De sobra
sabéis que le doy toda la caña que puedo y más al PP de Rajoy y su banda ded
ineptos, pero otra cosa bien distinta es Alberto Núñez Feijóo, actual
presidente de Galicia y aspirante a la reelección el próximo 21 de octubre, sin
lugar a dudas, el mejor político que tenemos en España. Y si así puede
considerarse es porque ha demostrado a la par capacidad de gestión,
anticipación de los acontecimientos y solvencia y serenidad para mantener sus
convicciones sin renunciar a la templanza, a la negociación y al acuerdo. El
futuro líder dela derecha en España.
Hasta hoy,
así lo considero. Si mañana algo de ello cambia, lo diré igualmente, porque yo
llamo al pan, pan y al vino, vino. Pero sería injusto que no remarcara ahora
que Núñez Feijóo ha hecho un trabajo por el que los gallegos deberían
premiarle, en su propio beneficio.
De entrada y
mucho más en política, es difícilisimo convencer al electorado de que se podría
estar peor de lo que se está, cuando se está mal. Es más fácil proponer sueños,
aunque los sueños engendren monstruos. Por eso, Núñez Feijóo, que tendrá una
holgada mayoría, puede no lograr la suficiente para gobernar, pues estamos
viviendo una situación convulsa y precaria, proclive a la desafección y al
aventurerismo. Un terreno abonado éste, el de la crisis, al populismo y a la
demagogia con valor añadido de corrupción.
Si en verdad
queda un hueco para la racionalidad, y no para la ideología acrítica o la
pulsión desordenada por la indignación sobre esta época de descalabro nacional,
nadie podría dejar de elogiar la forma con la que Núñez Feijóo ha logrado
minimizar los daños sobre la Comunidad que preside, la ha colocado en el
pelotón de cabeza de España (donde nunca, por cierto, se había contado con
ella), y le ha garantizado una estabilidad en el bienestar global a cambio de
sacrificios medidos y manifestados.
Con solo 5 ó
6 Núñez Feijóo en el último decenio de
las autonomías, en Andalucía o Valencia, en Cataluña o Castilla La Mancha, otro
gallo hubiera cantado a España. Pero no ha sido así, y pocos pueden decir que
han demostrado que el esfuerzo colectivo que solicitaban se iba a ver compensado
con el éxito en las cuentas públicas y en la estabilidad de nuestros
remanentes.
Núñez Feijóo
puede ser, perfectamente, pasto de quienes quieran prometer el oro y el moro, o
de quienes no piensen en qué pozo se hubiera podido hundir Galicia, como tantas
otras regiones más ricas, de no haber hecho lo que el Gobierno gallego ha
hecho. Pues cuando la gente lo pasa mal, porque la situación más que mala es
pésima, de poco le vale el cuadro macroeconómico. Y, sin embargo, la vida de
cada uno de los gallegos depende de ese marco, el que establece un déficit
controlado, una deuda ajustada y una liquidez en los recursos.
Probablemente, si al principio de la crisis, alguien hubiera dicho que Galicia,
junto a Madrid, iba a ser de las únicas regiones que resistieran el tirón, que
no necesitaran ayudas estatales, que no iban a ser noticia por su asfixia
económica, nadie lo hubiera creído. Ha sido así, y está por ver ahora si los
electores aprecian esto, o se dejan llevar por clichés ideológicos o por la
moda de la desafección a los políticos, encarnados en todos y cada uno de los
gobernantes/gobernados.
Perfectamente,
Núñez Feijóo puede no ganar. Quizá porque un outsider de la política, estilo
Mario Conde, le arañe algunos votos que le impidan la mayoría absoluta. Quizá
porque algunos asocien en Galicia el desgaste del Gobierno nacional. Quizá
porque el desencanto condicione a alguno de sus votantes naturales. Pero será
una lástima para los gallegos, y un pésimo ejemplo para la política española,
donde se demostrará que no vale hacer las cosas bien, sino sumarse a cualquier
corriente de opinión por primaria que sea.
En la
Comunidad gallega las meigas siguen existiendo, aventuras políticas como la
antes mencionada aparte, están al acecho para recoger los despojos dos
partidos, que actualmente, por cierto, están en andrajos. Un Partido Socialista
fracturado, que ha optado por quien no quería, al no tener a otro que quisiera,
para su liderazgo, como es Pachi Vázquez. Y otro partido no menos descompuesto,
como es el Bloque Nacionalista Gallego. A ellos se les podría sumar la
izquierda radical, plural, unida o desunida, que es quien está recogiendo los
restos del naufragio en el electorado más angustiado. Es decir, la suma de las
fuerzas que llevaron a Galicia a un grado de desgobierno difícilmente superable.
Ya podemos
anticipar que ese Gobierno llevaría las cuentas gallegas al desastre. Y ese
desastre repercutiría ineludiblemente en los gallegos, aunque siempre se les
vendería que la culpa no es de sus gobernantes, sino del Gobierno central, tal
y como ahora hace el Gobierno andaluz. Nadie recordaría entonces que con el
mismo Gobierno central, ahora Galicia es la región que mejor ha hecho sus
deberes, y mejor porvenir tiene, si no se lo estropean estas elecciones que son
YA.
Aun cabe
otra posibilidad. Que los gallegos reconozcan que tienen un buen gobernante.
Aunque les haya exigido mucho. Pero, por lo menos, lo ha hecho a cambio de
algo, de permitir a los gallegos que transiten por España con la cabeza
levantada, y no sumidos en el victimismo, en la insolvencia o en ambas cosas,
que hay que ver al patético Artur Más, reclamando la independencia de su bono
basura que no vertedero de residuos humanos.
Totalmente de acuerdo contigo, hoy si estoy a tu lado. Haber si los amigos que tenemos aqui, en algún momento les da por leer el blog. Besos cielo lindo
ResponderEliminarGran político, como todos los de su partido" Partido Popular"!!!!, un besito.
ResponderEliminarPara mi es el único que merece la pena, por eso ya intentaron dejarlo al margen.
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ResponderEliminarEl mejor gestor sí....y como político no esta mal... solo hay que preguntárselo a Galicia Bilingue...que gracias a lo que les prometió y no cumplió salió elegido... http://galiciabilingue.es/gb/
El mejor y más honrado. Ummmm.
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