidades y alejados por completo del sentir de una ciudadanía que en los
últimos años ha tenido que ajustar su gasto, entre otros motivos, para mantener
un Estado desorbitado.
Juan Pardo
juanpardo15@gmail.com
https://blogdejuanpardo.blogspot.com.es/
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Sánchez y Pablo Iglesias,
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