Trump desplaza y margina a Sánchez por “gorrón” y por intentar engañar a la OTAN


Sólo hay una explicación para la patética actuación de Pedro Sánchez: ha perdido la cabeza. Nada de lo que ha hecho en los últimos días tiene una explicación racional. El domingo anunció por sorpresa, con la solemnidad que acostumbra, que había llegado a un acuerdo con la OTAN para que España pudiera dedicar sólo el 2,1 % del PIB en gastos de defensa. El lunes, el secretario general de la Alianza Atlántica se apresuró a desmentir al presidente del Gobierno y poco menos que acusarle de mentiroso. Este miércoles, ha asistido en La Haya a la Asamblea General, donde ha vagado en solitario, arrinconado y eludiendo a unos socios que no querían ni acercarse a él por ser poco fiable, por desmarcarse del compromiso que asumía el resto de los países. Como un zombi apestado, se ha separado del grupo en la foto de familia, se ha esquinado y se ha escabullido para no saludar a Donald Trump. Aún peor, ha firmado la declaración final que compromete a los 32 países a invertir el 5% del PIB en defensa y minutos después ha declarado que España no lo cumplirá, que no pasará del 2,1 %. Y de propina, se ha llevado un guantazo del presidente americano que ha anunciado que impondrá a nuestro país los aranceles más altos de toda Europa; el doble que al resto. “Por gorrón; por ser el único país que no quiere pagar”.

Resulta preocupante el comportamiento de Pedro Sánchez al echar un pulso al matón de Trump, que le ha doblado el brazo sin despeinarse. A nadie en sus cabales se le ocurre intentar mentir a los españoles y a la OTAN de una tacada. Menos aún, intentar tomar el pelo a plena luz al líder del país más poderoso del mundo, que no se anda con bromas. Pero el histrionismo de Sánchez perjudica a España, a la imagen de nuestro país y, por lo que se avecina, a la economía que tendrá que afrontar unos aranceles que arruinarán a sectores cuyo mayor beneficio reside en las exportaciones, como la agricultura, la alimentación o la industria, entre otros.

Se puede entender que Pedro Sánchez sufra su mayor crisis política y personal. Pero ahora, se ha superado. Resulta escandaloso firmar un acuerdo para, al minuto, incumplirlo. Y es poco serio patalear en la Asamblea de la OTAN como un niño enrabietado. Será porque está aterrado de que los tribunales trunquen su carrera política. O porque sus antiguas triquiñuelas ya no le valen para salir airoso. Pero ha hecho el ridículo y ha manchado la imagen de España. Al final, ha salido por la puerta de atrás de la Asamblea General de la OTAN con el rabo entre las piernas. Definitivamente, ha perdido la cabeza.

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