Las elecciones andaluzas se
acercan cada vez más porque es lo que interesa a los de Vox que, estando
subiendo claramente en los sondeos andaluces, no quieren lógicamente darle a
Moreno Bonilla la oportunidad de remontar en las encuestas quitándoles a los
del partido verde los votos que poco a poco han ido arrancando de las bolsas de
apoyos del PP
Porque la de Andalucía es
una batalla electoral entre varios partidos, sí, pero que tiene un par de
contrincantes que se están mirando fieramente a los ojos mientras se toman la
medida de sus posibles respectivas debilidades por donde poder atacarse. Y esos
dos partidos son el PP y Vox.
Hace ya tiempo que Vox tiene
prisa por que se convoquen las elecciones cuanto antes y no dar la menor
oportunidad al presidente de la Junta para que apruebe leyes cuya puesta en
práctica redundaría en beneficio claro del gobierno actual.
Ése fue el caso de dos leyes
consideradas clave por el gobierno de coalición de Moreno Bonilla y Juan Marín,
de Ciudadanos. En aquel caso se trató de
la ley de Sostenibilidad del Territorio y la de la reforma de la Salud Pública,
que PSOE y VOX tumbaron en el mismo día -estábamos entonces a finales de mayo-
con lo que quedó claro que había comenzado una operación de desgaste al
gobierno porque fueron unas votaciones inesperadas que la Asamblea andaluza
había considerado en principio un mero trámite.
Pero es que la situación dió
de pronto un vuelco inesperado: de acuerdo Vox con el PSOE, la votación se dió
la vuelta, los socialistas pasaron de la abstención al voto en contra y los de
Vox pasaron del voto a favor a la abstención. Las leyes fueron derrotadas y el
gobierno con ellas.
Aquél fue el primer aviso de
lo que le esperaba en adelante al presidente de la Junta, al que Vox se había
propuesto castigar desde que el gobierno andaluz aceptó acoger a 13 menas de
los que habían llegado por mar procedentes de Ceuta.
Desde entonces, todo se ha
mantenido más o menos igual hasta que Vox y el PSE, de nuevo de acuerdo,
utilizaron una conversación del vicepresidente de Ciudadanos Juan Marin con su
grupo parlamentario, conversación grabada subrepticiamente y hecha pública
meses después con evidente intención de que la maniobra se consumara con el
saboteo de la aprobación de los presupuestos, como ocurrió.
Con la grabación hecha
pública, el resultado fue que el gobierno andaluz no pudo aprobar los
presupuestos. Esto sucedía en el mes de noviembre pasado. Estaba
definitivamente claro que Vox quería empujar al presidente de la Junta a
disolver la cámara y convocar elecciones.
Y ahora lo volverán a hacer.
Los representantes del partido verde ya han anunciado que se disponen a tumbar
también la llamada ley de Economía
Circular que pretende impulsar la “revolución verde” en Andalucía. El
argumento de Vox es que esta ley que cuenta con un amplio consenso “contiene
elementos de la Agenda 2030 de Sánchez” y que por eso no la van a apoyar.
Excusas.
En definitiva, queda claro
que el destino inmediato del gobierno Moreno-Marín es la parálisis más absoluta
que le fuerce por fin a rendirse, a ceder y a que el presidente convoque
elecciones.
Los de Abascal no quieren de
ninguna manera darle tiempo a que se recupere del evidente desgaste que ha
supuesto en toda España, en Andalucía también, la estúpida pelea mantenida por
la dirección nacional del PP con la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso a
cuenta de su pretensión, del todo legítima, de presidir el Partido Popular
madrileño.
Eso ha perjudicado a todo el
partido, también a Moreno Bonilla y Vox pretende aprovechar esa grieta y entrar
por ese hueco para amarrar los votos que, según los sondeos, han ido perdiendo
las candidaturas populares durante todos estos meses de trifulca suicida.
Por lo tanto, a menos que el
apaciguamiento de la batalla de Madrid, obligado por la cercanía de las
elecciones en Castilla y León, se mantenga unos meses más, eso quizá pueda
devolver al candidato del PP en Andalucía los apoyos perdidos. Apoyos que puede
que no sean muchos pero puede que sí los suficientes para permitir a Moreno
Bonilla -incluso con lo que pueda quedar de Ciudadanos- gobernar en solitario
sin necesitar de Vox más que una abstención a la que ese partido se vería
obligado para no dar el gobierno a la izquierda, cosa que su electorado no
toleraría.
Pero la estrategia de Vox es
exactamente la contraria: lograr un número suficiente de escaños que les hagan
imprescindibles para entrar en el gobierno y poder condicionar las políticas
desde dentro de él. Por eso tienen prisa por ir a eleecciones ahora que el
viento les sopla de cola.
Esa estrategia choca sin
embargo de plano con la diseñada desde la calle de Génova, donde se pretende,
basándose en los buscados éxitos rotundos de los distintos barones del Partido
Popular, enviar el mensaje, y que éste resultara creíble, según el cual si
Pablo Casado gana las elecciones generales querrá gobernar en solitario.
Pero ese plan se le iría
abajo si tanto en Castilla y León como en Andalucía, los miembros de Vox
conquistan los suficientes escaños como para exigir entrar en los respectivos
gobiernos.
Quizá haya elecciones
andaluzas muy pronto, desde luego mucho antes de lo que todos habíamos pensado.
Pero que Casado se juega personalmente su futuro político en estas dos
convocatorias electorales, eso está fuera de toda duda.
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