El espíritu del independentismo catalán debería estar muerto, pero vive. Así se instauró el soviet supremo.


Aunque casi todos los historiadores coincidan en que solo hubo dos revoluciones en Rusia para instaurar el soviet supremo, en realidad sobrepasaron las mil. Igual, parecido o tal a como está aconteciendo en España. En Rusia, el líder era Lenin –bastante poco inteligente- basado en las ideas de Marx –nunca fue comunista- En España, la revolución de los monjes cartujanos y de las trinitarias descalzas, es liderada por Pablo Iglesias con las ideas de Monedero que no se ha ido, solo está de suplente. Si en Rusia, jamás se supo la procedencia de las ayudas logísticas y financieras de la revolución, solo el agente Alexander Parvus –cuando murió Lenin, Stalin (Ramón Mercader) mató a todos los seguidores de Trotski y nunca más se supo de Parvus; en España más o menos estamos igual o de parecida forma, se entiende que “los Podemos” están divididos y sobre su financiación poco hay de cierto y probado, solo dos millones de euros de la Yihad –vía Bildu- y más o menos el mismo dinero por parte de los bolivarianos. Solo suscita especial interés cuando los gastos de la banda de Pablo Iglesias superan con creces los 10 millones de euros.
El espíritu de la revolución rusa debería estar muerto, pero vive. Solo el 1% de la población vive por encima del precario, el resto lo están pasando mal, muy mal, demasiado mal. El espíritu que pretende instaurar “el coletas” y sus monjas no es más alentador que el ruso.

Cuando los políticos españoles hablan o gruñen –no siempre en español- se  sobreentiende que todo es mentira, pero la Ada Colau, posiblemente la reencarnación de Ramón Mercader para dar un picotazo de muerte a Pablo Iglesias, además de mentirosa, desde su convento, lanza misiles con cabezas nucleares a propios y extraños. Un día  dice que va a dejar la Diagonal solo para carril bici, otro que va a dejar exentos de impuestos municipales y estatales a propios y a extraños, al siguiente que la Ley se la pasará más o menos por donde se juntan las dos piernas. No en vano hay que tener  en cuenta que para hacerse con la alcaldía necesita el apoyo de, al menos, otras tres fuerzas políticas. Asusta pensar qué despropósitos haría Ada Colau si tuviera mayoría absoluta.


Y yo que pensaba que las tonterías solo las decían los políticos en campaña electoral y luego, cuando terminaban las elecciones, descendían a la realidad. Pero, Ada Colau, parece querer demostrarnos que se guardó sus mejores perlas de estulticia para después de los comicios, cuando acaricia ya la alcaldía. Su coherencia política es tal, que asegura sin ruborizarse que ella no es independentista y ni siquiera nacionalista, pero que en el simulacro de referendo votó sí y sí. Es decir, que Cataluña debe ser un Estado, y que este Estado debe ser además independiente. A su lado, Pablo Iglesias es Inmaculado.

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