La última semana de Cuaresma
se llama Semana de Pasión. La liturgia parece sugerirnos: ¡urge que te
dispongas! Hagámoslo hoy adelantando la consideración de las profecías del
Siervo de Yahvé, que aparecen en la primera lectura de los días santos. En esos
capítulos de Isaías encontramos descripciones detalladas de la Pasión de Jesús.
La semana más santa del año, que exige de todo cristiano más devoción y fervor
a causa de los grandes Misterios que durante ella se celebran. Por más que la
cultura dominante quiera causar estragos con las consignas que buscan quitarle
mordiente a las convicciones profundas, el pueblo cristiano sigue viendo en el
misterio de la cruz y de la resurrección del Señor la verdad del hombre sin
máscaras ni tapujos.
Este año, la semana más
santa del año recupera con mucha ilusión y alguna inoportuna agua su
tradicional Semana Santa, tras la pandemia que impidió celebrarla los últimos
dos años. La ciudad vivirá con fervor, una vez más, estos días que congregan en
nuestras calles miles de segovianos y visitantes que mostrarán su respeto y
admiración hacia nuestras bellas imágenes.
Esta forma devocional la
desarrollan nuestras cofradías, hermandades y feligresías con la preparación de
los pasos; un conjunto de actividades que fomentan la unión entre las personas
que residen en los diferentes barrios de la ciudad. En los templos un
despliegue de entusiastas cofrades ordenará un complicado enigma de varales,
estandartes, peanas y farolillos. Con gran maestría técnica, fuerza y entusiasmo
situarán las imágenes en las carrozas y las adornarán con faldones, velas y
flores. Cada cofradía con su propia identidad.
Muchos acompañarán a las
imágenes vistiendo el hábito de nazareno, portando cirios, cruces o
antecediendo a los pasos como acólitos. Otros empujando los pasos o portando
sobre sus hombros las andas procesionales como costaleros. Todos trabajarán
unidos y pondrán lo mejor de sí mismos para que en las calles de España se siga
viviendo plásticamente el misterio de amor que viene desde la Cruz.
Las hermandades y cofradías
tienen su tradición en España desde hace casi un milenio, siendo la más antigua
la cofradía de la Santa Caridad de Toledo, fundada en el año 1085 por el rey
Alfonso VI y el Cid Campeador tras la toma de la ciudad con la idea de dar
cristiana sepultura a los muertos. Tuvo como cofrade al Greco, y hoy sus
cofrades procesionan cada Martes Santo con su Cristo románico.
También es característico de
los días de Semana Santa la erección en nuestros templos de los monumentos que
han de servir para las solemnes ceremonias de Jueves y Viernes Santo,
ofreciéndose en estos días a los fieles como una gran torre resplandeciente de
luz, adornada de flores, palmas y copiosa y rica ornamentación.
Pocas estampas de la Semana
Santa son tan icónicas como las de los nazarenos y penitentes. Su origen se
remonta a la Edad Media, y más allá de los aspectos folclóricos o prácticos,
cada prenda que compone su hábito tiene un sentido trascendente que remite a lo
esencial de estos días: dar testimonio público de fe y acompañar a Cristo en su
pasión, muerte y resurrección.
Estos días nos llama la
atención ver a los niños más pequeños en las procesiones con las túnicas y
capirotes. Nos hace gracia ver como se adaptan, sin rechistar, a la disciplina
y seriedad de los mayores. Los miramos con simpatía y apenas lo damos
importancia. Sin embargo, para ellos es una gran experiencia en la que van
descubriendo con sorpresa una tradición que les inculca el fervor y el amor a
las cofradías y que solo aprenderán a valorar con el paso del tiempo.
Después de una larga espera,
de nuevo recorrerán las calles de la santa España, nuestras cofradías,
hermandades y feligresías con largas filas de nazarenos a paso lento al son de
bandas de cornetas, dulzainas y tambores. El encanto de las calles de las
calles más antiguas de cada población, con sus históricos edificios y
monumentos, con sus pendientes, sus estrecheces y recodos, bajo el silencio y
la serenidad de la noche, realza la belleza de nuestros pasos y sobrecoge el
alma de hasta los más despistados.
En las procesiones de Semana
Santa, los elementos externos son importantes, pero no eclipsan el verdadero
núcleo devocional: la imagen titular de Jesucristo o de la Virgen María. Ellos
son el verdadero centro desde el que cobra sentido el imaginario de la Semana
Santa, sin su llamada a la conversión y la transmisión de la fe, todos los
elementos formales (túnicas, medallas, estandartes, cortejo, música…) quedarían
vacíos de contenido; sin proclamar la Buena Nueva de que sólo Jesucristo es
capaz de vencer a la muerte.
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