Ucrania está a punto de ser
víctima de un previsible crimen internacional de agresión del Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional. Y a continuación su población civil está a
punto de ser víctima de previsibles crímenes de guerra y contra la humanidad.
La Grozni completamente
arrasada bajo las bombas – literalmente y hasta no dejar piedra sobre piedra en
su centro – , las fosas comunes chechenas, las desapariciones forzadas, las
violaciones de mujeres, etc, etc, todo ello que ya vimos sobrecogidos allí,
ilustran muy bien lo que para el Kremlin es una guerra a gran escala y de
ocupación, y son el testigo mudo que nos advierte contra un conflicto
encarnizado y de resistencia, que será luchado palmo a palmo de terreno.
Eso es exactamente lo que
está a punto de pasar, delante de nuestros ojos. Y eso es ante lo que estamos
guardando un espeso y ominoso silencio en el mismo país en el que, por
cualquier asunto menor, nos montamos una polémica nacional en twitter.
Más de 40 millones de seres
humanos inocentes –una población total muy similar a la de España–, muchas de
cuyas vidas están ahora a punto de ser truncadas y a punto de sufrir el brutal
impacto y trauma de bombardeos, crímenes y violencia a su alrededor, y que les
destrozará y les cambiará para siempre. Incontables los refugiados de la
inmensa catástrofe humanitaria que se desencadenará.
No se trata de ningún
«conflicto» bilateral en Ucrania con Rusia. La actual «crisis» no es un
problema de «dos países» en una dinámica de enfrentamiento como sí pueda serlo,
por ejemplo, el escenario en Cachemira. No. El caso ucraniano es del todo
artificial y unilateral.
Lo único realmente
“conflictivo” aquí es el conflicto que resulta tener, pero consigo mismos, una
élite de dirigentes rusos nacionales y radicalmente nacionalistas y etnicistas,
profundamente belicistas y agresivos, y aferrados a una visión del mundo de
hace 50 años. Y todo ello sin necesitar de más conflictividad externa, o
añadida, que la que ellos mismos se orquestan, y retroalimentan, y para ir
urdiendo el discurso de justificación de lo que saben muy bien que tienen
decidido ya desde el principio.
Y no se trata de «Rusia» en
general, y esto hay que distinguirlo claramente, sino de un gobierno nacional
concreto y que no es posible caer en la falacia de calificar como «gobierno
democrático», pues es bien sabido que en ningún caso lo es, ni se comporta como
tal.Un gobierno una y otra vez señalado por incontables, sobrecogedores,
escenarios internos de graves violaciones de derechos humanos de su propia
oposición democrática. Criticado internacionalmente ante asesinatos aún no
esclarecidos de rusos dignos y valientes como la periodista Anna Politkóvskaya,
tiroteada en su propia casa, o la desaparición forzada y asesinato de la
defensora de derechos humanos Natalia Estemirova, o la recentísima disolución
de la ONG de derechos humanos ‘Memorial’, o la brutal persecución de los
colectivos LGTBI, etc, etc. Etc.
Unas autoridades una y otra
vez dejadas en entredicho por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: el
Estado más condenado, con diferencia, de todo el Consejo de Europa.
De modo que lo cierto es que
a la sociedad democrática rusa ya le hemos fallado desde la Unión Europea, al
hacer verdaderamente demasiado poco para ayudar a sus propios líderes
democráticos y defensores de derechos humanos internos, para defender la vital
pluralidad de sus propios medios de información internos.
Y habiendo fallado primero
ahí, y ante la consiguiente escalada de cosas (nada de esto sería ni planteable
con un sistema y contrapoderes democráticos internos reales en Rusia) ahora
estamos también a punto de fallarles a decenas de millones de ucranianos del
mismo modo, llegada la hora de la verdad.
Y con ello la situación de
la seguridad europea se seguirá agravando dando un nuevo salto cualitativo, y
los auto-conflictivos líderes del Kremlin se tornarán aún más auto-conflictivos
y agresivos (no menos, sino más: el «apaciguamiento» con los auto-conflictivos
nunca funciona, eso, como mínimo, lo teníamos que haber aprendido de una vez y
para siempre en Munich en Septiembre de 1938).
Y por eso en Polonia, o en
los Estados del Báltico como Finlandia, Suecia, o Letonia, saben muy bien que
ellos están a punto de tornarse también, repentinamente – y quieran ellos o no
–, muy «conflictivos» en breve. Que van detrás.
Winston Curchill se lo
espetó con demoledora claridad al «triunfante» Chamberlain que acababa de
entregar a su sacrificio a los checoslovacos en la ciudad bábara: «Os dieron a
elegir entre el deshonor o la guerra, elegísteis el deshonor y ahora tendréis la
guerra ».
La entrega de Checoslovaquia
no iba a ser lo que «apaciguara» Europa, sino lo que iba a terminar de
catapultarla peligrosamente hacia otra guerra que iba a ser ya mucho más
difícil de evitar.
Todo presunto crimen de
agresión en ciernes contra Ucrania, en cambio, aún puede ser evitado. Y con
éste cualquier otra previsible deriva posterior.
De modo que cada vez que
hablamos del «conflicto» en Ucrania estamos enmascarando la realidad de las
cosas y nos estamos haciendo un flaco favor a nosotros mismos como europeos en
relación al, actual, muy auto-conflictivo Kremlin (que no Rusia).
Y cada día que pase sin que
haya una verdadera reacción, plenamente creible, de la Unión Europea y la OTAN
en la defensa de Ucrania, estaremos asistiendo a la crónica de una inmensa
tragedia anunciada mientras con el correr de las horas el Kremlin sigue
adentrándose – el solito –, más y más, en el auto-frenesí de su propia
auto-escalada y auto-conflicto. Pero es que, además, nos estaremos poniendo en
un peligro mucho más real a nosotros mismos y al conjunto de toda Europa a
continuación.
No repitamos en Enero de
2022, con Ucrania, el mismo error que ya cometimos en Septiembre de 1938 con
Checoslovaquia.
La Unión Europea y la OTAN
aún tienen la capacidad de frenar todo esto con un despliegue efectivo de
fuerzas de paz sobre el terreno en el este de Ucrania pactado con el gobierno
ucraniano. El mismo gobierno democrático y legítimo que aún puede, y debe,
recibir con normalidad la asistencia militar y armamento para su defensa al que
tiene legítimo derecho como Estado soberano.
Y dense paralelamente pasos
firmes, y reales, para la entrada de Ucrania en la OTAN. Y para culminar
definitivamente su anhelada entrada en la Unión Europea. Es decir: defender de
verdad a Ucrania y sin dejar ni un sólo resquicio de duda al respecto.
La mejor oportunidad de
exorcizar una nueva y devastadora guerra en Europa en el medio plazo es ahora,
convirtiendo, pero de verdad, el cálculo del coste de una guerra de agresión
contra Ucrania en una factura demasiado alta que ni tan siquiera el tan
auto-conflcitivo gobierno ruso se pueda permitir en este momento. Y eso pasa
por el despliegue de tropas de paz internacionales, dispuestas para defender a
Ucrania, y por el rearme del propio gobierno ucraniano.
El poder interno del también
muy auto-conflictivo Adolf Hitler en el año treinta y ocho era también inmenso,
sí, pero aún no era absoluto. Fueron precisamente «éxitos» como el de la no
defensa europea de Checoslovaquia – cuando en realidad Alemania aún no hubiese
podido permitirse en ningún caso forzar una guerra a tal escala y con tales
implicaciones –, lo que terminó de poner el país en sus manos y aplastar,
definitivamente, todo resquicio de oposición democrática interna. Y a partir de
ahí la deriva belicista y totalitaria alemana era mucho más inevitable.
Aprendamos por una vez de la historia.
No es nada fácil, no está
exento de altos costes ni de riesgos, pero es la mejor opción que aún seguimos
teniendo en nuestras manos ahora que la invasión aún no ha comenzado. Y lo que
desde luego no podemos hacer es callar y permitir todo ello sin más. Esa es la
defensa real, de sus vidas y derechos, de sus familias, que esos más de
cuarenta millones de seres humanos inocentes merecen obtener con urgencia de la
Europa democrática. Esa es la línea roja que tenemos que trazar junto al pueblo
ucraniano en Ucrania: si les bombardean a ellos nos bombardean a nosotros,
bombardean a todos los europeos.
Y después defenderla con
todo y hasta las últimas consecuencias si los violentos que se han hecho con el
Kremlin se atreven a cruzarla. Los derechos humanos se defienden desembarcando
en Normandía.
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