La mutilación genital femenina (MGF), término acuñado por
¿Cuáles son las razones socio-culturales? El apoyo a la mutilación en las comunidades donde se practica es amplio. Provee identidad cultural y sentido de pertenencia. La familia, líderes religiosos y comunitarios la apoyan en base al futuro rol de la niña como madre y esposa.
La creencia es que la mujer no circuncidada no va a ser atractiva al hombre, no casadera. Hay un factor económico envuelto y es el hecho de que las niñas operadas podrían traer riqueza a los padres por medio de dotes altas al momento de contraer nupcias. Por lo tanto el significado del procedimiento tiene más que utilidad, está atado a las definiciones de belleza, personalidad y el lugar que ocupa cada uno en la comunidad. Lo ven también como un símbolo de orgullo, dignidad, coraje. Las niñas ganan reconocimiento lo que aporta estatus tanto a las iniciadas como a sus padres. El rito no es otra cosa que la culminación de una serie de enseñanzas en las cuales se hacen plenos miembros de su familia, clan y sociedad, por tanto. Sin este paso ninguna puede reclamar los beneficios del estatus de adulto. Se debe entender que el mayor significado de la circuncisión no es la operación como tal sino las instrucciones, enseñanzas y consejos ofrecidos a las iniciadas en ese momento.
Para muchas mujeres mutiladas que favorecen la práctica el dolor es solo uno de los gravámenes y alegrías que van con ser mujer. De hecho, los procedimientos son llevados a cabo por mujeres de la comunidad en la mayor parte de las veces. La antropóloga Ellen Gruenbaum relata en su libro, The female circumcision controversy: an antropological perspective (2001), que al ser invitada a una celebración de rito de pasaje en Sudán, África, fue conducida por las mismas mujeres a felicitar a la niña. De su conversación con las adultas ya mutiladas llegó a la conclusión de que no había resentimiento ni rebeldía en sus voces, se entiende entonces que para ellas es algo normal en sus vidas y no una costumbre problemática. Aceptan el dolor como solo uno de los gravámenes y alegrías que van con ser mujer. Acota Gruenbaum que eran las mujeres las que llevaban rato celebrando con cánticos mientras los hombres permanecían tranquilos. Sin embargo no se puede ignorar que el placer del hombre y el honor de la familia parecen ser reconocidos universalmente como importantes, mientras que la sexualidad de la mujer, su autonomía, habilidades reproductivas, derechos económicos, están usualmente subordinados al control de los hombres de la familia.
Cierto es que se acusan a estas sociedades de ser patriarcales y machistas, sin embargo muchas culturas han institucionalizado el control de los hombres sobre las mujeres por lo tanto no se pueden señalar como tales. No obstante, la subordinación social y económica de las mujeres y niños parece ser condiciones necesarias para la perpetuación de las prácticas de circuncisión femenina. En estas sociedades, la transición a la adultez en los varones conlleva ritos más elaborados de modo que aprendan y conozcan el acervo cultural. En contraste, en las niñas esa transición es corta, individualizada y en muchas ocasiones solo dura unos cuantos minutos. Muchas mujeres se oponen a la práctica de la mutilación pero la misma está tan culturalmente arraigada que incluso hay resistencia a condenarla. El costo de rechazarla es muy alto para las que se resistan pues implica pérdida de identidad cultural, sentido de pertenecía y reconocimiento, entre otras. La práctica persiste ocasionando innumerables muertes y discapacidades.
¿Derechos culturales o derechos humanos? Ahí está el asunto. Lo discutiré en la próxima publicación.
Comentarios
Me ha parecido muy interesante el artículo y estoy de acuerdo con los compañeros a los que me sumo en sus opiniones.
Un abrazo
He leído los comentarios y suscribo todos. Lo peor es que, en muchos pueblos y aldeas se practica sin garantías de higiene. De ahí que muchas "intervenciones" deriven en complicadas infecciones, mutilaciones y muertes.
Son los hombres del planeta Tierra -llevan mucho tiempo esperando a que se ocupen de sus responsabilidades como seres humanos los de otros- quienes tienen que levantarse y gritar. Las mujeres sometidas a este tipo de culturas y religiones no tienen voz ni voto. Las que no lo estamos y condenamos continuamos en buena parte veladas, marginadas, acosadas y oscurecidas en nuestros méritos. De no ser así habríamos erradicado ya este tipo de prácticas contra la salud y la libertad sexual femeninas. Así que felicito a Isidro Padilla, por ejemplo. Y recuerdo desde aquí a un hombre: a David Bowie, por amar y vivir junto a una de las mujeres más guapas del mundo. Somalí, por cierto.