El testarazo de Albert Rivera ha sido una jugada sucia, pero maestra del PSOE. En Cs ya piden la cabeza de su atolondrado líder.




La sentencia desproporcionada e inoportuna por agravio comparativo del Caso Gürtel ha cambiado todos los análisis electorales. En principio, Ciudadanos era el partido llamado a liderar el centro derecha de España, según varios sondeos demoscópicos que aunque de dudoso crédito, a veces, se aproximan.


El testarazo de Albert Rivera ha sido una obra maestra del PSOE. Otra cosa bien distinta es que tenga un final feliz que es más difícil que imposible. Pero la jugada ha sido perfecta. 


El resultado de la moción de censura ha tenido una víctima inmediata, el Partido Popular que lidera Mariano Rajoy. Pero también ha dejado claro que Rajoy barrerá en las próximas elecciones que si antes no, se celebrarán junto a las municipales, o sea, el segundo domingo de junio de 2019.  Al partido revelación, Ciudadanos le ha traicionado la ambición que alimentaba su éxito demoscópico. Convencida de que las urnas le brindarían la victoria inmediata, no calibró a tiempo la fuerza arrolladora de la voluntad general de echar a Mariano Rajoy de La Moncloa y que ese, y no otro, era ahora el ineludible objetivo de consenso político y social.


La vocación de Ciudadanos de partido de centro capaz de pactar con unos y otros en bien de la nación y comprometido contra la corrupción ha quedado en entredicho. El nuevo partido de la regeneración democrática ha entrado en el juego de la vieja política.

Su tozudo empeño en convocar elecciones cuanto antes y culpar al PSOE de aliarse con los independentistas y nacionalistas no tiene pase porque sabe que solo con sus votos habría favorecido la formación de ese Ejecutivo fuerte de transición necesario que habría brindado al país la salida ordenada de un Gobierno de Rajoy con la pronta convocatoria de nuevas elecciones. Pero su estrategia era una ecuación imposible: echar a Rajoy, pero no apoyar la moción favoreciendo al líder de la oposición, Pedro Sánchez, sin tener en cuenta que la ventaja que supuestamente le otorgaba ya se la habían dado las urnas en 2016.

Por inmaduro y lego en política, Albert Rivera, no calculó bien la retirada del apoyo al PP sin argumentos ni razones y de ser líder de la oposición, ya que Pedro Sánchez no tenía escaño en el Congreso,  pasará a ser un triste capataz de 32 diputados que, , además, votaron 'no' a la moción socialista y apoyaron la continuidad de Rajoy, por lo que pierde credibilidad en su defensa de la regeneración política.


Cs con sus sueños de humo nunca ha sido consciente de la realidad escrutada, que solo le dio 32 tristes y viciados escaños parlamentarios. ¿Viciados? El 90% de sus diputados son, eran y serán sobrantes del PSOE o PP  con el poder sin ser consciente de la realidad, de su precariedad parlamentaria. A partir de ahora, su papel será menos relevante, pero es probable que no haya echado todo por la borda y que siga atesorando un caudal de expectativas, pero a la baja traicinera. Desde ya, el único Gobierno posible es el PP, junto al Partido Popular.



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