Que nadie se sirva a engaño. Pero, en la opinión pública, en las lecciones y artículos de los académicos e intelectuales, en las tertulias y en los editoriales de los grupos mediáticos más poderosos, se ha instalado el mantra –liberación de la mente- de que el independentismo catalán solo recibe respuestas de orden legal frente a lo que se considera un problema estrictamente político. El corolario es que la culpa de todo la tiene Rajoy, y que la solución solo puede venir de un cambalache abstracto cuyas cesiones nadie se atreve a concretar. La verdad, sin embargo, es que en la definición del modelo político catalán -en sus competencias y su cultura- solo ha jugado, durante 38 años, la política, y que solo en el 2014 empezó a hablarse de una respuesta jurídica elemental -«la ley está hecha para cumplirla»-, cuya primera materialización -la imputación de Mas- se produjo antes de ayer y con gran escándalo del respetable. La política, nunca debería utilizar a la justicia.
El título VIII de la
Constitución quedó impreciso y con una dinámica expansiva ilimitada porque
Cataluña lo exigió así. La Transitoria Segunda quiso establecer la
descentralización asimétrica porque Cataluña lo impuso. La sentencia del
Constitucional contra la Loapa, que bloqueó cualquier intento de armonización
del proceso autonómico e hizo efectivo el café para todos, se dictó al gusto de
Cataluña y en respuesta a su recurso. La inmunidad de CiU frente al caso brutal
de Banca Catalana se logró mediante una criminal inhibición de los tribunales
que fueron sensibles a la razón de Estado. Todas las transferencias de Cataluña
se negociaron políticamente a impulsos de los pactos de gobernabilidad cerrados
con UCD, PSOE y PP. La retirada del Estado de Cataluña, la creación de su
costosísima policía total y los sucesivos rescates de una sanidad quebrada se
hicieron también por debajo de la mesa. Y la tolerancia del incumplimiento de
la normativa sobre símbolos del Estado y sobre los excesos de la inmersión
lingüística también se hizo fuera de todo control jurídico.
¿Y qué decir del
Estatuto avalado por Zapatero, que el Congreso tomó en consideración de forma
irresponsable? ¿Y qué decir de las tragaderas del TC que solo lo peló en lo
gordo sin atreverse a frenar la dinámica separatista que ya alentaba en su
letra? ¿Puede haber más política que criminalizar un recurso al Constitucional
que trataba de frenar una reforma encubierta de la Constitución hecha para un
solo territorio?
En Cataluña solo se
tomaron medidas políticas en respuesta a una presión nacionalista que, libre de
marca legal, acabó generando el torbellino secesionista. Y solo una demencial
dinámica colectiva puede explicar que hayamos llegado a creer que el Estado
solo le dio a Cataluña respuestas legales para un problema político. Y es que
al final va a ser cierto que, «a quien los dioses quieren destruir, primero lo
vuelven loco»
En España, fueron las causantes de miserias y genocidios. y ahora vienen los hijos de la república de salva patria.
ResponderEliminar