Se acabe celebrando o no
algún debate entre los candidatos a La Moncloa esta campaña, todo lo que ha
ocurrido en las últimas horas, de enorme gravedad democrática, refleja que
Pedro Sánchez no tiene escrúpulos para poner a su servicio organismos públicos
como RTVE, en línea con lo que ha hecho con otras muchas instituciones del
Estado en sus meses de mandato. Tanto como le gusta presumir al todavía
presidente del Gobierno de respaldar la televisión pública, le ha dado dos
estocadas en menos de una semana, aunque la de ayer es la puntilla para la
escasa credibilidad que aún pudiera mantener la corporación en manos de Rosa
María Mateo. La administradora única ha demostrado un servilismo al PSOE tan
elocuente al cambiar la fecha del debate propuesto a los candidatos, plegándose
al deseo de Sánchez, que incluso profesionales de la cadena promocionados en
esta etapa como Xabier Fortes o el presentador del Telediario Carlos
Franganillo se revolvieron de inmediato contra ella. Por dignidad y para no
emborronar más su carrera en los medios, a Mateo sólo le queda la opción de
dimitir tras el bochornoso episodio que está dominando la campaña electoral y
que ha roto la estrategia de los socialistas a los que hasta ahora les sonreía
el viento de cara.
Sánchez nunca ha querido
debatir. No se atreve a confrontar programas ni a participar en duelos
dialécticos porque no quiere responder a cuestiones medulares por las que le
interrogarían sus rivales, tal como le ocurrió con la ministra de Hacienda en
el debate a seis. Montero fue incapaz de aclarar si el PSOE indultaría a
políticos si son condenados por el procés o cuántas naciones hay en esa España
plurinacional de la que hablan con tanta frivolidad. Y, por ello, escamoteando
a todos los españoles su derecho a saber qué piensa realmente el candidato
socialista sobre el futuro de nuestra Nación, éste se negó primero a participar
en un cara a cara con Pablo Casado, después se apuntó a un debate en Atresmedia
a cinco que incluía al líder de Vox -ahí ya demostró lo poco que le importa
RTVE, a la que dejó tirada-, y, finalmente, se ha desdicho de su compromiso y
sólo está dispuesto a acudir a la televisión pública imponiendo la misma fecha
en la que ya estaba anunciado el debate de Atresmedia. Una trampa de mal
jugador para intentar que no se puedan celebrar las dos citas, o incluso que
finalmente no tenga lugar ninguna. Y en esa estrategia vergonzosa le ha ayudado
Mateo, cambiando el debate del lunes al martes, como si TVE fuera la televisión
de un partido.
Es presumible que esta cadena
de errores le pasará factura electoral a Sánchez. En todo caso, sus
contrincantes no deben doblegarse al chantaje socialista. Los españoles habrán
de valorar si puede dirigir un país alguien instalado en la huida permanente e
incapaz de confrontar ideas en un espacio plural y neutral.
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