De: Carlos Suárez-Mira, Magistrado.
El mayor aporte histórico fue, a nivel jurídico y social, la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano, en la cual se inspirarían todas las
venideras declaraciones y convenios internacionales sobre derechos humanos. En
ella se establecieron una serie de derechos universales inherentes a la
condición humana; derechos que no crearon los revolucionarios, sino que se
limitaron a constatar. Todos ellos de tan hermosa factura como el contenido en
el artículo 1: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus
derechos. Se alude a la libertad como todo aquello que no perjudica a nadie y
sólo la ley puede limitar; se habla de la presunción de inocencia y de la
irretroactividad de la ley; de la libertad de opinión, de prensa y de
conciencia; del principio de igualdad frente a la ley; de la igualdad para
acceder a los cargos públicos solo con base en las capacidades individuales. Se
refiere a la ley como expresión de la voluntad general y fuente de los poderes
públicos; se recuerda que los agentes públicos son responsables de su gestión y
la sociedad tiene el derecho de pedirles que rindan cuenta de ella. Constata
cuales son los derechos naturales e imprescriptibles del hombre: la libertad,
la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
¿Cuánto de esto está llamado a
desaparecer en la España de hoy? ¿Cuánto ha desaparecido ya? Analicemos el art.
16: una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la
separación de poderes definida, no tiene Constitución. Me pregunto si en el
Ministerio de Justicia que impulsó la reforma de la LOPJ que acabó por convertir
al órgano de gobierno de los jueces en una especie de subdirección general de
aquel, y por elegir a sus integrantes "a dedo" entre los dos partidos
mayoritarios y sin intervención efectiva por parte de sus gobernados, los
jueces, son conscientes de lo que han hecho con la separación de poderes. Un
Consejo con capacidad de sancionar disciplinariamente a los jueces incómodos
con el verdadero -único, en realidad- poder, de elegir para los altos
tribunales a los magistrados llamados a juzgar, en su caso, a ministros,
diputados, senadores y miembros de los parlamentos autonómicos, de informar las
leyes y de nombrar, si un nuevo atentado a la independencia judicial se
consuma, a los presidentes de los tribunales de instancia que ejercerán un
poder desconocido sobre los restantes jueces desapoderados también de la
instrucción del procedimiento penal una vez que el nuevo Código procesal penal
deje en manos de los fiscales (subordinados jerárquicamente al Fiscal General
del Estado elegido por el gobierno) la investigación de los delitos bajo el
inédito principio de oportunidad (a ti te investigo y a ti no).
Y si la separación de poderes peligra de
tal manera, no digamos el aseguramiento de la garantía de los derechos. ¿Están
garantizados esos derechos de los ciudadanos con una ley de tasas que
obstaculiza a millones de ellos el acceso a la tutela judicial efectiva?
¿Sabían que los asuntos civiles han disminuido en un 25% desde la vigencia de
dicha ley? Varios miles de injusticias y quejas no tienen acceso a los tribunales;
solo las grandes empresas y los ricos acceden con normalidad a ellos; se ha
favorecido la impunidad de las administraciones públicas (exentas de tasas); no
se ha recaudado con ellas ni la tercera parte de lo previsto, la cual tampoco
se ha destinado a financiar la justicia gratuita como se decía; y, sin duda, va
a convertirse en caldo de cultivo del conflicto social.
¿Conflicto social? ¡Ah! Para resolverlo
expeditivamente tenemos otro ministro a mano: el de interior. El mismo que
afirma sin rubor que las cuchillas de la valla que nos separa de África solo
producen erosiones superficiales a quienes entran en contacto con ellas
tratando de escalar dicha valla, también bendice que el escalamiento de
edificios públicos con fines reivindicativos sea severamente sancionado en su
autoritaria ley de seguridad ciudadana, lo mismo que hacer botellón o sacarle
fotos a la policía en las manifestaciones (por cierto, a agentes que van con
una armadura integral que les hace irreconocibles). Dice el art. 12 de la declaración
francesa de hace tres siglos que, siendo necesaria una fuerza pública para
garantizar los derechos del hombre y del ciudadano, se constituirá esta fuerza
en beneficio de la comunidad, y no para el provecho particular de las personas
a las que ha sido confiada. ¿De verdad que esa fuerza, que ha dado muestras
claras de su espíritu democrático desde la Transición no está empezando a ser
utilizada no en beneficio de la comunidad, ni tampoco en provecho propio, sino
para proteger a quienes mueven los hilos? ¿Cómo si no entender la sanción de
los incómodos escraches que no han tenido la respuesta judicial que esperaba el
gobierno? ¿Cómo si no entender las gravísimas sanciones económicas previstas
para quienes se manifiesten ante el Congreso, Senado u otros organismos que
tampoco han sido sancionados por el Poder Judicial? ¿También esta vuelta de
tuerca es culpa de la crisis o en realidad es culpa de una ideología represora
de las libertades? Por cierto, supongo que cuando gobiernen otros y se
manifiesten los obispos y los pro vida contra la anunciada derogación de la Ley
Wert, de la eventual ley de reforma del aborto y de otras futuras regresiones
democráticas que nos dejen los dos años de gobierno que aún quedan, no se
quejen entonces de que se les aplique esta ley de seguridad ciudadana al tomar
las calles. ¿O acaso confían en que para entonces también la derogue el nuevo
Gobierno?
Impecable. Bueno de verdad. A veces, hay que extenderse para decir todo lo que hay que decir.
ResponderEliminarLos pecados capitales de la mayoría de los jueces son el corporativismo, la soberbia, la prepotencia y el endiosamiento. Por eso carecen de apoyo social. Lo que les ha pasado con lo del CGPJ se lo merecen. En lo demás a que se refiere en su artículo, de acuerdo con usted aunque la clave no está en la Revolución Francesa sino en la Americana
ResponderEliminar¡¡HERMOSO¡¡.
ResponderEliminarOJOS TRISTES ?
ResponderEliminarSencillamente, originalidad.
ResponderEliminarLo mejor y más a tiempo que he leído en internet.
ResponderEliminarTe has pasado, Juan, muy bueno pero no harán caso como siempre. Premia la igorancia
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