Se calcula que entre los refugiados de Siria, Sudán, Eritrea etc se han camuflado más de 150.000 yihadistas. Pero vamos a lo que vamos. Puede ser un problema
más grande del que ya lo es, los refugiados procedentes principalmente de Siria
que huyen de la influencia y opresión del Estado Islámico y pretenden asentarse
en Europa debe ser objeto de una serena reflexión que permita extraer las
consecuencias justas y equitativas de la situación creada. Cierto es que no
solo el terrorismo es causa de esta expansión inmigratoria, por cuanto también
el hambre y las pésimas condiciones de vida en determinadas zonas de Oriente
Medio y de África se erigen en razón de ser de estos desplazamientos masivos de
masa.
Es incuestionable que,
en modo alguno, se pueden cerrar las puertas a esta obligada inmigración masiva
en el marco de la unidad política y económica europea, pero se impone
necesariamente establecer unas reglas de juego que armonicen la justicia, la equidad
y la solidaridad humana, mediante la implantación de unos criterios de
ponderado equilibrio y proporcionalidad. Buena prueba de ello lo es, sin duda,
la decisión adoptada por el Gobierno alemán que suspende temporalmente la
vigencia del tratado de Schengen ante la avalancha de inmigrantes que buscan
refugio en su territorio y a los que materialmente no puede absorber.
Obviamente, es distinto el tratamiento jurídico y social de los refugiados que
el de los inmigrantes voluntarios, pero las demagógicas respuestas a este
problema suscitado a nivel internacional no lo van a resolver, antes al
contrario, pueden llegar a complicarlo todavía más. En España, por ejemplo, al
margen de la ayuda que va dispensar la Unión Europea, no ha de ignorarse que, a
pesar del enorme avance conseguido en el terreno económico, sigue manteniéndose
un elevado índice de paro laboral que se erige en uno de los factores -y no el
menor, pues a los refugiados, al final, habrá de facilitárseles trabajo- a
tener en cuenta a la hora del reparto proporcional de refugiados en trance de
imprescindible acogida.
Parece inevitable no
quedarse en la superficie del problema y ahondar en sus causas últimas entre
las que alcanza una posición relevante la lucha de civilizaciones existente a
nivel universal. Desde el sangriento atentado contra las Torres Gemelas de
Nueva York, del que se ha conmemorado recientemente el décimo cuarto
aniversario, persiste, con carácter mundial ya, una clara y soterrada guerra en
la que pugnan por imponerse dos culturas opuestas y antagónicas: la occidental,
de raíces cristianas, y la oriental, de inspiración islámica. Y a esta realidad
innegable, que desgraciadamente no resolvió la pretendida primavera árabe, ha
de enfrentarse la humanidad entera tratando de darle una respuesta global.
Cualquier otro planteamiento parcial o localista no hace sino oscurecer la
realidad del gravísimo problema existente a nivel universal y alargar,
indebidamente, la solución del mismo.
En cierto modo la
situación actual surge del inadecuado comportamiento de Siria, con Al Assad a
la cabeza, que no fue objeto inicialmente de una respuesta contundente que
evitara los desastrosos efectos que ahora se padecen, pero no cabe ignorar
tampoco que la actuación del terrorismo yihadista propio del Estado Islámico se
erige en una amenaza a nivel mundial que no parece llegue a neutralizarse con
la ofensiva desplegada de momento por Occidente, con los Estados Unidos al
frente. En este sentido resulta esclarecedor el criterio de politólogo italiano
Giovanni Sartori, que asigna a esta guerra de civilizaciones las
características de terrorista, global, tecnológica y religiosa.
Ante un panorama de
claro belicismo como el de referencia parece que algo más decisivo que el asilo
y acogimiento de refugiados debiera hacerse y, sin desconocer la enorme
dificultad que entraña cualquier forma de diálogo basado en el Derecho que
pudiera ahuyentar este riesgo que amenaza a la humanidad entera, se impone que
desde el Occidente unido y a través de sus instituciones comunes se articulen
políticas más decisivas y operativas que permitan a la comunidad internacional
salir de la situación de incertidumbre y desasosiego en la que se halla
inmersa. No es fácil, ciertamente, encontrar una solución al problema expuesto
cuando en el mismo se entrecruza, como esencial, un factor religioso
caracterizado por una marcada intransigencia; pero debiera intentarse, cuando
menos en el marco del recíproco respeto de creencias con el proselitismo
religioso incluido, hallar una vía que facilite una más serena convivencia
mundial.
Eso parte el alma.
ResponderEliminarNingún problema Juan...resolveremos como siempre...estamos a acostumbrados...tenemos 2.000 políticos y un numero indeterminado de periodistas camuflados como demócratas... Siendo en realidad unos fascistas y no pasa nada...así que no te preocupes demasiado por los que se cuelan
ResponderEliminarpues si, dice el refran que con la caridad entra la peste, yo no quiero a esa gente en España, no van a traer nada bueno.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo, esa seria la solución más correcta.
ResponderEliminar¿ Porque no la llevan a cabo ? Yo me imagino un par de razones principales, aunque hay más.
La primera; es que estas personas, algunas no son de fiar y eso les va acarrear los mismos problemas, que nos van a causar a nosotros, más pronto que tarde.
Y la segunda; es que las que las personas ( mafias ) que las envían, desde el norte de África, no sería nada extraño, que con el paso del tiempo, nos enteremos que en los países de Europa que los reciben con tanto cariño, haya otras mafias ( políticas ) que dan y reciben generosamente, suculentos beneficios.
Esto acaba en kaos incontrolable y se solucionara de forma extrema Dios no lo quiera.
ResponderEliminarYo también creo que que seria lo mas justo....
ResponderEliminarPero mi pregunta es, si los àrabers no se quedan con ni uno solo porque mi pais tiene que acogerlos?
ResponderEliminarPues seguro que se han colado.....
ResponderEliminarOido, coleccionistas...jajajajaOido, coleccionistas...jajajaja
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