Ya hace tiempo que el
Gobierno capitaneado por Rajoy lo veía anunciando y, según Cristóbal Montoro,
la recuperación económica ya ha llegado. Según SUS cálculos goniométricos
planos hemos crecido una ""décima"".
¿Cómo se detecta una décima cuando se debe más de un billón de euros y hay otro en rotación. Todo esto
para liar más a una mayoría de ciudadanos comprando medios de comunicación y
agitadores de redes sociales con la falsa promesa de que que la economía
volverá a crecer y que con ello también lo hará el empleo y el bienestar
material de la población. Que los sacrificios que nos están imponiendo –no a
todos, dicho sea de paso– terminarán por dar sus frutos más temprano que tarde.
El descenso del diferencial de la deuda (la llamada prima de riesgo que ni
nunca se ha tenido en cuenta, ni se tiene), la subida de las exportaciones netas o el débil crecimiento del
Producto Interior Bruto (PIB) serían indicadores que apoyarían la
tesis gubernamental. Cuestión esta, totalmente, falsa.
La bajada de la prima de
riesgo, por ejemplo, es un indicador de la mayor confianza que tienen los
mercados, las grandes empresas y grandes fortunas, en que podrán cobrar los
préstamos que hacen al Estado. Y no es para menos. Los recortes en los servicios
públicos, tales como sanidad o educación, están siendo las fuentes de las que
se obtiene el dinero que vuela hacia los bolsillos de los acreedores de la
deuda.
Algo parecido ocurre con
el crecimiento económico. Si no va igualado a una mejora en las condiciones de
vida, tanto materiales como inmateriales, difícilmente podemos hablar
de buenas noticias. No olvidemos que el crecimiento económico es
compatible no sólo con burbujas económicas sino también con la deprevación de
recursos naturales e incluso con la muerte y destrucción que provocan las
guerras en otras partes del mundo. De ahí que sea no sólo absurdo sino también
insensato hablar de salida de la crisis mientras la realidad social no mejore
en absoluto.
Si podría alegarse que, al
menos, estaría científicamente demostrado que ya habríamos salido de la
recesión. Pero en realidad tampoco. La contabilidad nacional, que acaba
construyendo el Producto Interior Bruto (PIB), no es una ciencia exacta. Por
tanto, la cuantificación de las propias variables económicas está sujeta a
enorme polémica. El mismo concepto de capital es imposible de
cuantificar, algo revelado claramente por la llamada controversia de
Cambridge. La solución que tomó la ciencia económica fue la de ignorar esos
“pequeños” incidentes y huir hacia delante. El resultado es posible que sea lo
mejor que puede conseguirse en una ciencia inexacta como la economía, pero
desde luego no representa la realidad misma. Acabemos pues con la mitología de
los indicadores económicos, aunque tengamos que usarlos para acercarnos a esa
realidad.
Así las cosas, si usamos
los indicadores económicos para el análisis conviene tener en cuenta que lo
adecuado es estudiar las tendencias estructurales y no la coyuntura. Crecer un
0,1% no nos dice mucho si no tenemos en cuenta la trayectoria histórica y los
fundamentos de ese crecimiento, porque lo mismo es el paso para un crecimiento
sólido que para una recaída descomunal. Recordemos que en el año 2011 el
crecimiento del PIB fue del 0,1% anual, y sin embargo a ese dato “de alegría”
le siguieron años de agudizamiento de la crisis.
Si observamos el
fundamento del crecimiento económico los años previos a la crisis, notaremos
que la demanda interna creció en 2006 a un ritmo del 5,2% anual mientras que
las exportaciones lo hacían a un 6,7% anual. Las importaciones creían aún más
rápido que las exportaciones y eso empeoraba el déficit comercial. Eran los
rasgos típicos de un crecimiento dirigido por el crédito, que estimulaba una
importante demanda interna que a su vez obedecía a la dinámica de la burbuja
económica.
Todo eso cambió con la
llegada de la crisis. El pinchazo de la burbuja detuvo la actividad productiva
en el sector de la construcción y comenzó la parálisis de toda la economía. En
el año 2008 la demanda interna ya decreció un 0,5%. La caída de las
importaciones fue importante, de un 5,2%, y comenzó a corregirse el déficit
comercial. Para el año 2009 la crisis ya estaba más que instalada en los
fundamentos económicos. Las importaciones se desplomaron un 17,2%, y la demanda
interna un 6,4%. No había consumo ni inversión, y el PIB cayó un 3,8%.
La novedad llegó en el año
2010, todavía en Gobiernos del PSOE, cuando las exportaciones y las
importaciones se recuperaron de forma muy notable. Pero la demanda interna
seguía cayendo, esta vez un 0,6%. Y entonces vino la puesta en marcha de las
políticas de consolidación fiscal. La consecuencia fue el desplome de la
demanda interna, un 2,0% en 2011 y un 4,1% tanto en 2012 como en 2013 (este
último dato en estimación). Al no haber consumo ni inversión también cayeron
las importaciones durante todos estos años, de modo que sólo el crecimiento de
las exportaciones mantuvo algo de vida al crecimiento económico. La
consolidación fiscal hundió la economía.
El resultado de todo este
proceso es un modelo de crecimiento económico muy distinto al que había antes
de la crisis, ya que el motor del anterior modelo era la demanda interna
(aunque propulsada por el crédito) mientras que en el nuevo modelo el motor son
las exportaciones netas (diferencia entre exportaciones e importaciones). El
modelo anterior era frágil debido a que dependía de la burbuja de crédito
asociada a la inmobiliaria. Y el nuevo es un modelo frágil porque depende del
buen estado del comercio mundial y porque se especializa en sectores de bajo
valor añadido que tienen comportamientos muy volátiles. Pero no sólo.
Si observamos con detalle
cómo se componía la demanda interna en los últimos años podremos sacar algunas
enseñanzas. La primera, que el consumo de los hogares se hundió en 2008 y
todavía no se ha recuperado. Los hogares están muy endeudados y el dinero que
reciben no lo dedican a consumir sino a devolver deudas al sistema financiero.
Ese hecho fue compensado parcialmente por el crecimiento del consumo público
hasta 2010, lo que mantuvo la demanda interna y el crecimiento económico. Eso
sí, el consumo público se hundió cuando comenzaron las políticas de
consolidación fiscal (con Zapatero y después con Rajoy) y eso hundió la demanda
interna definitivamente.
La segunda cuestión es que
la inversión se desplomó en 2008 y aún más brutalmente en 2009, sin recuperarse
desde entonces. A pesar de la restructuración financiera y el saneamiento de
los balances de los bancos, la inversión no resucita. Al contrario, sigue
cayendo. Se está produciendo lo que se llama trampa de la liquidez, y que viene
a decir que aunque el canal financiero funcione perfectamente (es decir, que
pueda prestar) las empresas no quieren endeudarse para invertir porque no hay
mercado, no hay ni consumo ni inversión. El hundimiento de la demanda interna
no anima a nadie a invertir porque no sale rentable. Los fundamentos de la
economía están enquistados y estancados.
Así las cosas, el
crecimiento del PIB sólo puede generarse a causa de que las exportaciones netas
empujen más de lo que caiga la demanda interna. El problema es que la demanda
interna sigue cayendo y puede hacerlo con aún más fuerza como efecto de los
recortes en consumo público, lo que hará cada vez más difícil que las
exportaciones netas compensen ese hecho. La esperanza del Gobierno está puesta
en que el comercio mundial se mantenga estable, sin una nueva crisis, y que el
empobrecimiento salarial haga más atractivas las exportaciones españolas. Esta
es la estrategia que tienen todos los países de la UE, a pesar de que todos
saben perfectamente que no todos los países pueden ser exportadores netos.
Para intentar llevarlo a
cabo el Banco Central Europeo está inyectando ingentes cantidades de dinero en
las entidades financieras, y sigue haciéndolo aunque es notorio que no llega a
la economía real por lo ya comentado. Todo ese dinero está formando una nueva
burbuja internacional, sumándose al inyectado por la Reserva Federal y del
Banco de Japón. Se hinchan los activos financieros y se genera la apariencia de
que los mercados financieros se han recuperado, pero es puro espejismo. Cuando
estalle aquella burbuja asistiremos sin duda a una nueva Gran Depresión.
Entonces la luz que veíamos en el túnel será percibida con más claridad como un
enorme tren que se dirige hacia nosotros.
Por otra parte, los rasgos
sociales asociados al nuevo modelo económico promovido son los de los bajos
salarios y la competitividad alcanzada vía menores costes laborales, lo que da
muestras de un modelo de sociedad injusto y regresivo. Por supuesto
políticamente inaceptable, y de hecho caldo de cultivo para la explosión social
(que bien puede ser influenciada por la izquierda que por la extrema derecha).
La alternativa económica,
sensata y racional, pasaría por fomentar la demanda interna a la par que se
diseña un nuevo modelo productivo consistente con las necesidades sociales y
ecológicas. Pero estaríamos hablando de una demanda interna no estimulada por
el crédito, como hasta antes de la crisis, sino por la consecuencia de llevar a
cabo políticas de redistribución de la renta y de la riqueza. Claro que eso
implica tocar el dinero y el patrimonio a los más ricos, lo que políticamente
tiene enormes consecuencias en el conocido terreno de la lucha de clases.
Creo que va a ser continuada-
ResponderEliminarGracias, Juan
ResponderEliminarDemasiado en broma nos lo estamos tomando
ResponderEliminarVivimos la política del ridículo y el cinismo...eso lo explica todo...un abrazo, Juan!!!!
ResponderEliminarBuen dia gracias por compartir!!
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