La Sanidad pública está muy herida, ¡Salvémosla¡

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El sistema de control y seguimiento de la sanidad pública está tan deteriorado que, prácticamente, es inexistente.  Está mal gestionado, sufre tal deterioro que los recientes recortes indiscriminados derivados de la crisis económica están acentuando con celeridad su muerte. Ahora, tal como está, interpretada por cada comunidad autónoma a su aire; desentendida del Estado; con una gestión opaca y escaso afán por la eficiencia; sometida al partidismo; financieramente menguada; escasa de inversiones que actualicen sus instalaciones y dotación tecnológica; despoblándose de profesionales sanitarios y muy mal pagados y en gran parte desmotivados los que quedan; debilitada en sus principios morales por las diferencias de asistencia entre las autonomías que rompen la equidad y la solidaridad y con unas listas de espera crecientes que causan la desafección y el éxodo de la clase media, soporte natural e indispensable del sistema (más de 10 millones de españoles —y se prevé que el número aumente a medida que se cree empleo— pagan ya voluntaria y espontáneamente una póliza de seguro privado), la sanidad pública pierde progresivamente calidad y en pocos años quedará degradada a un servicio de beneficencia, una medicina para pobres.
Las listas de espera, cada día más largas –ahora culpan a la gripe, mañana a…., embalsan y ocultan las deficiencias para que no se noten,  la demanda desatendida y no permiten que la sociedad perciba la demora y la precariedad de la asistencia pública: los enfermos obviamente aislados y desconocidos entre sí son incapaces de hacerse presentes y el número de los que esperan es, en todas las autonomías, un dato para uso político, siempre en penumbra y manipulable. A la sanidad pública, aunque está enferma, muy enferma, y sin tratar desde hace años, no se le ve mala cara. De hecho, las listas de espera  actúan como una pantalla que oculta a los ciudadanos la verdadera situación del sistema e impide así la formación de una opinión pública enterada y activa.
Sin una opinión pública consistente no puede producirse la presión social que en democracia es el motor de la acción política. El velo de las listas de espera favorece así la pasividad de los políticos. A ellos les consta que la sanidad pública está en decadencia, pero los votantes no demandan su mejora y además saben bien que una reforma seria del sistema exige adoptar medidas impopulares con un muy probable alto coste electoral. ¿Correr tal riesgo por renovar un sistema cuyo deterioro los ciudadanos no acusan ni siquiera ven? La asistencia digna a los enfermos o el afán de justicia son bellas causas que todos los partidos políticos defienden, pero el cuidado de los votos es siempre lo primero. No cabe esperar que por sí mismos los políticos se muevan.
En resumen, la mampara de las listas de espera y el temor a perder votos inmovilizan a la sociedad y a los partidos políticos y obstruyen cualquier cambio. Más aún, en realidad blindan lo establecido e instalan así la sanidad pública en un deterioro continuo y sordo. Sin duda, cada día estará peor, empobreciéndose hasta que pronto pierda su núcleo más íntimo y propio, donde están la solidaridad, la equidad, la buena medicina, la cohesión social y la justicia, es decir, todo.

Sólo una reforma a fondo puede salvar el sistema y sólo un acto de voluntad colectiva puede ser el resorte de la reforma. Si el estado actual de las cosas cierra el camino natural de la presión social es preciso abrirle otras vías.

Comentarios

  1. A que sanidad se refiere a la de Andalucia que han despedido a mas de 6 mil sanitarios? o es que en andalucia todo vale porque gobierna el PSOE?

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  2. Juan Carlos San Millán Garcíamartes, 3 de febrero de 2015, 0:00:00 CET

    Pero la Sanidad Pública en toda España.. o solo las de las Comunidades que son gobernadas por el PP?.

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