Marlon Brando, el actor de un tranvía llamado deseo, murió con una miserable pensión en una isla multimillonaria.


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Se cumplen casi cien años del nacimiento del intérprete, que triunfó gracias a películas como 'Un tranvía llamado deseo' o 'El Padrino' y se alejó de sus problemas en su particular paraíso

La mayoría lo conoció como el mejor actor de cine. Otros maldijeron la hora en la que se habían cruzado con él. Conforme se fue forjando su leyenda, a raíz de interpretar al Kowalski de 'Un tranvía llamado deseo' en 1951, el carácter de Marlon Brando se fue volviendo más y más difícil. Cuentan que en algunos rodajes se negaba a memorizar sus frases. También que, siendo más mayor, todo aquel que lo quería en su película tenía que adaptarse a sus condiciones.

En 1978, cuando Warner le propuso encarnar al padre de 'Superman', él exigió el mayor sueldo que un actor hubiese exigido jamás: siete millones de dólares. La jugada le salió redonda, ya que apenas aparecía siete minutos en pantalla. Brando nació un 3 de abril de 1924, hace ahora 95 años. Su carácter deslenguado y la libertad con la que vivió hicieron difícil trabajar con él. También conservar su amistad.


Cuando en 2014 se publicó 'La sonrisa de Brando', una escandalosa biografía en la que se narraban sus escarceos sexuales, algunas de sus compañeras profesionales no salieron muy bien paradas. Por ejemplo, cuando tuvo la ocasión de dormir con Sophia Loren, con la que rodó 'La condesa de Hong Kong' (1967), dijo que la rechazó porque “su aliento era peor que el de un dinosaurio”. De Elizabeth Taylor aseguró, entre toma y toma de 'Reflejos en un ojo dorado' (1967), que su culo era “demasiado pequeño”.





Hombre sin pelos en la lengua y epítome del legendario 'método' que cambió para siempre la interpretación en el cine, su final fue agridulce. En los últimos años, se quedó en la ruina tras pagar la defensa legal de Christian, su hijo. El joven había sido condenado a cinco años de cárcel por asesinar al novio de su hermanastra. De poco le sirvió la ayuda legal, ya que Chris se suicidó en 1996. Hundido en la tristeza y con esos kilos de sobra que le restaban movilidad, Brando se vio obligado a vivir con una escueta pensión como actor. Además, abandonó su mansión en Mulholland Drive por lo único que dicen que podía pagar: una sencilla habitación.

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Nadie entiende que, dadas esas estrecheces económicas al final de sus días, no vendiese la isla que poseía: Tetiaroa, un atolón situado en la Polinesia Francesa. En 1962, cuando ya era una estrella a la que nadie rechistaba, se enamoró del lugar, que conoció mientras rodaba 'Rebelión a bordo'. El lugar tuvo algo de mágico para él, ya que también fue allí donde se enamoró de Tarita, una guapa tahitiana que se convertiría en su tercera esposa.

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El lugar había pertenecido a la familia real de Tahití y acabó en manos de la estrella en 1966, cuando consiguió un contrato de arrendamiento de 99 años. Con un paraíso en la mano, cada vez que Brando quería huir de Hollywood, de los problemas de su hijo o de un acuciante alcoholismo, se refugiaba en su isla. Cuando Brando murió, en 2004, la propiedad pasó a manos de su hijo Teihotu.

Años después, se ha convertido en un resort con 35 villas de lujo que adornan la costa de Motu Onetahi. Hoy por hoy, su éxito es indudable: por allí han pasado desde el mismísimo Obama hasta Pippa Middleton y James Matthews, que eligieron el lugar para su luna de miel.

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