La prioridad es Gavi.
El joven futbolista azulgrana está asombrando a toda Europa gracias a sus espectaculares actuaciones con la Selección Española. Estamos delante de un jugador total, capaz de recuperar balones, asistir, correr, organizar y hasta incluso dirigir la medular. Todo esto con tan solo 17 años.
Pablo Martín Páez Gavira está llamado a ser uno de esos jugadores especiales que salen una vez cada muchos años. Eso el Barça lo sabe, así que no tardará en meterse de lleno en su renovación. Gavi es de los pocos futbolistas del primer equipo del Barça que se salvan esta temporada. El fútbol que está realizando en su club y en su selección está dejando a muchos con la boca abierta.
Con 6 años maravilló en Los Palacios, con 8 brilló en la cantera del Betis, con 15 años era la estrella del cadete del Barcelona, con 16 años debutó en el primer equipo sin pasar por el juvenil, con 17 debutó en Champions y con 17 ya brilla con la selección española. La trayectoria de Gavi es fulgurante. Su caso, una bendita anomalía para la selección y para el Barcelona, no tiene precedentes. Es un acorazado de bolsillo que brilla con balón y sin balón. Es intenso, agresivo, no se esconde nunca, la pide siempre y es muy regular en la toma de decisiones. No diga personalidad, diga Gavi.
Negar la ascendencia de Gavi en el grupo es de necios. También dudar de su calidad. El chico ha explotado y ahora necesita que el público, que se ha rendido a su personalidad, sepa tener con él la paciencia necesaria para que complete su formación y siga creciendo en una industria donde las noticias van más rápidas que la realidad y la exigencia periodística es desmedida. Gavi es menor de edad, no puede votar y aún no tiene carné de conducir, pero juega al fútbol de cine. Tiene calle, barrio, picardía y descaro. Fue la gran apuesta de Luis Enrique y ha salido bien. Donde muchos veían un ataque de seleccionador, el chico demostró que le sobra carácter. Y donde algunos veían un capricho, surgió un futbolista que no tiene techo y al que, si las lesiones le respetan, está llamado a cosas realmente grandes.
Es muy pronto para saber si Gavi llegará formar parte del selecto club de los elegidos para este deporte. Lo que nadie puede negarle es que tiene un don divino. La personalidad. Le tiraron la camiseta del Barcelona y se le ajustó al cuerpo como un guante. Y después le tiraron la camiseta de la selección y lejos de quedarle grande, le está quedando justa. Hay que tener paciencia con Gavi y darle el tiempo que necesita para seguir creciendo, pero este chaval de Los Palacios está aporreando la puerta grande en cada partido. Quizá algún día no pueda mantener el nivel de excelencia que está exhibiendo, porque el fútbol no son matemáticas, pero cuando ese día llegue, que el personal recuerde que este chico tiene algo que no se entrena, que no se aprende, que no se ficha y que no se puede comprar con dinero. Atrevimiento.
Gavi nació para jugar el fútbol del barrio. El descarado. El de la calle. No es el nuevo Messi, ni el nuevo Xavi, ni el nuevo Iniesta. Que nadie le compare con nadie, porque será juzgarle mal. Gavi siempre ha sido el mismo, siempre ha jugado de cine y nunca se ha arrugado. Gavi no ha cambiado. Simplemente, ha cambiado el criterio de los que le juzgan y de los que le veían como un capricho. Gavi no es flor de un día. Es una realidad. La de un futbolista que, si sigue creciendo y trabajando con humildad, será extraordinario. No puede conducir ni puede votar, pero tiene una personalidad tremenda. Que nadie le ponga puertas al campo. Que juegue y disfrute, porque su irrupción es una bendición.
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