El PP es el principal
partido político de España y el segundo de Europa. Pero el que en un partido
político haya democracia interna no es razón suficiente para ver a dos mujeres de
la cúpula,hasta hace unos días, como Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores
de Cospedal, jugarse su futuro político a un todo o nada, pidiendo el voto a
los militantes y vigilando de reojo a Pablo Casado.
A pesar de llevar tantos
años en política, nadie sabe cuál es su ideario. ¿Son liberales,
democristianas, conservadoras, centristas, de derechas o simplemente
pragmáticas? Cospedal aduce para ser elegida que dio la cara por el partido en
los casos de corrupción; Sáenz de Santamaría ofrece recuperar el poder cuanto
antes, basándose en que las encuestas le dan más posibilidades de derrotar a
Sánchez. Y poco más. Es imposible que abanderen la regeneración que precisa el
PP. Son la continuidad del marianismo. De Casado sabemos que es próximo
ideológicamente a sus mentores Aznar y Aguirre, que dice ser liberal y tiene un
currículo universitario bajo sospecha.
Su campaña se basa en que representa el
cambio generacional y la renovación que necesita el PP, un argumento que puede
ser eficaz en unos tiempos en los que cuenta más la imagen y la juventud que el
contenido, por carca que sea. Sáenz de Santamaría y Cospedal se llevan fatal,
no se soportan. Ya han comenzado las hostilidades. La secretaria general ha
lanzado un viaje a la ex vicepresidenta al asegurar que ella habría aplicado
antes el artículo 155. Entre ellas, solo puede quedar una... o ninguna. El
partido corre el riesgo de sufrir una quiebra interna. Ha sido irse Rajoy y
renunciar Feijóo para que el PP se convierta, como diría el registrador de
Santa Pola, en un gran lío, en el que ha estallado una lucha descarnada por el
poder. Como diría mi abuela, solo son las primarias.
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juanpardo15@gmail.com
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